Álbum

Miles Kane

Sunlight In The ShadowsEasy Eye Sound-Concord-Music As Usual, 2025

Miles Kane siempre me ha parecido una versión menor de Paul Weller. Y no lo digo como demérito ni como menoscabo de su talento: no todo el mundo puede emular a semejante tótem sin convidar al sonrojo. Son muchas las distancias que cabría salvar entre ambos –eso es indudable–, pero por formación, actitud, influencias e inglesidad, operan en una esfera muy similar. Honra también al músico de Liverpool su empeño por no repetir demasiado los mismos argumentos, y este sexto disco seguro que –además– le procura razones para que estemos muy atentos a sus próximos conciertos en España a lo largo del próximo mes de febrero, con paradas en Bilbao (11), Madrid (16), Valencia (17) y Barcelona (18). Aquí hay ardor, presteza, cosas que son carne de escenario. Produce Dan Auerbach (The Black Keys) y se nota en la factura crujiente, calentita, bien horneada en torno a doce canciones que nacen de su amor compartido por T. Rex, la Motown y The Easybeats. No lo ocultan. Tampoco podrían, claro. La nómina también impone: figuran músicos tan enormes como Daniel Tashian y Barry Cadogan (cómo sonaba su guitarra en la última gira de The The) a los mástiles y Patrick Carney, Pat McLaughlin y el propio Auerbach en la rúbrica compartida.

Cuando más me convence esta versión tan fornida de Kane, en cualquier caso, es en su versión menos fiera. Es como si los tópicos aflorasen de un modo más evidente cuanto más se empeña en incrementar los decibelios y sobrealimentar la expresividad. El glam rock fluye con naturalidad en las desafiantes “Electric Flower” y “Without You”: ambas irradian buenas dosis de groove. La herencia blues-rock se hace fuerte en “Blue Skies” y en “Sunlight In The Shadows”, que tiene una cadencia (que no textura) similar al “For What It’s Worth” de Buffalo Springfield. El boogie rock de aliento stoniano también está presente en “Slow Death”. El soul cinemático, con ligero falsete a lo Curtis Mayfield, se explicita en la inaugural “Love Is Cruel”. El garage rock tardosesentero brota agreste en “Coming Down The Road”. Y la psicodelia, al modo en que la entendían bandas de la era madura del britpop como los mismos Oasis, irrumpe –con algo de tosquedad, creo– en “Sing A Song To Love”. En todas hay oficio, sin duda. Aunque no sean un alarde de originalidad.

Pero la mayor cota de finura, y a mi entender el cupo de canciones que de verdad rozan lo memorable, son aquí los medios tiempos y las baladas. Las guitarras twang y la melodía acrisolada de “My Love” son canela en rama. La tierna caricia de “Walk On The Ocean” es un precioso cierre. Y especialmente, el baladón que es “Always In Over My Head”, con esas cuerdas y ese mood a lo Glenn Campbell, es gloria pura. En cierto modo, es como si este álbum supusiera para Miles Kane la misma clase de giro que “AM” (2013) para sus amigos de Arctic Monkeys, con la salvedad de que aquí el derroche de sensualidad brilla con singular hechizo y capacidad de seducción en su versión menos estruendosa. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados