Tras el agradable ambient-folk de “All My People” (2019), Maria Somerville está sorprendiendo a propios y extraños con su debut largo en 4AD, sello mítico al que había regalado un par de interesantes versiones por su 40 aniversario: asaltos suaves a “Seabird”, de Air Miami (el grupo formado por Mark Robinson y Bridget Cross tras la disolución de Unrest), y “Kinky Love”, de la legendaria Nancy Sinatra.
En el punch de esta última se adivinaba la pronta llegada de una Somerville diferente, una creadora que parece saber mejor quién es, lo que quiere y, sobre todo, dónde quiere estar: en su natal Connemara, paisaje salvaje en la costa oeste rural de Galway (Irlanda) al que regresó tras una temporada en Dublín. Su agua, sus nubes y su amplitud nutren no solo espiritual, sino también incluso sónicamente este álbum de apego a las raíces y a la comunidad. La artista ha descubierto que la soledad está infravalorada: aquí, colaboradores como Henry Earnest y Finn Carraher McDonald (alias Nashpaints) la ayudan a renovar su sonido, a hacerlo más denso, extraño, a la vez que las composiciones se vuelven más eficaces, directas.
Tras una introductoria “Reált” (o “estrella” en irlandés) con lo que parece el sonido de arpas filtradas para fascinar, aparece el primero de muchos hits, “Projections”, en el que Somerville entona una melodía que parece haber existido siempre. Engancha y embelesa, pero menos que “Garden”, acercamiento (con producción de Diego Herrera, alias Suzanne Kraft) a los Cocteau Twins de primera época, los más siniestros. La melodía vocal hace daño sin necesidad de melodrama. Entender la letra requiere imaginación: “My eyes, I close / but something, nothing left to say / it’s all I know / but not to think you’re doing”. Sin misterio no hay belleza.
“Corrib”, nombre del lago frente al que creció, tiene algo del slowcore de Red House Painters, mientras que la más abstracta “Halo” ahoga y diluye la voz en reverb hasta casi desintegrarla. Antes de que el elemento pop del disco fenezca en el éter, llega “Spring” con un groove propio de los Saint Etienne de los noventa, solo que en versión ralentizada. También tira de beats acuosos “Violet”, con drones de gaita irlandesa a cargo de Ian Lynch de Lankum. Como queriendo reunir múltiples nociones de dream pop en un solo disco, “Trip” parece rendir homenaje claro al legado de Galaxie 500. El mismo título podría haber tenido “Stonefly”, indie pop slacker cubierto de mareantes capas psicodélicas. Para el final quedan dos de los momentos más baladísticos: “Up”, no exenta de atmósfera lynchiana, y “October Moon”, en la que al parecer Somerville samplea el sonido de las olas en marea baja.
Tan recomendable como escuchar “Luster” es adentrarse en los tracklists de las emisiones de Somerville en ‘The Early Bird Show’ de NTS Radio: portales al amanecer con apariciones de Broadcast, Ichiko Aoba, Grouper, Gia Margaret y un buen puñado de maravillas con clase. ∎