Álbum

Joaquín Pascual

(Valencia 2019)Autoeditado, 2021

En la primavera de 2020, en pleno confinamiento y en remoto desde su casa, Joaquín Pascual registró las cuatro miniaturas que daban forma al EP “Experiencia telemática”. Paco Loco, su demiurgo sónico, lo asistió en tiempo real al otro lado de la fibra óptica. En otoño, empezaron a grabarse las pistas de este álbum. Con metodología tradicional, cara a cara. Se intuye que las intenciones eran otras. Y también tenemos otros resultados, porque estamos ante el disco más completo, emocionante y rico del músico valenciano, lo cual es sinónimo de muchísimo.

Cuesta asumir que tan valiosa obra en solitario siga pasando inadvertida lejos del corrillo de afectos a la estirpe del navaja-sound albaceteño, de la que Joaquín es padre fundador. Pero es lo que hay. “(Valencia 2019)” ha salido vía Bandcamp entre un cri-cri-cri mediático generalizado. Su entidad creativa está por encima de estas consideraciones y hace tiempo que Pascual dejó claro que no había venido a la música para competir. Que no quiere ser mejor que nadie. Ahí están sus canciones para quien las quiera escuchar.

Canciones como “Medio Oeste”, construida sobre un patrón rítmico que subraya la urgencia narrativa de un texto confesional, aderezado con evocadores motivos de piano y apuntes de guitarra que terminan cediendo el paso a un arreglo de flauta exhausta. O canciones como “Express”, muy cerca de los Bad Seeds de “Let Love In” (1994), con Pascual abriendo camino entre una línea de bajo de considerable densidad y dosificando intensidades frente al teclado de forma magistral. Canciones como “El camino de vuelta”, cuyo imponente dramatismo pianístico de aire minimal desfallece y resurge en una beatífica décima de segundo, mientras la voz de Irantzu Valencia (La Buena Vida) se suma en discreto unísono. Y también canciones como “Entre la vida y la muerte”, en las que todos los elementos escogidos por este compositor mayúsculo –los bajos enfermos de distorsión, el tenue latido del ride, las afligidas inflexiones vocales, los ominosos tapices de sintetizador– añaden significado y amplían la dimensión emocional de la partitura.

Los recursos de nuestro protagonista –atentos también a las cuerdas con que remata “Inversión”, a la utilización del panorámico en “Celebrar” y a la combinación de sintes y piano en el tema titular– asombran por variados y eficaces. Pero sin su valentía, inquietud y espíritu libérrimo no estaríamos hablando de un trabajo como este, que es de los imprescindibles. ∎

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