A principios de 2001 la gran ola era el regreso del rock, la aspereza, el ruido, el estribillo y, en el caso de The Libertines, el escándalo. Cuando Pete Doherty y Carl Barât, junto con John Hassall (bajo) y Gary Powell (batería), comenzaban a llamar la atención de la industria discográfica, pocos pudieron anticipar el caos, el torbellino de abuso de drogas y delincuencia que se avecinaba. Su primer disco, publicado en octubre de 2002, cumple veinte años: “Up The Bracket”, “una forma cockney de referirse a esnifar cocaína o recibir un puñetazo en la garganta” (Urban Dictionary). Ambas válidas.
Veinte años de Libertines han sido dos décadas ligadas a la fórmula “la respuesta británica de los Strokes”. Aunque ya de partida se palpaba algo más. La fuente, original de la época, la crítica de ‘The Guardian’ en 2002: “The Libertines es una de la al menos media docena de bandas que recibieron el cáliz venenoso de la prensa musical de ‘la respuesta británica a los Strokes’ (¡check!), pero su debut efervescente sugiere que pueden sobrevivir a la bravuconería. ‘Up The Bracket’ ve inesperadamente a la banda seguir un linaje británico de Small Faces, Kinks, Smiths y Buzzcocks”.
Pero el imaginario Doherty/Barât se expandía más allá de los tótems autóctonos: Creation (el grupo de garage pysch rock de Eddie Phillips, no el sello), los sonidos jamaicanos de Dennis Brown, Esther Phillips, el UK jazz del Graham Collier Sextet o el folk escocés de Bert Jansch. El disco provocaría una retahíla de grupos nmeizables, pero también un microcircuito subterráneo local en Londres: Littl’ans, Cazals, The Social, The Noisettes…
Tras un primer single, “What A Waster”/“I Get Along”, supervisado por Bernard Butler (ex Suede), para la producción de “Up The Bracket” se recurrió a Mick Jones, medio por convicción, por su habilidad con las mezclas (como los Clash, el grupo se movía en un amalgama sonoro de rock, skiffle, blues y hasta dub), medio por necesidad (su paciencia en manejar los comportamientos caprichosos de los artistas). “Up The Bracket” supuso el gran salto para el grupo y un empuje para Rough Trade, que pudo remontar el vuelo con exitosos lanzamientos de Arcade Fire, Sufjan Stevens o The Hidden Cameras (en España, en la añorada Sinnamon).
Si los Strokes eran la Nueva York en el tránsito pre/pos 11-S, The Libertines eran Londres y “Up The Bracket” la visión icónica del lugar. La “psicogeografía” que acuñó Debord: los efectos del medio geográfico sobre el comportamiento y las emociones de los individuos. Esta psicogeografía londinense nocturna está repleta de pubs, clubes, bebedores, consumidores y personal pasándolo bien. De los callejones de Whitechapel hasta Bethnal. Punk, poesía y lo más bucólico del pop inglés para dar forma a su concepto romántico de Albion, nada que ver con el nacionalismo proto-brexiter.
La edición Super Deluxe de “Up The Bracket” reúne hasta 65 grabaciones inéditas. Nueve canciones sacadas de un concierto del 100 Club, con unos Libertines en su versión más punk en el templo del punk de Oxford Street, más otros cortes en directo en The ICA (Londres), Nottingham Rock City y Divan du Monde, en París. Sesiones de radio, demos, caras B y descartes.
Ni siquiera el intento de domesticar al grupo con Alan McGee de mánager surgió efecto. Hasta alguien tan granado como el Creador de Creation Records sucumbió al poco tiempo a las tensiones entre los miembros, los parásitos, los camellos y todo el séquito que rodeaba al grupo. Dos años de caos concentrado siguieron durante otros dos años. Rough Trade consiguió sacar un segundo disco, “The Libertines” (2004), con el grupo en pleno proceso de implosión, Doherty entrando y saliendo de entre rejas y más centrado en su primer disco con Babyshambles. Discográficamente no volvieron a producir hasta “Anthems For Doomed Youth” (2015). Si tras veinte años, después de todo, siguen girando es porque “Up The Bracket” contiene la quintaesencia del rock británico. ∎