Los discos de Estrella Fugaz seducen porque nunca se pliegan a lo convencional. No se me ocurren muchos músicos tan dotados en este país para disolver los códigos genéricos a su antojo, deparando resultados que cosquillean la curiosidad, en el peor de los casos, y generan adicción, en el mejor. Así es el toledano Lucas Bolaño cuando se hace acompañar de Ricardo Ramos a la batería y de Javi Carrasco “Betacam” a los sintetizadores y programaciones. Tampoco puede decirse que este tercer álbum sea exactamente una continuación lógica de “Un sendero fluorescente” (2019) y “Luminosa” (2022), porque cada nuevo disco suyo habita en su propio universo, sin incardinarse –creo– en ningún plan establecido. Bolaño habita, ya lo ha dicho él mismo alguna vez, en el infraunderground, pero esa ausencia de grandes pretensiones comerciales no equivale a conformismo creativo, ni mucho menos.
Cuando despunta la ensoñadora “Olivia”, corte de apertura, antes de su tramo final (con guiño evidente al “Autobahn” de Kraftwerk), me acuerdo de la indietrónica de principios de siglo, y me doy cuenta de que todo cuadra cuando en “Estás tocando fondo”, que es –por otro lado– muy Surfin’ Bichos, canta eso de “te pones pelis de Carpenter que te recuerdan a ti, te pones discos de Notwist que te recuerdan a ti… si te muestras tan contento, ¿por qué te sientes así?”, como si adaptara al castellano en esta última línea el angst de “I Know It’s Over” de los Smiths (aquello de “if you are so funny, then why are you on your own tonight?”). Y es que la tradición indie de los ochenta, pero sobre todo de los noventa, está ahí: por algo en “Superpoderes” interviene el propio Fernando Alfaro, aunque a mí es una canción que me suena casi más a Mercromina que a Chucho, quizá por la cualidad algo etérea, no tan terrenal, de todo lo que rodea a Estrella Fugaz. También me parece divisar la sombra de Los Planetas más pop en “Vulcana”.
Pero este proyecto no sería el que es sin su inquietud para huir de la foto fija. “Una calavera y un corazón” suena como un cruce inédito entre Facto Delafé, Sylvan Esso y las recientes camadas del hyperpop. “Dos partículas” tiene algo del hechizo electroacústico y minimalista que convirtió a una banda como The xx en toda una referencia. “Hoy ha muerto João Gilberto” no tiene nada de bossa, sino de hyperpop inspirado, diría, que por el anime. ¿Y qué decir del tema titular, emitiendo radiaciones dub con la colaboración de Tulsa? Ya lo definen ellos inmejorablemente: es “como sonarían Mad Professor y Jeanette en un zulo del madrileño del barrio de La Latina”.
Su vis más experimental se desenvuelve en “Huele a saliva el micrófono”, a partir de cuyo ecuador unos saxos de free jazz dan la entrada a unas voces vocoderizadas a lo Daft Punk, de forma acorde con una letra que es delirio distópico (“follemos sin sentimientos, que ahora todo es un datáfono… follémonos la historia, y luego nos lo contamos”) y en el imprevisible tramo final instrumental de “La folki”, preludiado por su dueto vocal con Marina Iñesta, de Repion, ciscándose en cualquier idea preconcebida acerca de lo que la palabra “folk” pueda germinar en nuestra cabeza. ∎