Álbum

Juan Wauters

Wandering RebelCaptured Tracks-Popstock!, 2023

No es lógico pensar que el relevo generacional sea siempre algo inevitable y completo. Ningún paisaje creativo es idéntico a otro y por eso nunca ha habido un nuevo Bach, como no nacerá otro Lou Reed o se hace improbable una réplica de Rosalía –IA mediante–. Pero a veces suena la flauta y aparecen artistas únicos que reclaman el pedestal de sus ilustres predecesores, excitando la ilusión de avance como una modesta síntesis hegeliana. Aunque la idea original del álbum estuviese asociada al COVID –un título descartado para el disco fue “Limbo”–, la portada creada por Fran Cunha simboliza con acierto el perfil de Juan Wauters.

Pero vayamos por partes. La primera canción de “Wandering Rebel” se titula “Eloping”, que significa algo así como “fugarse”. Su minimalismo verbenero y psicotrópico recuerda a las introducciones de Señor Coconut y su Conjunto en “El baile alemán” (1999) o de Walter Wegmüller en “Tarot” (1973). Las chanzas de Jonathan Richman también están presentes en el repertorio de este alegre emigrante uruguayo, pero hay que tener mucha gracia para que no te confundan con Benicio del Toro de resaca en “Miedo y asco en Las Vegas” (Terry Gilliam, 1998). Cuando menciona la palabra “jota”, evoca también a los Hidrogenesse de “Joterías bobas” (2019).

El sexto álbum de Wauters, que reincide en la idea de movimiento perpetuo –“Wandering Wondering” (2009) fue una de sus primeras casetes autoeditadas–, es un trabajo más enraizado y convencional que su predecesor, el urbanita “Real Life Situations” (2021). “Milanesa al pan”, encantador panegírico de las cosas sencillas, remite de nuevo al Richman playero de “Ice Cream Man”, Manu Chao o Kiko Veneno. A Wauters no le preocupan nimiedades retóricas como las redundancias –síntoma del peor tipo de improvisación–, los énfasis de corte popular o el mero apelotonamiento de términos. Pero lo que en otro caso penalizaría gravemente el resultado, aquí parece encajar con naturalidad. Trotamundos con aromas latinos como Ryder The Eagle presentan la misma propiedad. El sincretismo musical del charrúa también lo emparenta con bohemios algo más veteranos: el teclado de “Milanesa al pan” podría pertenecer al período más pop de Julian Cope.

Todos estos artistas hacen imposible el aburrimiento. Funambulista con el rostro cincelado de travesura, a Wauters no le importa deambular sobre el precario alambre del humor. Esto lo ayuda a transformar la ansiedad existencial de “Nube negra” –en el polo opuesto se situaría Nick Drake y su “Black Eyed Dog”– en una conmovedora historia de humildad y autoaceptación. “Modus operandi” contiene preciosos arreglos de cuerda y está cantada en inglés junto a Frankie Cosmos. Wauters se asegura la comprensión en ambos mercados practicando un mestizaje también impreso en su propio nombre de familia. Esta vez suena a Sixto Rodriguez, o al misterioso Jim Sullivan. El misticismo vitalista, positivo y desprejuiciado de Wauters, que es indudable, también lo lleva a versionar el “Bolero” de Ravel. Ya lo hizo tímidamente en “Introducing Juan Pablo” (2019), pero ahora le añade letras surrealistas, el hipnótico rapeo de Super Willy K, arreglos electrónicos, como de cajita de música, samples juguetones y un estribillo en el que canta como Panda Bear –con Sonic Boom– en “Edge To The Edge”. De nuevo, la ensalada resulta especialmente sabrosa.

Para la preciosa “Wandering Rebel”, un autorretrato rebosante de comicidad sobre las penurias del artista empeñado en abrirse camino, colabora con el pianista John Carol Kirby. Algo más adustas son “Carriage” –otra de las piezas enlucidas con arreglos de cuerda–, “Mensaje codificado” y “Millionaire”. En el videoclip de este último tema, donde se refiere a las dificultades de un tipo sin medios en Los Ángeles, recuerda físicamente a Leonard Cohen hasta que aparece friéndose un bistec anticlímax. Wauters es un músico intuitivo y de fuertes contrastes, empeñado en que la frescura prevalezca sobre todo lo demás, conservando a la vez el trasfondo profundo de un trabajo que registra el evidente salto en calidad y la experiencia acumulada de su autor. Lo deja claro con el cierre “En un barrio de Montevideo” –su lejana ciudad natal; hace años que vive en Nueva York–, construido a base de enternecedores mensajes de voz, distantes burbujeos dub y sin espacio esta vez para la guitarra acústica. ∎

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