Pink Floyd era un grupo interesante ya desde su nacimiento mismo, pero cuando en 1971 se rodó la película “Live At Pompeii” aún no se había producido su descomunal eclosión comercial, fruto del éxito de “The Dark Side Of The Moon” (1973; con 45 millones de copias vendidas en todo el mundo, figura en cuarta posición, 52 años después de su lanzamiento). Sin embargo, era en ese preciso momento cuando Pink Floyd estaba en la “cumbre”: había logrado sobreponerse a la devastación mental sufrida por su líder inicial, Syd Barrett, y su inesperado mutis por el foro, siendo sustituido en 1968 por David Gilmour.
El abandono de Barrett derivó el grueso del poder sobre la figura del bajista del grupo, Roger Waters, lo que resultó decisivo para la impresionante evolución musical de la banda, que, en principio, resultó incomprendida: Pink Floyd había debutado con “The Piper At The Gates Of Dawn” (1967), ejemplo insuperable del mejor rock psicodélico, pero con Waters ya al frente el camino elegido por este iba un par de pasos más allá en su capacidad de innovación y experimentación, fraguada en discos como “A Saucerful Of Secrets” (1968), “More” (1969), “Ummagumma” (1969), “Atom Heart Mother” (1970) y “Meddle” (1971). En 1971 –antes del lanzamiento del que es, probablemente, su disco menos reconocido, “Obscured By Clouds” (1972)–, el cuarteto aceptó la propuesta del director de cine Adrian Maben –escocés, pero nacionalizado francés– para rodar uno de sus conciertos típicos de aquella época, pero en un escenario absolutamente insospechado: las ruinas del anfiteatro de Pompeya, y sin público. Y durante cuatro días de octubre de ese mismo 1971 se procedió a rodar la actuación y una serie de tomas de los miembros del grupo caminando por las laderas del Vesubio e imágenes de la actividad volcánica del monte, del recinto histórico de la antigua Pompeya y de los mosaicos romanos preservados en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
El reciente hallazgo del negativo original de 35mm de la película, dentro de los archivos de Pink Floyd, ha permitido su restauración fotograma a fotograma, escaneados en 4K con las técnicas más avanzadas para garantizar obtener los detalles más finos y nítidos. Los sesenta minutos de duración original del filme se han combinado con partes documentales adicionales realizadas por el propio Maben, pocos meses después, en Abbey Road y otros estudios de grabación. Finalmente, la película se reestrenó internacionalmente en cines IMAX a finales del pasado mes de abril (también en España, aunque en muy pocas salas), además de volver a comercializarse en CD, Blu-ray y DVD. La principal novedad es que, coincidiendo con el acontecimiento cinematográfico, se ha comercializado por primera vez la grabación en plataformas digitales y como doble álbum en vinilo y doble CD “Pink Floyd At Pompeii MCMLXXII”, remezclado por Steven Wilson (el fundador, cantante, guitarrista y compositor de Porcupine Tree y productor famoso por sus remezclas de álbumes legendarios de la época gloriosa del rock sinfónico, de King Crimson a Yes, pasando por Jethro Tull, Emerson, Lake & Palmer o Camel).
El disco, ni que decir tiene, es asombroso. Ningún otro grupo ha conseguido lo que Pink Floyd: llevar el rock al mundo de la alta cultura. Y ningún otro grupo había emitido todavía los sonidos que Pink Floyd venía realizando desde 1968. “Pink Floyd At Pompeii MCMLXXII” nació antes de que “The Dark Side Of The Moon”, “Wish You Were Here” (1975) y “The Wall” (1979) cimentaran las enormes posibilidades comerciales del rock sinfónico, habiéndose situado entre 1968 y 1971 en un terreno experimental insuperable. Los seis temas que aquí se incluyen son fundamentales: “Echoes” (que, con sus 23 minutos de duración, ocupaba toda una cara del elepé original de “Meddle”, aparece aquí dividido en dos partes, abriendo y cerrando el disco), “Careful With That Axe Eugene” (que nació como cara B de un single y se convirtió, en cambio, en una de sus piezas imprescindibles en directo, con el inquietante susurro con que se enuncia la breve frase que le da título y los gritos apagados que emite seguidamente Waters), “A Saucerful Of Secrets” (el tema que daba título al segundo álbum de Pink Floyd, y que en la película es uno de sus momentos cumbre, con sus doce minutos de aparente improvisación cargada de violencia instrumental, con los golpes de percusión sobre gong que Waters realiza a contraluz; el ritmo kraut de Mason a la batería; Gilmour tocando la guitarra apoyada sobre el suelo arenoso del anfiteatro, y Wright haciendo sonar el piano a puro cluster con el antebrazo); “One Of These Days” (otro tema instrumental incluido en “Meddle”, salvo por la inquietante corta frase hablada con voz distorsionada por Nick Mason: “one of these days I’m going to cut you into little pieces”: “uno de estos días te voy a cortar en pedacitos”), “Mademoiselle Nobs” (también de “Meddle”, donde se titulaba “Seamus”, el nombre del perro que aullaba en la canción en ese disco; en esta ocasión, la perrita cuyo aullido se graba cuando escucha la armónica de Gilmour se llamaba Nobs) y “Set The Controls For The Heart Of The Sun” (también incluida originalmente en “A Saucerful Of Secrets”, siendo entonces la única canción en la que intervinieron los cinco integrantes de Pink Floyd, ya que también se podía escuchar la guitarra de Barrett).
Con todo lo que supone de ser este disco un auténtico “grandes éxitos” de la época más experimental e interesante de Pink Floyd (con extras de versiones alternativas de “Careful With That Axe, Eugene”, “A Saucerful Of Secrets” y la primera parte de “Echoes” grabadas en los cuatro días de rodaje original), lo realmente recomendable sería hacerse con la versión cinematográfica, en la que lo que se oye se ve en qué circunstancias se produce (por ejemplo, vemos como durante la interpretación de “One Of These Days” a Nick Mason se le escapa en un momento determinado una de sus baquetas y tiene que coger otra a toda prisa, sin dejar de tocar), además de poder presenciar imágenes posteriores, tomadas en estudios de grabación, en las primeras sesiones de “The Dark Side Of The Moon”, en momentos de descanso, mientras comían un bocadillo (¡también ostras!) o en charlas informales… o no tanto: en un momento determinado Waters habla del uso de la electrónica en la música del momento, insistiendo en el papel creador humano. “Es como decir: ‘Dale a un hombre una [guitarra] Les Paul y se convertirá en Eric Clapton’. No es cierto”, dice, en lo que parece una anticipación de cincuenta años al debate actual sobre la Inteligencia Artificial. ∎