Los lindes del jazz se ensanchan cada vez más en manos de uno de sus grandes heterodoxos, Shabaka Hutchings. De hecho, este disco de The Comet Is Coming podría funcionar igual de bien en un festival del ramo que en una rave, si es que aún existen. Con Sons Of Kemet ya disueltos (cómo le está cundiendo el tiempo a su percusionista Tom Skinner, girando con The Smile, colaborando con Beth Orton o comandando su proyecto Hello Skinny) y Shabaka And The Ancestors en punto muerto desde el día mismo en que quedamos confinados por la pandemia (su “We Are Sent Here By History” se publicó aquel viernes 13 de marzo de 2020 en el que aquí nadie estábamos para estas cosas), el trío que King Shabaka (saxofón y clarinete) forma junto al teclista Dan Leavers (Danalogue) y el baterista Max Hallett (Betamax) se perfila como su principal nave nodriza, cada vez más empeñada en surcar el espacio exterior con una determinación más electrónica, más apocalíptica (no hay más que leer los títulos y testar algunas atmósferas) y más cósmica aún si cabe. Quizá sea jazz, pero es también funk futurista y psicodelia opresiva, a la vanguardia de la renovación que desde hace más o menos un lustro encabeza desde Londres.
Un trip sideral en toda regla, tan heredero de Sun Ra como de costumbre, por supuesto, pero que también conecta más que nunca con el misticismo celeste que se gastaban la escuela hip hop de The Soulquarians o el drum’n’bass astral de 4 Hero. ¿Una galaxia demasiado vasta como para ser explorada en un único disco? Probad con la sinestésica “TECHNICOLOUR” o con la sincopada “PYRAMIDS”, que suena como si quisiera actualizar la herencia dubstep, y me decís. La diferencia aquí radica en que no hay voces invitadas. No hay spoken words, a diferencia de anteriores empeños. No hay una Kae Tempest ni un Joshua Idehen. Y en que la apuesta está llevada más al límite que nunca. O sea, a la relajación máxima de cualquier límite. O a su ausencia directa. “Reunirse sin saber cuál será el resultado, considerar todo lo que reside en el subconsciente”: esa fue la máxima a la que se entregó el trío para este tercer disco, alumbrado en solo cuatro días en los estudios Real World de Peter Gabriel. La placentera ensoñación de esos sintetizadores planeadores (“LUCID DREAMER”) o de esa percusión post-bop (“FREQUENCY OF FEELING EXPANSION”) contrastan con una segunda mitad algo más malrollera, apuntalada por la deriva free jazz del saxo de Shabaka en la apocalíptica “ANGEL OF DARKNESS”, por el traqueteo motorik de una “AFTERMATH” que recuerda a cualquier soundtrack de John Carpenter, por la esquizofrenia insana de “ATOMIC WAVE DANCE” o por el enloquecido sonido de videojuego de “MYSTIK”.
La moraleja a esta jugosa experiencia sensorial, que se puede extraer entre líneas, es que si el meteorito nos alcanza y todo esto se va al garete, que al menos nos pille zambullidos en odiseas tan estimulantes. ∎