Ya sea porque fue anunciado como la última entrega de una tetralogía conformada por varios de sus mejores trabajos –
“HBO (Haitian Body Odor)” (2016),
“Pray For Haiti” (2021) y
“Balens Cho (Hot Candles)” (2021)–, ya sea porque su título apela directamente a dos de los tropos en los que ha hecho gravitar gran parte de su ya extensa discografía, este
“#RICHAXXHAITIAN” –léase “Rich Ass Haitian”, algo así como “Haitiano rico de cojones”– se siente como la culminación de toda una etapa en la carrera de
Mach-Hommy. Por un lado, el sempiterno orgullo haitiano. Por el otro, la celebración del bienestar económico ganado con sudor y saliva. Bien fundidos en una sola palabra. Porque sin el abanderamiento de sus raíces, quizá, no habría logrado ese provechoso beneficio, pero, del mismo modo, y eso seguro, el dinero labrado rima a rima no tendría ningún tipo de sentido sin los colores de su bandera cubriéndole el rostro.
Sin caer en la frivolidad de la ostentosidad, el rapero de Newark siempre ha hecho gala de esa aura de distinción y exclusividad con la que envuelve su figura y sus obras, siendo los precios a los que lanza las ediciones físicas de su música el ejemplo más claro de esta motivación de enriquecerse con su arte. ¿Logrará vender alguno de
estos vinilos a 3.333,33$? No sería descabellado ver colgado el cartel de
sold out tarde o temprano: sus fans más fieles y pudientes, convertidos en pequeños mecenas –es fácil imaginar a ese personaje del episodio “Juneteenth” de “Atlanta” adquiriendo los discos de Mach-Hommy como si de obras de arte se trataran–, nunca le han fallado. Una forma de comercializar su música que, más allá de poder generar cierto escepticismo, también se debería leer como una legítima declaración de intenciones. De reclamar su propio valor y de no ceñirse, en definitiva, a las reglas de la industria. O de no hacerlo enteramente.
Porque ha habido, en cualquier caso, una apertura por parte del rapero en los últimos años, tanto en la distribución de sus discos, ya disponibles en plataformas de
streaming –anteriormente el pago de esos precios o vías fuera de los campos legales eran las únicas opciones de escuchar su música–, como en la concesión de entrevistas para algunos pocos medios. Y, si bien ese pequeño deshielo en el hieratismo de sus formas comerciales tampoco termina de desentrañar del todo el enigma Mach-Hommy –en el fondo, ¿queremos descifrarlo?–, con su bandana siempre a modo de máscara y la prohibición de reproducir sus letras en cualquier página de internet todavía vigente –secretismo en pos de dirigir la atención hacia la música y no hacia la persona; hermetismo para no dárnoslo todo masticado y forzarnos a apreciar cada verso sin tener que, paradójicamente, agarrarnos a su significado oculto–, sí parece que un aire de renovación se respire en este último disco, más accesible que nunca, con
grooves pegajosos y desborde de ganchos melódicos. Esa querencia por una mayor depuración se nota, sobre todo, en la apuesta por un sonido mucho menos lo-fi que de costumbre. También en una secuenciación que fluye mejor que nunca, con su tema a modo de intro –una especie de spoken word en criollo haitiano sobre guitarra tímida y efluvios de psicodelia jazzy– y su tema a modo de
outro espiritual, finiquitada con coro góspel. Ambas piezas prescinden de la percusión, como envolviendo el disco en una cierta sutileza para que toda la agitación acontezca en su interior.
Entre una y otra, un buen saco de boom baps pianísticos –que pueden ir del
loop más crudo al jazz más sedoso–, algunos llevados por vientos y otros empapados en burbujeos lisérgicos. Uno afrancesado en el que pelearse vocalmente contra una armónica (
“THE SERPENT AND THE RAINBOW”). Un drumless westerniano hecho en un callejón de la Costa Este a bajo zero (
“ANTONOMASIA”) o un drumless impulsado por un desnudo
sample de “Bésame mucho” (
“GORGON ZOE LAN”). Hay incluso espacio para un hip house de latitudes tropicales en el tema titular, cortesía de Kaytranada, y aunque desentona un poco en el conjunto general del LP, esto es todo lo que se le pedía a “KAYTRAMINÉ” (2023).
El grueso de la producción se lo llevan SadhuGold y Conductor Williams, sospechosos habituales –como en el apartado de
featurings, con Tha God Fahim o Your Old Droog– que buscan siempre el equilibrio entre texturas granulosas, armonías soul de acompañamiento a cargo de Drea D’Nur o Georgia Anne Muldrow, e instrumentaciones compuestas para la ocasión, como el saxofón de Sam Gendel en
“SUR LE PONT D’AVIGNON (Reparation #1)” o, vía
sample, como la flauta melancólica de Archie Whitewater en
“LON LON”.
Con todo, la chicha de Mach-Hommy se mantiene en sus versos. Y ahí el rapero no ha rebajado la accesibilidad. Sus letras siguen siendo densas, densas. Sin la muleta de las
lyrics al alcance, hay que repetir las canciones varias veces para ir captando las frases, recolectando nuevas palabras, y con los pasajes en criollo ya solo queda rendirse y dejarse atrapar por la sonoridad de los
flows del rapero, que no es poca cosa. Es un esfuerzo, sí, pero en el mejor sentido, porque siempre habrá una recompensa. Una barra como
“It’s easy to juice a lot of grapes / but it’s harder just to eat one” (“LON LON”), en apariencia sencilla, se me escurre cada vez que la pienso, y aun entendiendo su primera capa de significado –ingeniosa per se– me pide que la siga exprimiendo. Con espacio siempre para alguna que otra línia de tono más jocoso o de puro
braggadocio –con
“That nigga thought he was a billy goat / Mach-Hommy is the ibex, I’m on hilly slopes” (
“EMPTY SPACES”) le da una vuelta de tuerca al leitmotiv del GOAT–, es en el carácter político donde nuestro hombre se revela como trascendental en el panorama del hip hop actual. Poco importa desconocer su nombre real o sus facciones. Porque, en el fondo, de Mach-Hommy sabemos mucho más que de, por ejemplo, un hipermediático Travis Scott. Sabemos sus convicciones.
El título de
“POLITickle” no engaña. Líneas como
“White phosphorus fell on civilians in Gaza / Troglodyte squadron yelling epithets in their jargon” dejan pocas dudas del posicionamiento de un Mach-Hommy que entiende el sufrimiento de un pueblo oprimido como el palestino porque lo ve, a distinta escala y en otras circunstancias, en su propia nación de origen. Haití es, por supuesto, el centro de gravedad del disco –no en vano, fue lanzado coincidiendo con el Día de la Bandera del país caribeño–, con una mirada vindicante motivando el discurso, apuntando a varios tentáculos a los que responsabilizar de la crisis humanitaria que padece la república haitiana: empezando por la violencia estructural que impide el desarrollo del país –la bofetada melódica que pega con
“International Monetary Fund / I got a monkey on my back and it’s a rather heavy one” en el estribillo de la propia “POLITickle”– o el capitalismo tardío que decapita la revuelta de una población contra las cuerdas –
“being manipulated by a handful of businessmen in a room somewhere, with avaricious, hypercapitalistic aims. Bloodsuckers of the poor”, se desquita en el interludio
“XEROX CLAT”–.
Pero esto no es un réquiem, ni siquiera es esa plegaria de “Pray For Haiti”. Más bien es un grito de reivindicación, orgulloso y a los cuatro vientos.
“I’ve always wanted to rep for Haiti and the cultural and intellectual richness we’ve provided the world”, comentó el rapero al anunciar el disco. Cabe recordar que Haití fue la primera “república negra” en independizarse, si bien no le costó barato, teniendo que pagar
una deuda billonaria a Francia durante 122 años, hasta 1947. Un acuerdo económico con evidentes secuelas, con el país todavía recuperándose de ese yugo colonial. ¿Qué hace Mach-Hommy ante esta cicatriz de la Historia? Baila sobre el patrimonio de la metrópoli, revirtiéndolo y haciéndolo suyo con toda justicia poética en la esplendorosa “SUR LE PONT D’AVIGNON (Reparation #1)” mediante la interpolación de la mítica y antigua canción infantil francesa del siglo XV, reclamando desde su propio título esa compensación por todo el daño causado. Aura de himno.
Solo esa cubierta tan poco trabajada –según los estándares de discos anteriores– parece entrometerse en la sensación de estar ante uno de los mejores álbumes de rap del año. Pero, aun así, se puede hacer una lectura a favor de Mach-Hommy… ¿Hubiera sido mejor algo más sutil o conceptual? ¿Una pintura de una figura haitiana relevante, al estilo de
“Wap Konn Jòj!” (2019)? Quizá esta foto del rapero, mirada fija y centrada, sirva para representar que, a estas alturas, él es esa figura, habiendo consolidado su posición en su comunidad con su riqueza. Histórica y musical. ∎