Álbum

LNZNDRF

IILNZDRF, 2021
Los hermanos Dessner de The National, Aaron y Bryce, son los que parten la pana en los ambientes más arty de Estados Unidos. No solo la banda madre mola, sino que los Dessner colaboran con lo más granado de la escena musical contemporánea, ya sea pop, rock o “culta”. Los otros hermanos, Bryan y Scott Devendorf, la base rítmica del combo de Cincinnati, no se quedan cortos en colaboraciones, pero son más oscuras. Entre sus proyectos al margen de The National, los Devendorf y Ben Lanz (fundador de Beirut y colaborador en directo y en disco de The National) crearon en 2015 LNZNDRF, que se lee, aprox., como los apellidos de uno y otros, sin vocales y alguna otra consonante. Su primer disco (“LNZNDRF”, 2016) mostraba a las claras por dónde iban a ir los tiros, con sus evidentes influencias del krautrock y de la sofisticada estética sonora del sello británico 4AD que lo publicó. Ahora, casi cinco años después (y con tan solo dos EPs con cinco canciones en total entre medias, aunque todas largas, de los casi seis minutos de “Florian” a los casi 22 de “Barton Springs At Dusk”), aparece su segundo álbum propiamente dicho. 

“II” fue grabado en 2019 nada más acabar una extensa gira americana de The National, en apenas cuatro días, en formato de improvisación casi pura: de hecho, han comentado por ahí que lo primero que tenían claro del disco era la portada. En esta ocasión el disco se lo autoeditan ellos, con la ayuda de Aaron J. Arntz (de Beirut y Grizzly Bear), pero los ambientes sonoros 4AD siguen ahí. La citada portada, con esos reflejos en el agua, sí anticipa la atmósfera psicodélica presente en el álbum. La ausencia aparente de rumbo no es un problema en sí: hay momentos plácidos (fundamentalmente, el arranque de “The Xeric Steppe”) y abstractos que parecen flotar en el aire y que en ocasiones –gracias a los mecánicos ritmos kraut de la base rítmica de los Devendorf– hacen prestar más atención y terminan encontrando formas algo más concretas… porque la realidad es que parece que estuvieran jugando a lo que jugó la España del Mundial de Fútbol de Rusia en 2018: a pasarse la pelota unos a otros todo el rato sin que terminara de surgir la magia. ∎

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