Álbum

Hollie Kenniff

We All Have Places That We MissWestern Vinyl-Popstock!, 2023

¿Se puede hacer un ambient desvergonzadamente reconfortante que no sea solo muzak de fondo, sino llegar a ser algo complejo y estudiable? Se puede, como demostraron los viejos maestros de la new age y lo recuerda ahora Hollie Kenniff con este “We All Have Places That We Miss”, su segundo álbum para Western Vinyl tras el estimulante “The Quiet Drift” (2021), en el que ya empezaba a apostar por dejar atrás la oscuridad de “The Gathering Dawn” (2019).

La mitad femenina de los shoegazer Mint Julep sigue aquí jugando con sintetizadores luminosos, guitarras con reverb y voces etéreas (sin letras, tan solo como textura), ahora con intenciones más (auto)reparadoras que nunca. Es un disco, como indica el título, sobre el recuerdo de lugares que echa de menos, empezando por la casa de campo que su familia tuvo durante varias generaciones al lado del lago Ontario y a la que hace poco debieron renunciar. Pero también sobre los lugares irreales construidos por nuestra cabeza entre la vigilia y el sueño; estado liminal en el que Kenniff, aquejada de insomnio crónico, concibió estas composiciones.

Todo empieza bastante plácidamente, con las guitarras de suave eco, las voces beatíficas y las capas de sintetizador en lento crescendo de “Shifting Winds”. Algo más rugosa suena “Salient”, cuyas líneas de piano medio desafinado se entrecruzan sobre un drone medio ruidoso; sin algo de misterio no hay belleza. Kenniff despeja las nubes en “Eunoia”, con el delicado piano de Goldmund, alias posclásico de su marido/colaborador Keith Kenniff, que también se marca cameos en “Between Dreams”, tan onírica como sugiere su título, y la final “Remembered Words”, deudora de los Sigur Rós del “disco del paréntesis” (2002).

Es fácil querer poner en bucle (y quedar a la deriva con) “No End To The Sea”, exploración de una guitarra apropiadamente líquida. Es fácil imaginar a Anthony Gonzalez (M83) viéndose reflejado en su utopía futurista de superficies translúcidas. Otro tema fantástico es “Amidst The Tall Grass”, que recupera el ruido de la citada “Salient” e incluso lo lleva en la parte final hacia coordenadas de Fennesz o Tim Hecker. Eso por no hablar de “Momentary”, pequeña odisea kosmische en la que Kenniff podría dejar caer un beat, un trote kraut, en cualquier momento, pero se contiene, un poco cruelmente.

Hay que esperar pocos minutos para dar con esa percusión. Está en la verdadera joya de la corona del álbum: “Carve The Ruins”, uno de esos clásicos instantáneos del ambient que inspiran a estudiar dirección de cine con solo una reproducción. O que sirven para hacer una distinción entre sensibilidad (esto lo es en estado puro) y sensiblería (que no lo es). Su sencillo motivo de guitarra se mantiene durante dos minutos, veinte segundos, para luego cambiar de sentido y desplegar un dulce torbellino de nuevos acordes y melodías. Si esto llega a colarse en un spa, el baño acabará siendo de lágrimas. ∎

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