En los últimos años, décadas tal vez, cada nuevo disco de estudio de Neil Young es una moneda lanzada al aire en la que uno no sabe muy bien qué versión del canadiense encontrará. ¿El trovador frondoso o el compositor holgazán? ¿El chamán eléctrico o el cobrador (del frac) de rentas pasadas? ¿El de las viejas canciones como ventanas al alma, que cantaba en “Welcome Back”, o el de las nuevas canciones que no lo parecen tanto? ¿“Are You Passionate?”? (2001) o “Barn” (2021)?
La duda, en el caso de “Talkin To The Trees”, se despeja pronto, más o menos lo que tarda el bueno de Neil, casi ochenta años y subiendo, en desempolvar la armónica, cazar los primeros versos que encuentra por ahí y armar “Family Life”. “When today has come and gone / I might be singin’ my new song / Might be short and it might be long / But I’ll be singin’ my new song”, canta. Y no, no pasa demasiado. Un ligero cosquilleo, los placeres de la vida hogareña y las maravillas de la rima asonante. Folk herrumbroso y el viejo Neil volviendo a las andadas con la fórmula de siempre: guante de seda, puño de hierro y diálogo entre ternura acústica y electricidad airada.
Después de una época centrado en la recuperación y exhumación de material de archivo, debería ser una buena noticia que Young regrese de nuevo al estudio y estrene banda de acompañamiento, por más que los Chrome Hearts que le guardan las espaldas sean una versión remozada de los Promise Of The Real con Spooner Oldham cubriendo la baja de Lukas Nelson, pero la realidad es que (casi) nadie hablará de “Talkin To The Trees” cuando “today has come and gone”.
Obra sin duda menor, el cuadragésimo octavo álbum de estudio del canadiense enamora con el corte titular y “Bottle Of Love”, ecos lejanos del romanticismo melancólico de “Harvest Moon” (1992) y miniaturas de pop-folk primorosamente arreglado, y deambula sin pena ni gloria durante la media hora restante. No ayuda que sea este un disco de repliegue y reciclaje, con el canadiense picoteando descaradamente de Woody Guthrie y “This Land Is Your Land” para amar “Silver Age” o fusilándose a sí mismo para escribir “First Fire Of Winter” con la misma plantilla que “Helpless”.
La electricidad, rasposa e incómoda, toma la palabra en la tomwaitsiana y chatarrera “Dark Mirage”, y amenaza incendio en “big change”, pero, una vez más, se cumple la norma de que cuanto más airado, peores canciones le salen. Ahí está, para confirmarlo, “Lets Roll Again”, diatriba contra la industria automovilística repleta de rimas pedestres y versos tirando a absurdos (“si eres fascista, cómprate un Tesla / si es eléctrico, no importa / si eres demócrata, saborea tu libertad / consigue lo que quieras y saborea tu libertad”, brama). También ahí, por cierto, se calca la estructura compositiva de “This Land Is Your Land”, como si a Young se le empezasen a acabar las ganas o las ideas.
Lo que queda, en cualquier caso, es un tipo agradecido por las risas, los lloros y la belleza de la tierra en paz, como canta en “Thankful”. Lástima que, en este caso, nosotros no podamos decir lo mismo. ∎