Qué emocionante es descubrir un tesoro como este, inédito, directo desde el subsuelo de la música española. Un claro ejemplo de injusticia artística que, por fin, es dignamente recuperado y puesto en circulación para gozo de quienes amamos el rock y el riesgo en el arte.
Negativo fueron una anomalía en el paisaje musical vasco de finales de los 70 y primerísimos 80. Su historia fue efímera y quizá intrascendente, pero atronaron como un disparo en el panorama más acomodaticio del momento. Y aunque podríamos argumentar que fueron necesaria influencia en la incipiente escena punk hispana de los primeros años 80, la verdad es que sufrieron la incomprensión del público y la mala suerte en su seno interno. El proyecto no duró más de dos años, pero fue tiempo suficiente para conformar una historia intensa y repleta de altibajos que el periodista musical Fernando Gegúndez se encarga de narrar en la generosa biografía que se incluye en la presente edición en vinilo con portada de Iván Zulueta, hermano mayor de Borja Zulueta, cantante del grupo (en la banda sonora de “Arrebato” suena el tema “Ansiedad”, aquí recuperado). Y joder, por no andarnos por las ramas, ¡es que eran muy buenos! Una banda que aún hoy suena como un cañón.
La base rítmica hace caminar al grupo como un animal rabioso. La formaban Rafa Balmaseda (después miembro de Glutamato Ye-Yé, Parálisis Permanente y otros proyectos siempre interesantes), de pulso decidido, imparable, dejándose los dedos en cada nota pulsada con toda su energía en las cuerdas del bajo, junto a la contundencia precisa de la batería de Luis Ruiz, curtido en mil conciertos batalleros antes de comenzar con el grupo. Por otro lado están las guitarras de Ángel Altolaguirre, quien más tarde formaría Ángel y Las Guäis, entraría como músico a sueldo en Dinarama (sustituyendo a Carlos Berlanga mientras este hacía la mili), sería productor de discos de éxito para Dinarama, Gabinete Caligari, Los Nikis y otros muchos y responsable del sonido de programas televisivos ya míticos de la época como “La Edad de Oro” o “La Bola de Cristal”. Afiladas como un cuchillo, sus guitarras imprimen un carácter violento y peligroso al sonido del grupo. La voz de Zulueta aporta –diría que sin buscarlo– matices elegantes que moderan la radicalidad del sonido del grupo, pese a que las letras de la banda busquen a veces escandalizar de manera evidente y al mismo tiempo contar una realidad, la suya, desde diversos puntos de vista. A veces de forma brusca, usando un lenguaje obsceno y explícito (“El vecino”, “El mono de Alicia”), y otras de manera más sutil (“Qué no haría yo por ti”). De algún modo, parecieran adelantados a su época. No habrían desentonado en el catálogo de mediados de los 80 de discográficas como Touch And Go o SST junto a bandas como Killdozer o incluso Big Black. Así de contundentes eran.
El repertorio de este disco lo conforma básicamente la segunda y última maqueta que la banda grabara, debidamente restaurada y con sonido mejorado. Son catorce canciones nunca editadas hasta ahora, a caballo entre el punk y el glam y con algún que otro deje rockero más clásico que los emparenta también con coetáneos como Burning. Fueron, en fin, un grupo de entre tantos sin la suerte necesaria para llegar a editar un single o un elepé en vida, pero también una banda muy sólida que de haber caído en las manos adecuadas podría haber disfrutado de una carrera más larga. Si te gusta el punk, el post-punk o el rock visceral de las últimas cuatro décadas, no dudes en hacerte con este disco. Nos habíamos perdido un grupazo; demos por bueno eso de “más vale tarde que nunca”. ∎