Lo sabía desde antes de pinchar el disco por primera vez. Me iba a gustar. Hay un puñado de bandas –no muchas– que son garantía de calidad, y Tachenko es una de ellas. Pueden pasar los años y pueden cambiar de miembros, de estética, de sonido y si me apuran hasta de piel, pero siempre aciertan. Hay algo en sus canciones que suena familiar, a lugar que ya conoces y en el que siempre gusta entrar. Es pop sin dobleces, son canciones hechas con amor al arte.
Produce Edu Baos, ex miembro del grupo y bajista de León Benavente, y lo hace luciéndose en unas canciones que se prestan a los matices. El proceso de creación del álbum no ha sido el habitual en el grupo, acostumbrado a trabajar las canciones en el local de ensayo. La pandemia les obligó a componer primero en casa para después moldear y arreglar directamente en el estudio. Esto ha resultado ser un acierto, dado que les ha permitido explorar nuevas vías de expresión y exprimir los recursos de la sala de grabación. Por este motivo quizá haya alguna escapada a terrenos poco transitados, como el ritmo –casi– de música disco ochentera en “Cuatro estrellas”, que termina por encajar sin desentonar. Pero el desvío no ha sido excesivo. No han perdido el norte ni se han dejado engatusar por las mieles de la experimentación exacerbada. Aquí hay fundamentalmente melodías bien hechas encerradas en buenas canciones. Escuchen por ejemplo “Miedo me dan” (me suena a ABBA), “Oso de plata” (una preciosidad), “El norte” (con su aire retro irresistible) o la que da título al disco, “Las discotecas de la tarde” (perfecto cierre con un estribillo que podría haber formado parte del repertorio de –¡sorpresa!– Alaska y Dinarama). Son solo cuatro ejemplos de la mucha música que hay en este álbum.
A menudo se usan frases comodín que resultan vacías, como cuando se afirma que tal o cual artista está en su mejor momento, pero es que el grupo de Zaragoza probablemente sí lo esté ahora. Y lo han logrado después de mucho trabajo y varios años consolidando a su formación más cohesionada: Sergio Vinadé y Sebas Puente (ambos guitarra y voces) afinando la puntería compositiva, y Alfonso Luna (batería) y Libi (bajo) como solvente y robusta sección rítmica.
En la nota de prensa que me hicieron llegar desde la discográfica se habla de Tachenko como lo que son: un secreto pop con mayúsculas. Quizá aún no sea tarde para que dejen de ser venerados por unos pocos y pasen a ser disfrutados por otros muchos. Este disco lo merecería. El mundo sería un poquito mejor. Y total, soñar es gratis. ∎