“Yèkèrmo Sèw” es una de las tres canciones de Mulatu Astatke (Jimma, Etiopía, 1943) que Jim Jarmusch incluyó en la banda sonora de “Flores rotas” (2005). Fuimos muchos los que descubrimos gracias a esta película los sonidos de uno de los padres fundadores del ethio-jazz. Este tema en concreto es uno de los pilares del particular sentido de la melodía y del ritmo de Astatke, de los arreglos de los instrumentos de viento en big band africana. A sus casi 82 años vuelve a ejecutarlo, con nuevos arreglos, en “Mulatu Plays Mulatu”, un título que lo dice todo: Astatke se interpreta, y reinventa, a sí mismo. El disco –con siete temas en edición en vinilo y once en compacto– revisa el pasado (el legado) aportando nuevos matices y distintas variables.
Los contrabajos tienen más músculo jazz, como en “Chik Chikka” –que grabó con los londinenses The Heliocentrics–, y el vibráfono, el instrumento que toca Astatke, es utilizado en menor medida. En piezas enteras (“Kulun”) o en pasajes de otras (la misma “Chick Chikka”), la música etíope estrecha lazos con los sonidos de Tánger. El disco fue grabado en Londres y Adís Abeba, los dos centros neurálgicos en su obra. Estudió música en Londres, Boston y Nueva York, tocó con Duke Ellington y ha colaborado con The Heliocentrics, los australianos Black Jesus Experience, los israelíes Hoodna Afrobeat Orchestra, el brasileño Jorge Ben y la Either/Orchestra del estadounidense Russ Gershon, así que centrarlo (encorsetarlo) solo en la categoría de hard bop etíope no deja de ser algo reduccionista, ya que Astatke siempre ha desarrollado vínculos con otros sonidos, abordando el soul afrolatino o el funk. El sereno “Motherland” tiene tanto de salsa como de jazz del África Oriental, y la breve introducción de este, “Motherland Intro”, se desmarca de su estilo más reconocible contrapunteando los instrumentos de cuerda con la calma del piano y unas delicadas notas de vibráfono.
“Yèkèrmo Sèw” es todo un emblema, resituado aquí con pausas, instrumentación algo distinta y una parte final de rítmica occidental, pero hay otras piezas señeras de su repertorio que, reformuladas sin perder nada de su fuerza original, adquieren en “Mulatu Plays Mulatu” nuevos timbres y prueban otras direcciones. “Yèkatit”, con una guitarra funk de contagioso soporte. “The Way To Nice”, con percusión, arreglos y solo de flauta más latinos, aunque siempre resulta inconfundible el fraseo de los saxos y trompetas como primordial seña de identidad del sonido Astatke. “Nètsanèt”, que se dibuja mucho más etérea en su prólogo, con una cadencia rítmica de distinta intensidad, vibrante alternancia protagonista de los instrumentos de cuerda y casi cuatro minutos más de duración. O “Mulatu”, cimbreada por vibráfonos y guitarra rítmica en su grabación original y que ahora ofrece la mezcla afrolatina perfecta. Como mezcla modélica es la de los vientos, guitarras, bajos y percusiones con los instrumentos tradicionales de Etiopía y Eritrea: kebero (tambor de mano de doble parche), begena (una especie de lira gigante), masenqo (laúd de una sola cuerda), krar (lira con caja de resonancia en forma de cuenco) y washint (flauta de cuatro agujeros de tono). Unos combinan, entrelazan y funden con otros en esa armonía que es patrimonio de los maestros que hacen aparentemente sencillo lo más complejo. ∎