Si el cloudrock y el hyperpop son en cierta manera las dos caras del que es el gran iceberg underground desde hace algunos años, ambos han ido retroalimentándose en los últimos dos hasta dar con una escena muy poliédrica, muy abstracta también, que en cierto sentido lo abarca “todo” a nivel genérico o estilístico y se diferencia esencialmente en el enfoque: el lenguaje es el del pop y el rock más clásicos, mayúsculos y antonomásicos, populares, pero el dialecto hablado, la dicción y la forma de expresarse tienen mucho más que ver con los modos alternativos y subterráneos, acompañando a una especie de revisión de la idea de “indie” que vuelve a colarse con fuerza en el imaginario colectivo abrazado por una nueva generación de “versos sueltos”. Gran parte de estas escenas parten de Dinamarca, pero se expanden también al Londres de Dean Blunt o Mica Levi y al circuito experimental estadounidense –Oakland, Texas, Chicago, Nueva York–; además, las integran músicos profesionales, formados en el entorno académico, y por tanto su aproximación es completamente intencional: no es pop para triunfar, no es pop para gustar; es pop por amor al pop, a sus estructuras, tempos y melodías, una demostración realmente innecesaria de que el pop puede no estar vacío.
En su primer disco como Sharpie Smile, la pareja formada por la compositora y vocalista Dylan Hadley y el compositor, productor y arreglista Cole Berliner se sitúa precisamente junto a los artistas más puente entre ambas caras del iceberg, Caroline Polacheck, ML Buch y oklou, para rehacer por completo su discurso artístico. Y evidentemente puede leerse como oportunista justo cuando esta escena sonora es el trend under del momento, pero lo cierto es que “The Staircase” está excelentemente hecho, con conocimiento de causa y recursos propios e imaginativos, como el crescendo de cuerdas de “Brick Or Stone” o esa extraña abstracción de compresiones digitales que es “The Slide”, en el fondo más relacionada con Sleigh Bells que con cualquiera de las antes mencionadas.
Precisamente su enfoque prog y psicodélico, que destaca las dos piezas que delimitan el disco –“The Bells”, con el clasicismo freak de Smerz pero también más maximalista, y el polachekiano y preciosista final homónimo, insectos mecánicos y hadas quirales flotando en el ambiente–, y la sensación habitual de caos controlado que también relaciona a Sharpie Smile con Magdalena Bay son dos de los grandes puntos axiales sobre los que el dúo ha decidido virar su propuesta: no queda ni rastro sonoro de las aventuras de ambos como Kamikaze Palm Tree, una banda de art rock muy adherida a la escena psych de San Francisco, pero en cierto sentido sí mantienen el espíritu DIY y lo alucinógeno que los caracterizaba en aquella aventura, y no han cambiado ni de equipo ni de sello –Drag City– para este nuevo proyecto: después de todo, ni ML Buch está tan lejos de José González ni este tan lejos de Alex G, y quizá el gran nexo de unión es que las suyas son músicas utópicas y no distópicas que se construyen con elementos del pasado pero que retratan el mundo que ven, enfrentándolo con una actitud escapista, y son capaces de imaginar un futuro con algún atisbo de esperanza. Indie sleaze, nueva sinceridad, hopepunk, organicismo new age, todo mezcladito en una nube virtual de resistencia independiente.
No extraña, por tanto, que “The Staircase” esté producido por un Alex G contemporáneo como es Cesar Maria, o que sus letras mantengan ese misterio críptico y onírico que les gusta a Caroline Polachek u oklou al mismo tiempo que recurren a imágenes sugerentes, plásticas, muy sensoriales. Tampoco que en su centro gravitatorio estén “Answer”, un tema que contrapone el “Blood And Butter” de Caroline Polachek y el “Lucky Man” de Emerson, Lake & Palmer y, sobre todo, sus solos finales de gaita y Moog, respectivamente; una balada electrónica desdibujada como “Love Or Worship” –que, junto a “Disappears” o “The Letter”, con ese break que no rompe sino más bien colapsa, se mueve entre los terrenos de pop naturalista de Polachek y las fantasías de ML Buch y oklou, pop celestial y abstraído, casi filtrado–, y “So Far”, drum’n’bass minimalista decorado con el arpa de Leng Bian que hace pensar en James K y, de forma retrospectiva, en una de las bandas responsables de todo esto, Bows: será casualidad, pero este proyecto de “trip hop” de los noventa del londinense Luke Sutherland editado por Too Pure y vinculado a la órbita 4AD también surgió de las cenizas de una banda art rock, Long Fin Killie, y estaba completado por una cantante danesa, Signe Høirup Wille-Jørgensen.
Solo “New Flavour” desentona a lo largo del recorrido en su intento de adentrarse directamente en el club con una producción más directa y ridícula: no parecen haber salido mucho estos dos, y el resultado termina demasiado cerca de una fiesta de hermandad universitaria. En definitiva, “The Staircase” es una gran aproximación a un sonido en principio ajeno, pero con el que es posible encontrar conexiones desde muchos ángulos. Solo el tiempo dirá si ha sido cosplay o si Sharpie Smile son otros dos locos que han encontrado, por fin, en este iceberg, una forma de expresarse que conecta con su manera de vivir, y de pensar. ∎