El segundo álbum de Papa Topo llega cargado de ambición y simbolismo, empezando por su título, que es la indicación de tempo y dinámica que Joseph Hayden quiso para “Il terremoto – Presto e con tutta la forza”, la novena pieza de su obra orquestal “Las siete últimas palabras de nuestro redentor en la cruz” (1787). Estimulado por los sinsabores de este mundo disperso, acelerado, digitalizado, hipócrita y capitalista feroz que nos rodea, especialmente en la gran ciudad, aunque el disco acabó de concebirse en el campo, Adrià Arbona Orero rehace el sonido de Papa Topo y cualquier parecido con el sonido new wave de su primer álbum, “Ópalo negro” (2016), es pura coincidencia, continuando por la portada satírica de Rafael Rojas. Reminiscente de las de Pau Riba, Alfreda Benge y “El jardín de las delicias”, visualiza alguna de las inquietudes actuales del xiquet de El Fornet de la Soca, no tan distintas de las que se deslizaban en su single de debut, “Oso panda” (2010): sexo, muerte, aislamiento y música pop.
“Presto y con toda la fuerza” también contiene mucho sentido del humor, corrosión y ganas de bailar. “Frágil”, su primera canción no instrumental, es una mezcla de bossa nova, orquesta de cine y drum’n’bass con reflexiones inspiradas en los ensayos de Remedios Zafra: “Frágil, paralizado ante el abismo de no gustar (…) / Recuento de likes, ristras de cifras, pedazos de hiperrealidad / ¿Cómo atrapar la mirada de los demás? / Necesito más opacidad, fidelizar, monetizar”. “Dime mentiras” reincide, a base de hyperpop explícito, en los temas mencionados y “Emasculación, la solución” mete el dedo en el ojete –con perdón– del machismo rancio, una revista erótica y vertiginosa repleta de ripios entre la Bruja Avería, algunas festividades de Francisco de Quevedo –“Gracias y desgracias del ojo del culo” (1628) es una referencia–, los cuplés de Álvaro Retana o las viñetas galaico-punkis de Siniestro Total –aunque “Me pica un huevo” era mucho menos tajante–: “Relaje el culo, Don Rómulo; dilate el recto, Don Sigisberto; viva el cataclismo del machirulismo, ¡viva la emasculación!”. ¡Ay, por Dios!
“Ven a mis brazos” es el hit indiscutible de “Presto y con toda la fuerza”: electrotrash de altas revoluciones, bajas emociones, visiones apocalípticas –literales– y travesuras estivales –“Bailaremos bachata sobre el sofá de mi casa / nos pintaremos la cara con helado de nata / mientras el mundo se acaba”–, mientras que la sanguinolenta “Me voy a desenamorar de ti”, donde Adrià comparte voces con la argentina Juliana Gattas –de Miranda!–, es un e-bolero sadomasoquista de grandes angustias existenciales contrapunteado con arreglos de cuerda y viento que remiten a La Costa Azul orientalizante de Louis Philippe. Los contrastes que vierte Papa Topo a lo largo del disco también funcionan en “Como el mar” con una introducción orquestal digna de Bernard Herrmann y el gabber infernal que la cierra: “Somos dos náufragos perdidos en la tempestad, sin un faro que ilumine esta inmensa soledad, me libro a mi destino, me siento un muerto vivo”. Papa Topo no baja la guardia ni la velocidad de sus pasodobles heterodoxos en “Nunca digo no”. Aquí arremete contra la falta de asertividad y los abusos –colar “esmegma” en una canción de pop es un hito, pero que no cunda el ejemplo–, de nuevo con un tinte quirúrgico que haría las delicias de Genesis P. Orridge: “Entro en el trastero, cojo unas tenazas y te amputo el miembro”. Todo en sentido figurado, claro.
“Dinero rosa” es una crítica al capitalismo rosa, o “gaypitalismo”, que era como llamaba la desaparecida Shangay Lily –Enrique Hinojosa Vázquez– a la mercantilización del orgullo LGTB, y “Crist de la Sang”, un romance cantado en mallorquín sobre alguien que acaba desfigurado, un poco como los adolescentes del último disco de The Residents, cuya conexión con Papa Topo es razonable en aspectos como la teatralidad o los picos catárticos. El “santo mártir” de la tonadilla es un masoquista que pretende victimizarse con el ingenuo propósito de excitar la compasión de los demás. Pero el descenso a los infiernos, más o menos dantescos, de “Presto y con toda la fuerza” tiene agradecidos descansillos en forma de seis cortes instrumentales al parecer inspirados en danzas cortesanas –barrocas y renacentistas–, si bien “Ricercare” estaría entre Falla, Debussy y Boulez, y “Fanfarria” suena más a obertura de Alex North para algún peplum de Hollywood.
“Presto y con toda la fuerza” es un trabajo ecléctico de electrónica orquestal con ciertas dosis de folclorismo, caos, ruido, disonancias –puede que no siempre queridas: la mezcla suena a veces demasiado embarrada–, repleto de melodías –que Arbona a veces boicotea malévolamente–, embutido de una comicidad desasosegante y detalles escatológicos, tan mediterráneos ellos, compuesto, arreglado y producido por su meticuloso autor durante los últimos tres años –aunque algunas canciones son incluso más antiguas–. Una inmolación post-indie absolutamente necesaria donde también han participado Sonia Montoya (bajo), Óscar Huerta (guitarras), Júlia Fandos Berenguer (flauta) y Marc Ferrer (coescribe las letras de “Ven a mis brazos”). ∎