Álbum

Protomartyr

Formal Growth In The DesertDomino-Music As Usual, 2023

¿Qué hace una banda de Detroit grabando su sexto álbum de post-punk en Texas? No es el efecto de la globalización, puesto que seguimos atrapados en el mundo anglosajón y ya sabemos que actualmente China lo peta. Son Protomartyr abriéndose camino desde su lejano Medio Oeste americano. Después del paralizante COVID y de una serie de dramas personales –“The Author” se refiere al fallecimiento de la madre de Joe Casey, letrista y cantante del grupo–, el proyecto necesitaba tomar aire fresco aunque fuese bajo un sol sofocante y con otra de sus enigmáticas portadas bajo el brazo. Intercambiar finitud, tema estrella de “Ultimate Success Today” (2020), su anterior disco, por la metáfora hermana del desierto, no es que mejore las cosas. Pero el título completo, “Formal Growth In The Desert”, sugiere algo positivo aunque sea inevitable: después del cataclismo se impone de nuevo la luz y el movimiento. San Esteban, protomártir cristiano por excelencia, estaría orgulloso de estos tipos resilientes.

Como decimos, la vida sigue y Protomartyr la han sabido aprovechar fichando a Jake Aron (Manel, Beth Orton, Snail Mail…), que ha compartido las tareas de producción con el guitarrista de la banda, Greg Ahee. Ambos consiguen que las aristas de “Formal Growth In The Desert” se amplifiquen en detalles y suenen espaciosas, redondas, incluso amables. Pueden flirtear con el punk rock –sirve la hipercrítica “For Tomorrow”, donde reconocemos a los primeros The Stranglers– o alejarse eficazmente de él –hipnótica e inagotable “Elimination Dance”– en ese vaivén entre lo nostálgico y lo contemporáneo que los caracteriza. Las melodías luchan por sobrevivir entre la disonancia –“Polacrilex Kid”, con su steel guitar a cargo de Bill Radcliffe, podría encapsular esta nueva apertura–, pero es esa combinación, original, sí, de furia y sensibilidad, junto a la personalísima voz de Casey, entre el cubismo dipsómano de David Thomas y la pasión lapidaria de Ian Curtis (esta vez no se oye a Mark E. Smith), lo que beatifica a Protomartyr.

Lo bueno de “Formal Growth In The Desert”, con alguna excepción inevitable considerando el nicho sonoro en el que se encuadra, es una variedad que seguirá enganchando a los fans en su faceta más enfática –envolvente, depredadora y brutal “3800 Tigers”, uno de los mejores cortes del disco– y que ampliará feligreses –“Let’s Tip The Creator”–. “We Know The Rats”, por ejemplo, se desenvuelve entre el velo ruidoso de My Bloody Valentine y el lirismo de Felt; “Fulfillment Center” sorprende con sus dinamismos cambiantes; las marciales “Fun In Hi Skool” o “Graft Vs. Host” –otro réquiem donde Casey propone recomponerse tras la pérdida– contienen líneas de batería y sintetizadores dignos del tándem Morris/Sumner, o de Swell.

Son las hechuras de un álbum intenso y complicado, construido sobre la diversidad de ritmos, trallazos eléctricos y atmósferas, donde la inmersión de Ahee en el mundo de las bandas sonoras puede haber tenido un influjo. Por otro lado, los paisajes de confrontación, externos e interiores, que plantea Casey son siempre tensos, turbadores y requieren dedicación. Pero parece claro que esta vez se muestra propenso a un optimismo –“Make Way” no inaugura el álbum por casualidad– anhelante de esperanza, básicamente amor –la abrasiva “Rain Garden” cierra en esa clave–, aunque nos pueda separar y todo esté perdido de antemano. Ya lo dice el refrán: no hay mal que por bien no venga. Que se lo digan al pobre San Esteban. ∎

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