Reconforta esto de comprobar que The Jesus And Mary Chain desdeñan el ralentí, se quitan las legañas y se desmarcan del piloto automático que dictaba aquel “Damage And Joy” (2017) que en realidad era más un disco de retales –cortes compuestos por separado a lo largo de un gran lapso de tiempo y rebozados para la ocasión– que un rencuentro con su mejor versión. La sacudida rítmica del krautrock, la mugre de los Suicide, las propiedades vigorizantes de un electro rock virulento y los guiños a Iggy Pop, los Rolling Stones y The Velvet Underground marcan el arco expresivo de este octavo disco, grabado en el estudio de Mogwai y publicado con dos semanas de retraso a causa de la escasez de vinilo, y que llega a 40 años vista de sus primeras canciones. Un trabajo no exento de algunos altibajos pero sí dotado de suficientes argumentos como para pensar que es la mejor versión posible de los hermanos Reid a estas alturas de la película, afanados por enlucir un currículo que celebra las cuatro décadas con un inminente libro –“Never Understood. The Jesus And Mary Chain”, su historia contada por ellos mismos, en la calle desde agosto– y un documental por concretar. La efeméride bien valía sacudirse de encima la modorra.
Se constata desde la inaugural “Venal Joy”: cadencia motorik y la voz femenina de su paisana Fay Fife (The Rezillos) dotándolos de nuevo con porte desafiante y afán de aventura. De hecho, creo que “jamcod”, con ese beat metálico que golpea dejando un sabor a frío acero en la encía y da la bienvenida a la ponzoñosa guitarra de William y a la arrastradísima letanía de Jim, es quizá lo más audaz (dentro de unos límites) que han hecho desde “Reverence” (1992). Su remate guiña el ojo a Bo Diddley e ironiza sobre su colapso en 1998, cuando los dos hermanitos decidieron aparcar el asunto porque, si no, podrían haber acabado matándose. En “Discotheque” gastan un pop electrónico deshuesado y minimalista que si a algo no invita precisamente es a bailar, y que recuerda más a los U2 de “Zooropa” (1993) que a los de “Pop” (1997), donde sí había exactamente una canción que se llamaba así. Podrá parecer una herejía la mención conjunta, pero hasta Elton John dio su bendición a “jamcod” en su show radiofónico ‘Rocket Hour’, en Apple Music, hace un par de semanas.
“American Born” tributa claramente a Iggy Pop, “Hey Lou Reid” lo hace más a The Velvet Underground que a Lou Reed y “The Eagles and The Beatles” dispensa honores precisamente a unos Rolling Stones que no citan en el título (a diferencia de aquel clásico de The House Of Love) pero mencionan repetidamente para encabezar un name dropping de leyendas (Bob Dylan, Sex Pistols, The Beach Boys, The Faces) que discurre a lomos de un rijoso glam rock electrónico: lo más desenfadado, jubiloso y recreativo que han hecho en décadas.
Hay otros momentos que bajan ligeramente el listón y suenan a formulismo acomodado, como “Mediterranean X Film”, “Chemical Animal”, “Pure Poor” o una “Girl 71” eficiente pero déjà vu, y otros que se sostienen mejor aunque remitan a patrones más que exprimidos, como la obsesiva y sexi “Silver Strings” (tan Primal Scream) y la plácida “Second Of June” (tan cerca del canon estandarizado que pulieron en “Stoned & Dethroned”, en 1994), pero se impone la sensación general de una recuperación, dentro de lo que cabe (que por algo rebasan los sesenta), de aquel ánimo contencioso y retador que los hizo únicos. ∎