Álbum

Saint Etienne

InternationalHeavenly-[PIAS] Ibero América, 2025

Saint Etienne entregan con “International” su último álbum, el decimotercero de una larga carrera de 35 años. Dicen que lo hacen por retirarse en su mejor momento, aunque uno se pregunta si la carrera del trío londinense ha sido una sinuosa y suave curva descendente desde el inolvidable “Foxbase Alpha” (1991), el insuperable “So Tough” (1993) y el melancólico EP “Avenue” (1992), todos en Heavenly Records.

La idea de dar un amistoso carpetazo a la banda parece que salió de Bob Stanley, cabeza pensante del proyecto, quien proponía los conceptos, y la de hacer un último álbum –hay otro de caras B en ciernes–, de Sarah Cracknell. Despedirse con el crepuscular “The Night” (2024) hubiese supuesto traicionar de alguna forma la imagen con que se les asocia desde que irrumpieron en los albores de la hedonista década de los noventa con el pop bailable de “Only Love Can Break Your Heart”, “Kiss And Make Up” “y “Nothing Can Stop Us” –ya con Sarah al micrófono–.

Un rasgo de Saint Etienne, estandartes del llamado sad disco”, es esa melancolía de la que “International” no ha quedado exento. Sentimientos comunes para incipientes sexagenarios como ellos –solo Stanley tiene 60, Pete Wiggs y ella, 59– como el paso del tiempo, la pérdida de la juventud y las cosas que llegan en la madurez. La memorable “Glad” lo abre, entre Electronic y Pet Shop Boys, con Tom Rowlands, mitad de The Chemical Brothers, y sus inconfundibles guiños de producción junto a Jez Williams de los también manchesterianos Doves. Comparten el crédito con Cracknell y Wiggs y marcan con ella el paso del álbum: “¿No te hace feliz estar vivo?”. La celebración de la vida, del amor, del momento, de cómo todo eso se convierte en recuerdos. “Dancing Heart”, firmado por Wiggs y Tim Powell (Xenomania), empleado de Saint Etienne al menos desde “Finisterre” (2002), habla un poco de lo mismo. Las colaboraciones marcan de forma especial “International”, más incluso que en el pasado de una banda que ha recurrido a todo lo que rima con apropiacionismo para elevar el estatus del pop indie a los olimpos.

Antes de pasar a la vaporwave “Sweet Melodies”, coescrita con otro viejo conocido como Erol Alkan –suya es una extensión de la genial “Last Days Of Disco” en 2012–, llega “The Go Betweens” –sin guion: nada que ver con los australianos–, firmada con Augustin Bousfield –fijo discontinuo en la tribu desde “I’ve Been Trying To Tell You” (2021)– y Nick Heyward, líder de Haircut 100, que sigue a Cracknell con una historia de maduritos en pleno revival love. No hay corte en “International” sin un invitado: voces, producción, instrumentistas, composición. En la italo disco “Save It For A Rainy Day” se nota la mano de Adam Hunte, de Flash Cassette; entre sedosos sintetizadores y dulces breakbeats, “Fade” cuenta con Mark Waterfield, de nuevo coadyuvante habitual; “Why Are You Calling” insiste en una relación antigua, solo que ella no le ve el punto a seguir. Aquí aparece en algún momento la voz de Fabrice Couillerot, creador de First Third Books, la editorial que publicó excelentes foto-libros de Felt, Genesis P. Orridge, Big Star, Marc Almond o los mismos Saint Etienne. No podía faltar ningún amigo a la fiesta de despedida.

Ni héroes. El estribillo de “Why Are You Calling” parece salido del “Violator” (1991) de Depeche Mode, aunque es Vince Clarke, rey mago del synthpop de los años ochenta con ellos, Yazoo, The Assembly o Erasure, quien imprime su sello en “Two Lovers”, si bien la temática resulta reiterativa –dos viejos amantes sin futuro– y la pieza no es para echar cohetes a pesar de su buena producción. Algo similar le sucede a “Take Me To The Pilot”, esta vez con Paul Hartnoll –el menos raro de Orbital–. Saint Etienne, una empresa colaborativa en esencia, siempre supieron rodearse de genios sin perder la suya propia. Su apuesta por la actualidad llega en cortes como “Brand New Me”, seguramente el sencillo más potente de este álbum de kitchen pop, con la joven voz de Janet Planet. No la ex de Van Morrison, sino una australiana llamada Grace Stephenson, que la compone junto a Cracknell y sus colegas en Confidence Man, Lewis Stephenson y Aidan Moore. La etiqueta le pertenece Cracknell, la estrábica más deseada del pop, ahora una señora casada: una reedición de los kitchen sink drama versión club.

Después de la baleárica “He’s Gone”, el trío llega al final del camino reservándose “The Last Time”. Con el aristocrático acento inglés de Sarah Cracknell y compuesta por los miembros fundadores de Saint Etienne, Pete Wiggs y Bob Stanley, dos grandes no músicos con olfato de oro para el gran pop, coincide también que fue la última canción de las sesiones de grabación y que ella hizo esfuerzos por no llorar al cantarla. ¿A quién se le ocurriría tamaño acto de sadomasoquismo sino a tres ingleses superferolíticos como ellos? Parece evidente que con Saint Etienne desaparece una forma de hacer pop: independiente, visual, brillante, astuto, amateur, retroprospectivo. Apenas hemos pestañeado –es un decir– y ya no están. ∎

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