Marc Ribot ha convertido su música, o parte de ella, la que practica con el terceto Ceramic Dog (completado con Shahzad Ismaily al bajo y Ches Smith a la batería), en un gesto airado, completamente rabioso, harto de los vaivenes políticos y sociales que han llegado a los Estados Unidos a vivir bajo el trumpismo y a medio mundo a aceptar la entrada de la extrema derecha en parlamentos y gobiernos. No es nuevo. Los dos anteriores discos del trío, “YRU Still Here?” (2018) y “Hope” (2021), así como el último trabajo en solitario de Ribot por el momento, “Songs Of Resistance 1942-2018”, ya eran gritos de rabia, practicados por igual a través de los textos y de la música.
Un sencillo riff de guitarra de apenas dos notas y una voz metálica, a la que se suman batería y bajo mientras por debajo se desliza el aceitoso órgano Farfisa tocado por otro veterano compañero de aventuras, el teclista Anthony Coleman, son suficientes para encauzar esa rabia desde una cierta tradición, con punteo de blues-rock final. Así es el tema que da título al quinto disco del trío, “Connection”. “Subsidiary” es más claro aún, esgrimido como una letanía con sonidos parasitarios, ritmo repetitivo y guitarra hardcore. No se quedan en gestos iniciales y luego vamos en otra dirección tocando todos los palos habituales que tan bien domina el guitarrista. El tercer corte, “Soldier’s In The Army Of Love”, es aún más acerado y acelerado: Ribot se ha convertido en uno de los músicos más protopunks del momento procediendo de una escena de vanguardia que, cuando hace política, la hace generalmente de manera menos epidérmica y más intelectualizada. Nada de eso en el Ribot actual, que tras tantas bandas como líder o acompañante, tras tocar con medio mundo, ha encontrado en Smith e Ismaily los músicos más idóneos para expresar su descontento actual y la forma de canalizar ese descontento a través de la música.
Incluso cuando se relaja en “Ecstasy”, no pierde fuelle crítico: la forma de cantar con algo de eco, la rítmica tropical, las palmas, el Farfisa y el crescendo final en plan Los Cubanos Postizos se quedan en nada cuando Ribot hace llorar a su guitarra como lo haría Jimi Hendrix. Ornette Coleman, Sonny Sharrock, John y Alice Coltrane resurgen de entre los muertos en “Swan”, con la guitarra eléctrica dialogando con el impulsivo saxo tenor de James Brandon Lewis hasta alcanzar poco a poco un cierto remanso de paz: el jazz como herramienta también política, malestar, insurgencia y tensa calma. “No Name”, con una escalada de sintetizadores tras un fraseo inicial de minimalismo funk y una guitarra en espiral twist, es uno de los temas más juguetones compuestos por Ribot en años. Algo de distensión antes de volver a su marcada voluntad punk –ya bien presente en una de sus bandas de los noventa, Shrek– con “Heart Attack”: texto alternado en inglés e italiano y de nuevo el saxo de Brandon Lewis llevando el tema por las aceras del bebop durante el espejismo de unos segundos. Después es cuestión de abrazar/ensuciar el sonido de la nueva ola con “That’s Entertainment”. Hendrix –y uno de sus discípulos, el Eddie Hazel de Funkadelic– es inspiración de nuevo en “Order Of Protection”, aunque la duración del tema, casi once minutos, permite cambios y permutas en la evolución del solo de guitarra con el contrapunto del órgano –ahora Hammond– tocado por Greg Lewis. La despedida es otro amago de distorsionada distensión, porque la música latina tiene también un marcado trasunto político, y más en el contexto estadounidense: Ceramic Dog cierran con la juguetona “Crumbia”, una cumbia sazonada con el magnífico clarinete de Oscar Noriega. Tampoco es ninguna novedad en la obra de Ribot, que ha participado en un par de discos de cumbia grabados por su hermano, Greg Ribot. ∎