Hay opiniones para todos los gustos (afortunadamente) y gustos para todas las opiniones (ídem), pero sigo pensando que
“808s & Heartbreak” (2008) fue una piedra en el zapato del Príncipe West, un tropezón incómodo tras la suculenta trilogía escolar –
“The College Dropout” (2004),
“Late Registration” (2005),
“Graduation” (2007)– que lo coronó como una de las estrellas más rutilantes y necesarias de la música del nuevo milenio. Fue, seguro, un error premeditado –a Mr. West nadie le dice lo que tiene o no tiene que hacer– provocado por la urgencia de una situación personal difícil que encontró escape en esa especie de diario con caligrafía electro y tinta Auto-Tune. Correcto y poco más: a veces las terapias no deberían saltar del salón del paciente a la sala de estar del oyente.
Pero West es mucho West –a día de hoy, el bocazas más
cool y preparado del negocio, con permiso de Morrissey– y, tras el cabreo (y cierta depresión) por la tibia recepción de ese trabajo, se puso manos a la obra y tiró la casa por la ventana con lo que ha resultado ser
“My Beautiful Dark Twisted Fantasy”, un álbum de proporciones gigantescas que pulveriza barreras, injerta géneros y hace que cualquier otra obra pop a su lado parezca un despreciable microbio. Presupuesto millonario y casting de lujo –en
“All The Lights”, por ejemplo, están inscritos, entre otros, Rihanna, Elton John, John Legend, Kid Cudi, The-Dream, Alicia Keys, Fergie y La Roux– que nunca permite que las dimensiones del proyecto hagan sombra a lo que realmente importa: el diseño de sonido y las canciones. Y estas, sin duda, están entre lo mejor que ha salido de la mente dorada del chico de Atlanta. A los 33 años –la misma edad con la que se cargaron a Jesucristo: oh, oh–, Kanye Omari West se reinventa y sube a los cielos haciendo caso a su instinto y a su proverbial valentía para desafiar cualquier clase de expectativas. ¿Esto es hip hop? Debate estéril: es música y punto. En
“Power” dice:
“Every superhero needs his theme music”. Y él se dedica a componer la banda sonora de su particular película vital, un filme en cinerama, tecnicolor, 3-D y sonido estratosférico que hila finamente con jirones del pasado y los propulsa –
samples mediante– hacia mundos futuros.