Álbum

HIA

Song Of The MachineBandcamp, 2022

El nuevo trabajo largo de Bobby Bird en más de veinte años como HIA, acrónimo de Higher Intelligence Agency, solo puede calificarse de excepcional, y eso que está construido a base de sonidos de campo o, mejor dicho, de máquinas, donde lo musical, en su sentido más ortodoxo, no acaba de mostrarse en todos sus estratos. En cualquier caso, si atendemos a la evolución artística de un personaje tan peculiar como Bird, no cuesta tanto comprender el sentido de un disco como “Song Of The Machine”.

Con este afán, conviene hacer un poco de historia, aunque sea exprés. Habría que remontarse hasta 1995 para dar con “Freefloater”, último álbum no compartido de HIA y una de las obras maestras del intelligent techno más psicodélico junto a “Colourform” (1993), ambos publicados en el sello británico Beyond. A partir de entonces, Bird reaparece en colaboraciones cada vez más abstractas y ambientales junto a Biosphere, Deep Space Network y Pete Namlook, hasta cesar prácticamente la actividad con el cambio de milenio. A partir de 2020, regresa con un recopilatorio de rarezas, “Preform” (2020), y el EP de temas nuevos “Discatron” (2020), un homenaje al curioso reproductor portátil de vinilos desarrollado en Birmingham durante los años sesenta.

“Discatron” se encontraría a medio camino entre la versión clásica de Bird y el actual “Song Of The Machine”, con Birmingham y los misterios de la tecnología en ese centro energético. Es precisamente en Handsworth, pueblo situado al noroeste de la mencionada capital de West Midlands, donde nace Bobby Bird y muere el escocés James Watt, alumno de Adam Smith, francmasón, químico, filósofo natural e inventor, entre otros artilugios, de la máquina de vapor, protagonista de “Song Of The Machine” y objeto de la fascinación por los artefactos mecánicos de Bird, que se empeña en reinventar con cierto prurito científico los sonidos, procesos y entresijos de una reliquia de la revolución industrial tan ajena al silencio digital como lo es la sociedad audiovisual a la obsolescencia o al esotérico funcionamiento interior de sus bienes de consumo.

Bird, un poco el eslabón perdido entre ambos mundos, consigue integrar la austeridad de ese mismo silencio –es que no hay otro, ya sea digital o analógico– con el sonido de lo inorgánico y de dinámicas fantasmales como su propia combustión o la generación de energía, estructurando ritmos y fases sin más adornos que los imprescindibles pero sin perder tampoco un ápice del efecto hipnótico tan característico de su música. “The Black Patch”, que remite a la arquitectura cíclica de Pansonic, y la ambiental “The Sound Of The Machine” serían las piezas angulares de un álbum cuyos diferentes segmentos, desde el inicial “Ignite” hasta el final “Sun Planet”, funcionan como un todo integrado y casi teleológico que, además, pide escucharlo con auriculares. Tampoco estaría mal asistir a las actuaciones “octofónicas” que Bird ha venido ofreciendo estos últimos años para experimentar con plenitud su sonido envolvente, depurado, misterioso y acogedor.

Y es precisamente aquí donde reside uno de sus indiscutibles méritos: que la vieja cafetera suene a gloria tratándose de una máquina tan “infernal” como la de vapor. “Song Of The Machine”, editado en exclusiva por Bandcamp, representa la destilación “comercial”, en siete cortes profundamente cinemáticos, de un experimento sonoro de una hora de duración llamado “Watt’s Orbit”. No se dispone de más guion que unos títulos inexplicados, del poder primitivo de unos estratos musicales inferiores, timbre y ritmo, como decimos, disfrutables sin más inputs que su propia métrica y color, así como de la titánica historia de James Watt y de los lugares donde perviven algunos de sus sólidos equipos –Wiltshire, Nottinghamshire, Londres, Birmingham–, cuyo bestial pulso interior al servicio de la comunidad ha transformado Bird en otro tipo de arte. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados