Álbum

Tame Impala

DeadbeatColumbia-Sony, 2025

Hubo una gran expectación cuando el Primavera Sound anunció –el sábado 7 de junio de este mismo año– que Kevin Parker estaría haciendo un DJ set en el escenario Cupra y, después, por la noche, otra sesión en Nitsa, en la sala Apolo. No era la primera vez que el australiano, mente maestra detrás de Tame Impala, se subía a las cabinas, y de hecho ya lo habíamos visto hacerlo en 2022 precisamente en el Primavera Sound, pero la cantidad creciente de años sin noticias musicales, y lo sorpresivo de la aparición, activaron en su momento más alarmas de lo normal. Aquel día, en Nitsa, Parker estrenó una “nueva canción de Tame Impala”, un tema que tanto podía significar una transición del sonido del proyecto hacia un entorno más club como un remix en clave electrónica británica de un tema más “convencional”: aquella “End Of Summer” terminó siendo el primer sencillo de este nuevo trabajo de Tame Impala, y de algún modo, ya lanzada oficialmente, confirmaba lo que presumiblemente iba a ser un giro club del proyecto. Parker, además, reforzó esta idea en los meses subsiguientes asegurando en varias entrevistas que “Deadbeat” estaba inspirado en las fiestas al aire libre de la escena bush doof de Australia: básicamente raves con mucha presencia de conceptos y drogas psicodélicas, sonidos derivados del Goa trance y actividades vinculadas al new age; raves pijipis, en definitiva.

Con este contexto previo, lo primero que sorprende del quinto disco de Paker es que finalmente no es ese trabajo full electrónico que prometía ser, aunque incluya algunos de los ejemplos más pisteros de su carrera y en general mantenga un pulso upbeat. Pero lo que termina preocupando es que tampoco logra sentirse como un disco plenamente de Tame Impala, más allá de que no esté mal que por primera vez quede meridianamente claro que NO SON una banda, sino un proyecto personal e intransferible –intransferible: desde 2023 Sony es el dueño de todas sus canciones– de Kevin Parker, algo que muchos parecen haberse resistido siempre a entender. La hibridación de ambos mundos conseguida en “End Of Summer”, que al final resulta ser la mejor canción del disco, simbiosis realmente efectiva de la ambientación psicodélica y la melodía agridulce que son marca de la casa y un estilo más cercano a lo que hacen Caribou o Jamie xx, dejando ver emoción y calidez en su interpretación del deep house y el house progresivo, no encuentra su horma en prácticamente ningún otro momento de “Deadbeat”.

Y ahí radica el mayor problema de este nuevo álbum: ni se termina de decantar por un lado u otro ni consigue encontrar verdaderamente equilibrio alguno entre los dos salvo en instantes muy puntuales, especialmente dos casualmente muy continuistas respecto al sonido de “Currents” (2015): “My Old Ways” y “Dracula”, que además conecta con las producciones de Parker para Dua Lipa o con Justice, que sí se perciben como verdaderas influencias de este trabajo. Dos buenos ejemplos son “Ethereal Connection”, un contundente intento de acid techno que se pierde en marañas melódicas sin demasiado sentido, o “Afterthoughts”, que funciona como un bassline interesante con reminiscencias de “Thriller” (1982; Michael Jackson) y del sonido de Peggy Gou, pero sin el espacio rítmico que el funk y el disco ofrecen para encajar una melodía que, en este caso, a veces parece insertada a la fuerza y con calzador: Parker ha entendido ciertas estructuras de la música de baile y el efecto de algunos drops, pero ¿no lo que es un leitmotiv en el house? En este sentido, hay temas que se sienten completamente despersonalizados, incluso: “No Reply”, por ejemplo, parece un remix funcional y poco arriesgado de algún tema de Animal Collective, y “Obsolete” de alguno de Khruangbin, aunque sea interesante ese amago de hip hop en la base, cercano a las producciones de The Neptunes o Timbaland; “Not My World”, por suerte, y aunque también recuerde demasiado a una salida electrónica de Julian Casablancas, sí funciona dentro del contexto del álbum espectacular que Parker debía tener en la cabeza.

Suma esto a ese intento completamente fallido de dembow que es “Oblivion” –escúchala y después ponte “Ghost Orchid” de Nick León con Ela Minus y me cuentas qué tal– y al hecho de que las partes y canciones que serían más clásicamente Tame Impala –por ejemplo “See You On Monday (You’re Lost)” o una “Loser” que solo salva ese final desdibujado que podría encajar como un opening de James Bond– son de las más flojas de su carrera, y tienes su trabajo más pobre en todos los sentidos. ∎

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