Álbum

Matt Elliott

The End Of DaysIci d’ailleurs-Gran Sol, 2023

Casi exactamente un año después de “Songs Of Resignation Too” (2022), un álbum de maquetas, se publica “The End Of Days”. No, el mundo de Matt Elliott no se ha vuelto en absoluto más esperanzador. Aquel disco tenía, curiosamente, una especie de temática común: el sufrimiento privado, debido a una pérdida personal, pero en “The End Of Days” lo que refleja es cansancio del mundo. Este cambio de perspectiva se refleja a nivel musical en un abanico de estilos que siempre entroncan con el folk oscuro, en una especie de regreso a “Farewell To All We Know” (2020), un álbum que tenía que publicarse justo cuando estalló el confinamiento por la pandemia de COVID-19.

El desconsuelo en la música de Matt Elliott es constante y palpable. Siempre nos deja con la sensación de haber alcanzado el fondo del pozo, pero inevitablemente, disco a disco, consigue que el fondo siga pareciendo continuar descendiendo hasta profundidades de melancolía y sufrimiento realmente insondables. En este nuevo disco, el título lo dice todo: “El fin de los días”. Y “The End Of Days” es también la primera de las seis canciones que componen el disco. Y poco a poco nos va sumergiendo en la fosa de las Marianas del sufrimiento. Al principio, el oyente se siente transportado a un escenario bucólico: su domicilio campestre, en el que, como él mismo dice, “intenta esconderse”. Unas guitarras aparentemente amistosas nos dan la bienvenida, pero enseguida la voz de Elliott, como un Leonard Cohen que hubiera encontrado su yo más taciturno, nos devuelve a la realidad: “Vamos a dar un paseo / Al otro lado / Vamos a dejar pasar el tiempo / Toda la vida es tiempo perdido / Así que quédate a mi lado / En estos días siempre hay una lágrima en mis ojos / Pero no te preocupes, casi siempre estoy bien / Y todo lo demás trataré de ocultarlo / Me preguntas por qué estoy triste / Permíteme explicarte / Es tan fácil en un mundo tan injusto y tan desequilibrado / En el que reinan las sanguijuelas codiciosas / Y sacan provecho de nuestro dolor / Y todo está perdido / Y toda la esperanza se agota / E incluso todas las sonrisas en las caras de los niños te provocan dolor / Cuando piensas a lo que se enfrentarán / Y si llegarán siquiera a la mayoría de edad / Un mundo resignado a las llamas / Porque lo hemos quemado todo / De la misma manera complaciente / Que lo quemamos todo”.

Theodor Adorno dijo en 1949, en su ensayo “Crítica de la cultura y sociedad”, que “después de Auschwitz, escribir poesía es un acto de barbarie”. Con esa misma sensación de que Dios y la humanidad han fracasado, nos recibe Elliott, que en “January’s Song” (“La canción de enero”) nos advierte de que “El mundo sigue girando / Las noches y las estaciones continúan / Mucho después de que nos hayamos ido”. La guitarra, el piano y el saxofón se lamentan por él. Pero entonces el coro masculino (desconozco si es solo su voz, reproducida varias veces) canta a la luz al final del túnel: “La noche es la más oscura justo antes del amanecer”. El amanecer que aparece en esa desolada fotografía de portada a cargo de Johann Fournier. La Tierra seguirá, aunque el hombre haya desaparecido.

La amargura de estas canciones encuentra espacios de resonancia de todas partes: en ecos de música portuguesa, en ecos de música de los Balcanes, en ecos de música israelita. Las canciones tienen la capacidad de convertirse en medicina. La hermosa “Healing A Wound Will Often Begin With A Bruise” (“La curación de una herida suele empezar con un cardenal”) es un buen ejemplo, aunque la terapia puede llevar mucho tiempo.

En los dos últimos temas, Elliott nos muestra a dónde nos llevaba en ese paseo al otro lado: al cementerio donde deposita flores en la tumba de su amante, en “Flowers For Bea”. Ni pronuncia el nombre de ella, ni nos dice que él es quien siente su pérdida, pero es posible imaginarlo: “Las flores dicen que alguien todavía está de luto / Las flores dicen que alguien todavía siente dolor”. Y el grito de las flores lo emite la guitarra eléctrica al final. Incuestionablemente, Matt Elliott ha vuelto a conseguir sobrecogernos y a dejarnos el corazón en un puño como pocos músicos son capaces de hacerlo. ∎

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