Disco destacado

Mioclono

Cluster IHivern, 2023

Parece que no, pero hace ya más una década de “ƒIN” (2012). Y durante mucho tiempo pareció que el segundo disco de John Talabot podía aparecer en cualquier momento, aprovechando el culto generado alrededor de su figura y de su excelente debut. Pero Oriol Riverola ha preferido sortear la presión y no atender a expectativas para ir trazando una trayectoria paralela en estos diez años. Por un lado, ha mantenido sin demasiados problemas su estatus internacional con numerosas giras y DJ sets en los cinco continentes. Mientras, ha seguido dirigiendo discretamente y con excelentes resultados su sello, Hivern; y en el estudio, se ha aliado con valiosos colaboradores en varios trabajos que empiezan a conformar un corpus ya importante, de los más destacados de la electrónica española (si no el que más) y, que, con el tiempo, se han añadido y han ayudado a entender y expandir las virtudes y las claves ocultas de “ƒIN”. Primero fue Talaboman, junto a Axel Boman, con el maravilloso “The Night Land” (2017) como joya a recuperar; al mismo tiempo, formaba Lost Scripts junto a su amigo Pional, con releases en Young Turks e Hivern. También creó otros dos proyectos más pequeños y de corta duración, con colaboradores siempre cercanos: Layered Moods, junto a Clip, y Quentin, con Marc Piñol. Sin olvidar, aunque muchos no lo recuerdan ya, el excelente álbum “La casa del volcán” (2020) bajo el alias Koraal, inspirado por el paisaje volcánico de Lanzarote.

“Cluster I” se suma ahora a esa secuencia que forman “ƒIN”, “The Night Land” y “La casa del volcán”, con los que tiene mucho en común. Este nuevo tándem junto a Arnau Obiols –llamado Mioclono debido a que ambos, Oriol y Arnau, han sido diagnosticados con epilepsia mioclónica– tiene su origen en 2016, así que en realidad no es nuevo en absoluto (empezó en paralelo a Talaboman) y viene a confirmar lo que comentábamos antes, que Oriol se toma su tiempo para llevar sus proyectos a buen puerto e ignora por completo lo que todo el mundo espera de él y lo que se supone que debería hacer. Seis años de maduración tienen que notarse en el resultado final, y se notan: “Cluster I” suena sereno y profundo, tocado por ese amor por la psicodelia que alimenta todos los anteriores discos de Riverola y también buena parte de lo que ha producido hasta ahora Obiols. Es un disco muy orgánico y muy meditativo: sus autores alargan los desarrollos en algunos casos más allá de los 10 minutos (16 en “Fog And Fire”) para enfatizar la atmósfera narcótica y hechizante de las composiciones, concebidas casi como rituales, cercanos a la manera como los entendían las figuras de la kosmische musik alemana en los setenta, una de las fuentes de inspiración más evidentes del álbum. Las percusiones, sin embargo, son a menudo cálidas, casi de ascendencia africana (las de “Pell de serp”, por ejemplo), y el tono final se emparenta también fácilmente con el muy reivindicable “Science And Ritual”, el disco que Obiols grabó junto a Tony Laming en 2019, publicado en Foehn, aunque aquí no haya ni rastro de las guitarras características del músico británico.

La escucha de “Cluster I” (¿habrá “Cluster II”?) requiere paciencia y tiempo, y es curioso como crece y muta a cada nuevo play, a pesar de que los elementos parecen expuestos claramente desde el inicio. En un primer pase auditivo, por ejemplo, no me di apenas cuenta de que varios de los temas contienen voces (en “Fog And Fire” sí, pero no en la extraordinaria “Disobedience”, por ejemplo), y a medida que uno se va familiarizando con su universo también se van revelando las diferentes pieles de cada tema, hasta que el disco acaba abriéndose como un abanico mucho más rico cromáticamente de lo que pueda parecer en un inicio. Así pues, los que siguen buscando y esperando las melodías perfectas y la amplitud rítmica y tímbrica del debut de Talabot o del disco de Talaboman aquí pueden encontrar el placer anhelado; solo hay que tener un poco de paciencia y dejarlo emerger. ∎

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