Álbum

Mild Orange

Looking For SpaceMild Orange-AWAL, 2022

Lo primero que uno puede intuir al escuchar por primera vez a Mild Orange y saber de su origen es su linaje. Proceden de Dunedin, epicentro del mejor pop neozelandés de los años 80 y 90 (The Chills, The Clean, The Bats o The Verlaines), cuna del sello Flying Nun y emblema de un exquisito concepto del indie, pero compararlos con aquellos músicos viene a ser un poco como si cotejáramos a Real Estate junto a Galaxie 500. Median más de dos décadas, a veces tres, entre ellos. Y no es lo mismo. O no es exactamente lo mismo. Algo de ese pedigrí hay, desde luego. La delicadeza de esas guitarras cuyas cuerdas parecen hechas con papel de estraza, sus espirales instrumentales levemente psicodélicas, los voladizos ensoñadores de sus melodías, el reverb oceánico que le da hondura a su sonido. Pero Mild Orange son una college band muy de este tiempo, y a veces (suerte que lo atenúan) bordean un paisajismo hueco que corre el riesgo de quedarse en lo meramente esteticista. Unas hechuras extremadamente amables que pueden alentar el escapismo como recurso decorativo más que como una opción vital.

Digo lo de college band porque los cuatro, tanto el núcleo que forman los guitarristas Josh Mehrtens (también productor) y Josh Reid –amigos de la infancia– como la base rítmica formada por el bajista Tom Kelk y el batería Jack Ferguson, son aplicados exalumnos de la Universidad de Otago, en su propia ciudad. Licenciados en arte, derecho, ciencia aplicada o negocio sostenible. En algunas de sus canciones participan de ese corte dream pop que tantos adeptos ha generado a lo largo de la última década y que podría arquear alguna ceja por su sobreexplotación, pero lo cierto es que este tercer álbum es sólido, está bien enfocado y resulta más convincente que cualquiera de sus dos predecesores, por mucho que su debut, Foreplay” (2018), cuente cada uno de sus cortes por millones de reproducciones en las principales plataformas de streaming. Mild Orange es una de esas bandas que ha sabido aprovechar las bondades del acceso instantáneo a su música desde cualquier parte del globo. Antes incluso de merodearlo con sus giras.

Por otro lado, es la primera vez que han grabado en estudios realmente profesionales (hasta seis, todos en Nueva Zelanda), lejos de las apreturas del pop de dormitorio que, por presupuesto, los caracterizaba. Es también el primer disco en el que recogen sus experiencias vitales girando por Japón o México, y todo eso se nota. La diversidad de registros es patente, desde el ritmo de “The Time Of Our Lives”, “This Kinda Day” o “What’s Your Fire”, que no disimulan la búsqueda de amplias audiencias, hasta la serenidad subyugante de “Aurora”, “Hollywood Dreams” o “Photographics”. Conviene estar atentos a sus conciertos del próximo mes de septiembre, el 14 en la sala Caracol (Madrid) y el 15 en Apolo (Barcelona). ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados