Según palabras de Peter Gabriel, “i/o”, su primer disco con canciones originales en dos décadas –el anterior, “Up”, data de 2002–, es como una construcción de LEGO de la que se han ido suministrando todas sus piezas en cadencia mensual. Vistas esas piezas, escuchadas una a una al mes, no adquieren su totalidad hasta estar todas juntas y ensambladas. El disco tiene doce temas, y Gabriel lanzó periódicamente cada uno de ellos desde el pasado enero coincidiendo con las fases de luna llena, una forma como cualquier otra de dar a conocer su trabajo. El 27 de noviembre lanzó el último y coincidió con la edición del álbum doble: cada canción aparece en dos versiones, la bright-side mix, con mezclas de Mark “Spike” Stent, y la dark-side mix, efectuada por Tchad Blake. Se pueden escuchar seguidas las doce con la mezcla “brillante” y después las doce versiones en clave oscura, o alterar el orden natural en el que está concebido el disco y oír una detrás de otra las dos mezclas distintas de una misma composición. La verdad es que difieren en muy poco, leves matices, a veces imperceptibles si no prestas muchísima atención; un juego algo fútil.
Han sido dos décadas escasamente productivas en el ex-Genesis, dedicadas en esencia a las versiones y la reelaboración de su propio temario: en “Scratch My Back” (2010) adaptó de forma no muy inspirada canciones de Radiohead, David Bowie, Lou Reed, Paul Simon, Randy Newman, Neil Young, The Magnetic Fields, Talking Heads, Bon Iver, Arcade Fire, Regina Spektor y The Kinks, y el disco tuvo su correspondencia no exactamente simétrica en “And I’ll Scratch Yours” (2013), donde parte de los músicos versionados le devolvía el golpe/favor con una lectura de un tema de Gabriel; no todos quisieron participar en el segundo disco, decepcionados, al parecer, por la forma en que este había tratado sus creaciones. “New Blood” (2012), en medio de ambos, consiste en grabaciones orquestales de sus cortes más conocidos. Con todo, este espaciamiento empezaba a ser habitual: si entre 1977, año de su debut en solitario, y 1992, cuando apareció “Us”, Gabriel entregó seis discos de estudio, además de un doble en directo y la banda sonora de “Birdy” (1985), entre “Us” y “Up” pasaron diez años sin grabación alguna.
Se ha tomado todo el tiempo del mundo, el que no tienen muchos, para fraguar su reaparición. “i/o” bascula entre lo que queda en Gabriel del art rock y el pop más arriesgado que cultivó en sus primeros cuatro y formidables discos, el tono mainstream que fue vampirizando poco a poco sus melodías y arreglos, ese tono conceptual y algo mesiánico en cuanto a los “grandes temas” que trata (el terrorismo, el paso del tiempo, las injusticias sociales), su querencia por los ritmos tribales (demasiado mecánicos) y bailables (con guitarras funk y vientos previsibles: “Olive Tree” y “Road To Joy”) y una música de raíz más intimista con orquestaciones clásicas en las que vuelven a brillar sus cambios de entonación. “Playing For Time” es el tipo de balada sencilla a través de la cual rompió ataduras con lo más barroco de Genesis, pero también en esta canción, que podrían haber firmado Elvis Costello, Van Dyker Parks, Randy Newman o Harry Nilsson, le puede el exceso en los arreglos ampulosos que caracterizan el último segmento de su discografía. Cuando más desnudo se muestra, mucho mejor: “So Much” es un gran tema con voz, piano, coros, una guitarra en susurro y unos teclados envolventes que aparecen solo al final de la mezcla bright y que, sin embargo, tienen más presencia, junto a unos vientos muy tamizados, en la dark mix.
Gabriel vuelve a situarse en la encrucijada entre la gravedad y la sencillez, la grandilocuencia y la sofisticación. Muchos temas, caso del que da título al álbum, comienzan tenues, voz y piano, historias desgranadas con calma, para adquirir hacia la mitad de su andadura fases rítmicas y arreglos que bordean el AOR. De lo natural pasamos a lo aparentemente complejo y exiguo. No es nuevo, pero después de veintiún años de reserva, cautela y reflexión, podía esperarse algo más, no un regreso a aquel sentido de la exploración que caracterizó los discos “Peter Gabriel II” (1978) y “Peter Gabriel III” (1980), pero sí una renovación, tímida o exultante, de los cauces sonoros.
Aquí vuelve a participar Brian Eno –produce “Road To Joy”–, colaborador en la sombra de Gabriel: en “Us” tocó teclados adicionales en un tema y se le acredita en calidad de extra brainstorming, así que aportó ideas extra en la grabación y las mezclas como en los tiempos de la enossification que realizó en el disco de Genesis “The Lamb Lies Down On Broadway” (1974), y en el tributo “And I’ll Scratch Yours” hizo una versión de “Mother Of Violence”, de “Peter Gabriel II”. Tampoco faltan a la cita David Rhodes, Tony Levin y Manu Katché, el trío guitarra-bajo-batería más habitual en Gabriel, a los que se suman su hija Melanie Gabriel, la New Blood Orchestra –que ya grabó el disco “New Blood”–, el coro masculino sueco Orphei Drängar y el Soweto Gospel Choir. Entre amigos anda el juego. Reencontrarse con lo mismo tantos años después.
No termina aquí la cosa. Una versión en doble compacto más Blu-ray incluye, rizando el rizo, una tercera mezcla, la in-side mix en Dolby Atmos a cargo del productor e ingeniero de grabación alemán Hans-Martin Buff. Y para los muy adeptos, Gabriel ha encargado a una docena de artistas de distintos campos una pintura, fotografía o escultura que ilustre cada una de las canciones, vínculos visuales que ya probó en sus dos anteriores discos. Gente como Nick Cave, la artista conceptual inglesa Cornelia Parker, la poetisa, escultora y artista performativa Megan Rooney, el escultor irlandés Tim Shaw, el pintor camerunés Barthélémy Toguo, el escultor badalonés David Moreno y el artista contemporáneo y activista chino Ai Weiwei son algunos de los que le han dado el sí. ∎