Es este un disco de confirmación y de consenso para Nathaniel Rateliff. De confirmación porque refrenda que el giro de cantautor folk a soulman ardiente que el de Misuri dio a su carrera hace seis años, desde que se juntó con The Night Sweats, depara su mejor registro posible y adquiere con esta tercera entrega su punto de maduración plena. Y de consenso porque tiene ese carácter de imponente muestrario de las músicas con alma, de bufé libre en el que los distintos afluentes del soul conviven en armonía y se ofrecen para que cada cual picotee a su gusto. Y lo hace sorteando la trampa del reservón ejercicio de estilo y la apocada pleitesía a sus héroes.
¿Cómo? Con credibilidad, arrobas de clase y, sobre todo, el empaque del francotirador de muy largo recorrido que araña su plenitud pasados los cuarenta años y tras haberlas visto de todos los colores, al fin redimido por el poder sanador de la música con hondura. Difícilmente podrá “The Future” defraudar a nadie, porque lo tiene todo para poner de acuerdo a amplias y distintas capas de público.
Ese salto a las grandes ligas, en términos de popularidad, fue explícito desde su primer avance: el blue eyed soul pizpireto de “Survivor” se lleva tan bien con las reglas del streaming que acumula casi tres millones de reproducciones en Spotify, cota nada desdeñable cuando hablamos de sonidos tan añejos. Sus once cortes transpiran humedad sureña, el mojo de los viejos discos de la Stax, tal y como si se hubieran grabado en Memphis o en Muscle Shoals. Una exuberante sección de viento, una interpretación vocal versátil, genuina y crepitante y, también, cómo no, la hirviente evocación de referentes ilustres.
El tema titular suena a Bob Dylan hasta que su voltaje se multiplica gracias a su leonino estribillo. La preciosa “Love Me Till I’m Gone” aminora ese pulso dylaniano para congraciarse con el mejor Van Morrison. “Something Ain’t Right” es un medio tiempo conducido por el piano, que justifica plenamente su admiración por Randy Newman y Harry Nilsson. En “Baby I Got Your Number” recrea la desnudez del folk de guitarra de palo en una vis muy similar a la de Michael Kiwanuka, y cuando muestra su vertiente más espiritual lo hace arrimándose a la esencia del góspel, como en los coros que marcan “Face Down In The Moment”.
Para cuando llega “Oh, I”, que discurre a ritmo de reggae y salpicada de modismos vocales del doo-wop, uno llega a pensar que no hay palo de la baraja que quede inmune a su grácil conjuro. Y bingo: la sospecha se confirma plenamente al llegar “Love Don’t”, un cierre que es puro Motown sixties pero sin la pátina de impostura que suele brotar cuando la mayoría de músicos blancos se apropian de su plantilla rítmica.
Muy dinámico, irreprochable en fondo y en forma, henchido por un mensaje jubiloso, esperanzado y anhelante de un porvenir más acogedor, algo muy necesario en tiempos tan sombríos como los que vivimos, “The Future” es alimento para el alma y para las piernas. Y no inventa el mecanismo de la rueda, no. Pero la hace girar que da gusto. ∎