Álbum

Martha Wainwright

Love Will Be RebornPheromone-Cooking Vinyl-Popstock!, 2021

Supongo que ser Martha Wainwright debe resultar muy fácil o muy difícil, por aquello de provenir de una saga de artistas de tan alto calado. Ya saben: su familia le dejó el camino allanado y los contactos hechos, pero, a la vez, cuesta demasiado salirse de la sombra de ella. Cuando debutó en 2005 con su álbum homónimo, en pleno asalto a la gloria de su hermano mayor, Rufus, aquellas punzantes canciones autobiográficas despertaron altas expectativas. Había una estrella en ciernes, una compositora con carácter y talento que, además, fue creciendo en ambición con “I Know You’re Married But I’ve Got Feelings Too” (2008). Pero algo se perdió por el camino. Dieciséis años después, su tema más escuchado en streaming, por diferencia atronadora, es aquel por el que pasará a la posteridad: “Bloody Mother Fucking Asshole” (2005), que dedicó a su padre, Loudon Wainwright III, y adquirió nueva vida al ser incluido en una de las secuencias clave de la serie de HBO “Big Little Lies”. Mientras, su quinto álbum es publicado por Cooking Vinyl, un sello digamos que especializado en viejas glorias venidas a menos.

“Love Will Be Reborn” llega cinco años después de “Goodnight City”, un trabajo para cuya composición recurrió a muchos colaboradores de lujo como estrategia para salirse de sí misma. Ahora ha hecho todo lo contrario, ya que se trata de un álbum profundamente personal. Su narrativa es de las que suelen gustar, y en ella se entrecruzan las sensaciones tras su divorcio del músico y productor Brad Albetta –con quien tuvo dos hijos y estuvo casada once años, y a quien precisamente dedicaba su segundo álbum– y el enamorarse de otra persona. Esto es, la típica dinámica de redención, la luz tras la oscuridad, la honestidad confesional a bocajarro, ajustes de cuentas y desnudos emocionales. Al tiempo, eso confluye con la historia familiar de la que ella nunca ha podido escapar. En varios momentos del disco recuerda que ella no es una persona como las demás, que creció predestinada a dedicarse al mundo del espectáculo y que, incluso a la hora de airear sus sentimientos más íntimos, hay siempre ahí algo de dramaturgia, de show business. Promete su inicio con “Middle Of The Lake”, una frondosa puesta en valor del cantar para espantar los males, y seduce su final, con la balada a piano, en francés e inglés, “Falaise de malaise”, pero el resto del disco –producido por Pierre Marchand, habitual en los trabajos de Sarah McLachlan– es francamente decepcionante. Canciones de producción inocua con composiciones francamente ramplonas que encadenan rimas de perezoso automatismo con lugares comunes temáticos. Martha, como siempre, interpreta con convicción, aunque diría que más para ella misma que para el resto del mundo, a quien su vida personal no le tiene por qué importar lo más mínimo.

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