Álbum

Tomberlin

i don't know who needs to hear this…Saddle Creek-Popstock!, 2022

En la esperada continuación de “At Weddings” (2018), Sarah Beth Tomberlin dulcifica su indie folk a la vez que, quietamente, lo radicaliza. Su voz y sus melodías nunca han sonado tan cálidas; casi con potencial para brillar en la radio por momentos. Pero, al mismo tiempo, “i don’t know who needs to hear this…” es un tributo a los poderes del espacio y el silencio: guitarra eléctrica, bajo, piano o cuerdas vagabundean por las canciones en lugar de imponerse con fuerza, o lo que tradicionalmente entendemos por fuerza. Espacio y silencio suelen ser útiles, además, para lo que Tomberlin se propone con este disco: observar, reflexionar y encarar lo que venga con la mejor intención.

Ella ha citado la influencia de Radiohead por “cómo usan la electrónica para construir profundidad y espacio”, pero algo como “easy” hace pensar a este cronista ya medio veterano en unos antepasados de aquellos: Talk Talk y el piano de su líder Mark Hollis. Casi me jugaría un brazo a que el pianista invitado, el gran David Cieri (compositor habitual de Ken Burns), también estaba pensando en ellos.

Si en la simplemente sublime “easy”, Tomberlin parece molesta por que la consideren tan amable y suelta, en “born again runner” parece admitir que sí, que es ambas cosas, que no tiene problema en dejar pasar las malas pasadas. “Sé que no soy Jesús, pero Jesús, estoy tratando de ser suficiente”, canta en un guiño juguetón a su educación cristiana. A Tomberlin le gusta coger el lenguaje bíblico y convierte literatura confesional sobre relaciones: en “memory” transforma un famoso versículo del salmo 33, “hagan la prueba y verán qué bueno es el Señor”, en los versos “he hecho la prueba y te he visto / y aún así la confianza no llega”.

Ahora residente en Nueva York, a veces parece echar de menos el verde que la rodeaba de (aún) más joven en la Illinois rural. En “tap” canta sobre “árboles en la brisa”, “cómo se mecen y gritan y hablan y respiran”. Algo que parece conectarla consigo misma, todo lo contrario que el scrolling en Instagram: “Pulso el corazón hasta que me odio a mí misma / golpear el cuadrado y reordenarme a mí misma / no me gusta lo que hace conmigo / nunca me hace reír o cantar”. A lo largo del álbum, Tomberlin estudia con precisión y poesía sus propios patrones de conducta y los de los demás, no tanto por echar nada en cara, sino sobre todo por afirmarse en el afán de perdonar.

Sobre esa virtud, saber perdonar, gira el inesperado primer rocker del lote, “stoned”, con solo final de guitarra cargado de fuzz. El tema forma doble nocaut con “happy accident”, featuring Cass McCombs en un emotivo diálogo de riffs con Tomberlin. Otro invitado que se hace notar es Felix Walworth (de Told Slant) en las segundas voces de la final “idkwntht”, especie de promesa de Tomberlin de que seguirá haciendo música siempre, sin importar cuánta gente esté escuchando: “Cántalo como si fuera una oración / Cántalo como si no hubiera nadie ahí / Cántalo como si nadie pudiera oírte”. ∎

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