Álbum

Mastodon

Hushed And GrimReprise-Warner, 2021

Mastodon sigue sin apearse del luto. “Emperor Of Sand” (2017), su anterior trabajo, se gestó bajo el aciago influjo de la muerte de seres muy queridos. Y este nuevo disco tampoco escapa al duelo, ya que está concebido como tributo duradero a su mánager Nick John, abatido por el cáncer hace ya un trienio. Tocado pero no hundido, el cuarteto sureño canalizó esa desdicha durante la extensa temporada del encierro pandémico y el parón de las giras. Afuera la cosa tampoco estaba como para tirar cohetes, así que el grupo entró en una frenética espiral de creatividad, acumulando material para su posterior desbaste. Y hubo mucho de donde tirar: hablamos de un álbum doble que atraviesa territorios de lo más variado, siempre con el sello de unos músicos que han establecido su discurso entre los más distintivos del rock duro contemporáneo.

“Hushed And Grim” –así comienza uno de los intertítulos que van apareciendo en el extenso metraje de “Lo que el viento se llevó” (1939)– no tiene la intención conceptual de obras tan apreciadas como “Leviathan” (2004) y “Blood Mountain” (2006), pero las oscuras circunstancias que antecedieron a su creación impregnan algunas de las partituras que lo componen. Los de Atlanta reflexionan sobre la muerte y sus efectos, abordando el asunto desde perspectivas muy distintas. Como fuente de un dolor inaprensible en la pegadiza y melódica “Teardrinker”, como salida ante el propio sufrimiento en la matemática “Sickle And Peace” o como inductora de un recuerdo agridulce en la épica “Gigantium”.

Producido por el veterano Dave Botrill, quien dispone con habilidad el abigarrado espacio sónico de la banda, “Hushed And Grim” resulta apabullante en primera instancia, pero impone su irresistible atractivo conforme se profundiza en él. Como el álbum es un tocho de hora y media, Mastodon tienen tiempo de sobra para explayarse y ahondar en las distintas estéticas que han acometido durante las dos últimas décadas. Reparten su buena ración de hostiones metalizados marca de la casa –mención especial para “Savage Lands”, con estratosférica faena de los guitarristas Brent Hinds y Bill Kelliher–, miran de reojo al noise en “Pushing The Tides”, coquetean con géneros tradicionales estadounidenses –“The Beast”–, buscan nuevos registros rítmicos e instrumentales a través de “Dagger” –tal vez la canción más sorprendente del lote–, refinan su consumada faceta progresiva en la monumental “Peace And Tranquility” e incluso facturan una conmovedora balada de tinte existencial aliñada con trompa más la expresiva guitarra de Kim Thayil (Soundgarden). ∎

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