Como si se tratara de una versión amazónica etérea de los preceptos sonoros instaurados por el gran Florian Fricke a través de Popol Vuh. Así es como se presenta el ecuatoriano Nicolás Alexander en su fascinante tercer LP, que lleva como título “Flor es ser”.
Para poder conformar las nueve canciones que componen tan orgánica muestra de folktrónica abstracta, su autor ha diseñado un estimulante universo visual, destilado en la espaciosa perspectiva instrumental de un temario de poderosa pulsión cinematográfica.
Al hablar de Soios lo estamos haciendo de un mundo analógico en modo retrofuturista. Las composiciones de Alexander tanto remiten al ensoñador cosmos naturalista sembrado por Herbie Hancock en “Sextant” (1973) como a una especie de alternativa minimalista de lo que Chancha Vía Circuito lleva mostrándonos desde hace años.
De este modo, “Flor es ser” arranca con fantasías nocturnas como “Fuente” y “Caudal”. De las sonoridades cubistas de corte electrónico desplegadas en la primera al delicadísimo híbrido electroacústico sembrado en la segunda, va conformándose un camino de extremos perfectamente anudados en cortes que también llegan a la pulsión jazz cósmica tejida en las cuerdas planeadoras de “Lo que habitó”.
En otro corte como “A la orilla”, las leyes del contraste nos transportan a una pieza acústica que remite a la versión más folk de Nick Drake. En este mismo tema, somos testigos de un hipnótico trasfondo, compuesto de trazos ambient y difuminadas percusiones vocales, con las que enmarca poderosas imágenes de oxigenante condición naturalista.
Dentro de tan maravillosamente aprovechados treinta y seis minutos, también asistimos a constantes demostraciones de microrritmos electrónicos insertados a lo largo de esqueletos florecidos en modo acústico, tal que en la pastoral “Vientre”.
La poética de los cuatro elementos terrestres brota más allá del canto casi susurrado del de Quito. Es un hechizo que traspasa la misma textura del finísimo armazón instrumental hilado. Todo un ejercicio de (verdadera) innovación, cuajado en uno de los murales sónicos más personales y embriagadores de lo que llevamos de década. No en vano, al referirnos a “Flor es ser” resulta imposible obviar términos tan rimbombantes como clásico contemporáneo. Sin duda, una alegría de fascinación surrealista que incluso en piezas como la instrumental “Lagoscilante” puede llegar a ser considerada como una mutación de la liturgia pop hipnagógica proveniente de las propuestas del sello británico Ghost Box.
Desde otro de sus flancos de acción, también surge una variación rabiosamente personal de los santos mandatos instaurados por Mark Hollis en sus últimos años con Talk Talk y en solitario. En este sentido, “Embarcados” remite a esta última comparación. Asimismo, último escalón de una experiencia de alta graduación mántrica de poderosa pulsión sacra en su oratoria folk. Para escuchar, sentir y ser ondulados en selvático cinemascope. ∎