Álbum

Rogê

CurymanDiamond West-Popstock!, 2023

Roger José Cury, alias Rogê, es un cantautor y guitarrista carioca que cuenta con varios álbumes editados en Brasil, pero sin repercusión internacional. Tras dejar su natal Río de Janeiro para mudarse a Los Ángeles, la cosa puede cambiar. Allí conoció a Thomas Brenneck –guitarrista, productor e ingeniero de sonido con una dilatada carrera vinculada a Daptone–, que quedó prendado con sus canciones y su voz, hasta el extremo de producirle un álbum, “Curyman”, que además es la punta de lanza de su nuevo sello, Diamond West. Pero antes de desmenuzarlo hace falta presentar como es debido al que en su tierra era conocido como “El Príncipe de Lapa”.

Hijo de un ingeniero, Rogê nació y creció en Arpoador, un elegante vecindario entre Ipanema y Copacabana. Su universidad fueron los clubes del barrio de Lapa. Allí se hizo amigo de varios sambistas negros, entre los que destaca Arlindo Cruz, que se convirtió en su mentor. Fue él quien lo introdujo en las favelas para que se impregnara de la esencia de la samba. Su ayuda fue fundamental para que se le respetara. En 2008 debuta en Carioca da Gema, el club de samba más prestigioso de Lapa, donde residió durante diez años. En este tiempo cimentó una carrera, que empezaría en la escena independiente, con álbumes como “Brasil em brasa” (2008) o “Fala geral” (2010). Su fichaje por Warner motivó que “Na veia” (2015), su disco compartido con Arlindo Cruz, fuese nominado a los premios Grammy. Pero ni con la edición posterior de “Nômade” (2018) –con colaboraciones de Richard Bona y Sérgio Mendes– la cosa acabó de funcionar. En 2018 se traslada a Los Ángeles, donde, sin apenas hablar inglés, al principio lo pasó mal. Lo ayudó su ídolo y amigo Seu Jorge, que se lo llevó a Europa a grabar un disco acústico en 2020 para el sello holandés Night Dreamer, en su serie “Direct-To-Disc”. Y aunque la pandemia abortó los conciertos que tenían previstos, su teléfono empezó a sonar. Colabora con Robin Thicke, y en 2021, mientras grababa con Molly Lewis, conoce a Brenneck. Este ve su potencial y decide poner toda la carne en el asador, hasta el extremo de contratar a Arthur Verocai –un músico de culto cuyo álbum de debut, “Arthur Verocai” (1972), ninguneado en su día, ha sido entronizado en la era del sampler–, un afamado arreglista que se ha encargado de orquestar varios temas, aunque la mayoría de músicos que participan en el disco son estadounidenses, como el teclista Victor Axelrod.

Unos esplendorosos arreglos de cuerda sirven para iluminar el primer single “Pra vida”, introducido por un aire de wéstern que desemboca en una jubilosa y torrencial samba. Otro single, “Existe uma voz”, es también por completo deudor de la samba soul de Seu Jorge, pero con el toque personal que proporcionan unas deliciosas armonías vocales femeninas, potenciando la espiritualidad de una letra que habla de la necesidad de escuchar y creer en la voz que todos tenemos dentro. Otros temas que explora el disco son las raíces indias y africanas del Brasil, algo muy evidente en “Retumbar do meu tambor”, cuya letra deja claro que: “Sou cúmbia, sou mambo, sou lundu / Guaguancô, carimbo, maracatú / Sou tudo que a África mandou”. Por su parte, “Nação Tupi” y “Yemanjá”, combinando exuberancia coral y percutiva la primera y melancolía exótica la segunda, son mecidas por unas detallistas y cinemáticas orquestaciones. El respeto por la tradición se hace evidente en “Mistério da raça”, una versión de Luiz Melodia, cuyo sabor afro-brasileño se ve refrendado por unos lujuriosos arreglos orquestales que por momentos parecen filadélficos.

El sentimiento ecológico aflora en “Grito do natureza”, citando a las deidades orishas y mezclando samba y funk en un groove que suena brasileño y acid jazz. No extraña, pues, que un pope como Gilles Peterson muestre admiración por un trabajo que también enseña una parte más intimista en “Camará” –versión de Raphael Rabello, que fue un guitarrista virtuoso y especialista en choro–, con su voz, guitarra acústica y una flauta como grandes protagonistas, o en la balada “Se eu for falar de amor”, entre lacrimógenas cuerdas y cierto swing latiendo de fondo. Uno de los temas más logrados es “Eu gosta dela”, de nuevo con la samba soul por bandera, con unos irresistibles “uh-uh-uhs” remarcando un estribillo que fluye con pasmosa naturalidad. El notable disco finaliza con la miniatura de apenas un minuto “O vento”, recurriendo a la mística del legendario Dorival Caymmi, en lo que deviene una especie de haiku tropical. ∎

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