Álbum

Hudson Mohawke

Cry SugarWarp-Music As Usual, 2022

En estos momentos, la composición “Cbat” de Hudson Mohawke está en la cima de los éxitos virales en Estados Unidos. Tenemos que remontarnos a 2011, antes incluso de que el proyecto junto a Lunice (TNGHT) naciera y explotara, para encontrar susodicha canción en la discografía de Ross Birchard. Lo que nos ha enseñado la viralidad es que esta no se consigue esforzándose en buscarla, sino que sorprende de forma inesperada. Concretamente, puede ocurrir en un hilo de Reddit cualquiera: allí donde un joven de 25 años cuenta que “estaba un poco rígido y no sabía muy bien lo que estaba haciendo” cuando empezó a ser “sexualmente activo”. Él encontró efectiva la canción de Hudson Mohawke y ahora TikTok está colapsado de jóvenes que simulan un tipo de revelación sexual al reproducirla.

Aunque este repentino suceso pueda traer consigo mensajes contradictorios, para el productor escocés es algo parecido a sueño húmedo: desde que se mudó a Los Ángeles (donde lleva varios años produciendo silenciosamente a una ingente cantidad de proyectos rap y comercializando beats), se ha sumergido en la decadencia cultural estadounidense y ha expandido su imaginería visual hasta los rincones más vulgares e inesperados de internet a través de la memeficación. Quiero decir concretamente que lanzar un nuevo álbum después de siete años y que sea un track de uno de tus títulos menos relevantes la que se extiende como la pólvora es el tipo de broma pesada que Birchard agradece.

Lo dicho: “Cry Sugar” llega después de siete largos años de silencio editorial por parte de Hudson Mohawke. Lo hace en Warp Records, sello discográfico que apostó por él desde el principio tras sus primeras referencias en el label de casa (Glasgow), LuckyMe. Mucho ha cambiado todo desde la época dorada pre-EDM de LuckyMe o Numbers, era en la que el “Glass Swords” (2011) de Rustie supuso el auténtico clímax estilístico. A partir de aquel álbum (también editado en Warp), todo aquel llamado “maximalismo electrónico” por Simon Reynolds empezó a diversificarse de forma algo “fraudulenta”: la fuerza del llamado “sonido Purple” (con Joker como máximo exponente) se transformó en post-dubstep, el post-dubstep se transformó en EDM a través de la incidencia de productores como Skrillex y Diplo, mientras que en UK SOPHIE e iniciales valores de PC Music dirigían todo inevitablemente hacia el hyperpop.

En “Cry Sugar” sabemos que estamos ante Hudson Mohawke, pero no es el Mohawke de “FUSE” (aquella obra maestra aún recordada con la melodía más expresiva y las baterías mejor cuantificadas de la última historia electrónica) ni el de “Scud Books” (una de sus producciones más épicas, casi recordando a un sideral himno futbolístico) y tampoco el de TNGHT (donde el enfoque está puesto 99% en el club). Aquí tenemos al mejor Hudson Mohawke hasta la fecha: un productor maduro que ha encontrado su camino conceptual después de años de alardes vigorosos y que, sobre todo, ha perdido el respeto a sí mismo (en el buen sentido).

Su feed de Instagram y sus elecciones estéticas van esta vez al unísono con su música: todo en “Cry Sugar” goza de ironía y sarcasmo, de una cierta decadencia psicodélica causada por la abundancia y la exageración. Como él mismo ha comentado, este álbum está construido sobre “el telón de fondo que representa el capitalismo tardío”. Donde las antiguas producciones de Mohawke eran rectas pero coloridas, ahora observamos composiciones extravagantes, divertidas y que saben moverse en el punto de ruptura entre el frenesí y lo tremendamente cursi.

Digamos que Birchard ha dado forma a su propia entelequia en los últimos años, y su música ha mejorado enormemente a través de ese proceso: en cierta manera ha estado “desaprendiendo”. La fantasía hyper-trash-pop de “Cry Sugar” se desarrolla con tracks que ya no sufren por ser estrictos, sino que abrazan estructuras menos ordenadas y la combinación de elementos dispares; desde el comienzo, “Ingle Nook” nos lleva a ese abrumador paraíso sintético sin que los signos de identidad sonora de Mohawke hayan desaparecido, para después acelerar hacia cortes de ángulo club (“Intentions” bien podría acontecer en el catálogo de PC Music, mientras que “Bicstan”, quizá el mejor track del álbum, se nutre de elementos que van desde el gabber al “sonido mentasm” de Joey Beltram) y reminiscencias de otras influencias no tan evidentes: cortes como “Dance Forever”, “Bow” o “3 Sheets To The Wind” beben directamente de su pasado con TNGHT y llevan consigo el espíritu de los antiguos Diplomats (Cam'Ron, etc).

“Behold”, por un lado, y “Stump”, por otro, son los momentos del álbum más concluyentes: compactan y desvelan todo lo que ofrece “Cry Sugar”, desde la agresividad en cómo se exageran los elementos sonoros hasta la sensación de estar en un viaje alucinatorio entre lo desagradable y lo placentero. La portada del disco es también una revelación por sí sola: Willehad Eilers basa su trabajo en la “exageración de la vida contemporánea” (en concreto, la estadounidense), enfocándose en lo “extraño, lo grotesco y defectuoso”, algo que han llamado el “surrealismo etnográfico”. En sus pinturas satíricas hay algo tan cáustico como en este “Cry Sugar”: es la banda sonora para una sociedad ensimismada y distorsionada. ∎

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