Disco destacado

Rocío Márquez y Bronquio

Tercer cieloUniversal, 2022

Si la libertad del esclavo es elegir dueño, pues no le queda otra, en este espléndido “Tercer cielo” Rocío Márquez y Bronquio han escogido hacer lo que les ha dado la gana, libremente. Que, mientras no se invente otra, es la mejor manera de esclavizarse. Nos la legó para el recuerdo el último verso que dejó grabado Antonio Mairena, “qué grande es la libertad”. Fue en el tema que cerraba el disco “El calor de mis recuerdos” (1983), la toná “La madrugá”, justo el palo con el que también baja el telón este “Tercer cielo”. Aquí ese honor corresponde a “La marca”, que recupera precisamente aquella letra de “La madrugá” y se remata diciéndonos que “aquel que se va, va diciendo en el silencio: ¡qué grande es la libertad!”.

A la onubense y al jerezano les ha salido un disco muy afinado, pero lo que se dice muy afinado. Que si fuera un queso estaría tan maduro como sabría a fresco, y si fuera un crío sería tan descarado como respetuoso, y a la vez fiero y dulce. Contiene diecisiete piezas que suenan epatantemente actuales, pues cogen lo mismo de lo pretérito que de mirar lo venidero. Que se mueven jondas y lirondas, ahora entre la Venta de Vargas y el Berghain berlinés, y luego se pasan por el XOYO londinense para, sin cortarse un pelo, darse media vuelta y evocar el tablao Los Canasteros. Y como diría un pedante, todo ello sin solución de continuidad.

Moviéndose libres (no lo olvidemos, esto va permanentemente de la libertad, que es la valentía) a través de lo que Umberto Eco dio en llamar la fertilidad del error y de aquello que en 1998, en su premiado ensayo, Carlos Castilla del Pino bautizó como “El delirio, un error necesario”, Rocío y Bronquio se han enfrentado sin miedo ni tapujos a una bola de cristal como las del medievo, en un trance adivinatorio acierto-error, cual videntes, cuestionándose sobre el pasado, presente y futuro. “Desenseña a desaprender cómo se deshacen las cosas”, que decía la Bruja Avería. En una mano el flamenco, en la otra la electrónica. Puestos en balanza dos corazones a un tiempo. Que si el duende, que si la rave. Y que viva el libre albedrío, con cada uno descubriendo la música del otro, componiendo de ida y vuelta y sacando conclusiones. Y qué conclusiones. Oro molido. Miel. “Omega”.

De ese campo de minas no solo han salido ambos ilesos, sino muy reforzados. Como si el disco se preguntara, de forma involuntaria, porque no tiene ni una miga de ironía, asombrado de verse la cara tras mirarse al espejo, aquello que se decía en “Los delincuentes” de Veneno, lo de “quién es aquí el más fuerte”. Pues, ahora mismo, tú, “Tercer cielo”, tú lo eres. Con tu milonga, tus dos bulerías, tu verdiales, tu rumba, tu seguiriya en tres partes, tu garrotín, tu aguilando, tus tangos, con ese “El mengue y la zarabamda”, con tu debla, tu canción por soleá, tu pregón, con ese “El corte más limpio” y con tu toná. Con tus letras y tus palabras, propias, populares o ajenas (Luis García Montero, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, San Agustín, Carmen Macho, Macky Chuca, Enrique Morente, Manolo Caracol, Antonio Mairena...). Qué grande es tu libertad. Venga, fiesta y alegría / bailar hasta romper el suelo / venga, fiesta y alegría / por un motivo / por un motivo profundo / que me ilumina la vida / y por si se cayera el mundo”. ∎

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