En la cultura pop el sound system se asocia con la música jamaicana cuando en realidad lo de las discotecas ambulantes es un fenómeno que alcanza otras latitudes. Así, en México se les llama sonidero y en la costa caribeña colombiana picó. Todos son lo mismo: grandes altavoces de abigarrado colorismo, un equipo para pinchar discos y el DJ que se desplaza por los barrios para amenizar fiestas populares que en Colombia también reciben el nombre de verbenas. El nombre picó es una adaptación del inglés “pick up” y alude al conjunto de potentes altavoces, micrófonos, consolas, amplificadores, mesas de sonido y pinchadiscos que son indispensables en las jaranas que se montan en los barrios de Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y otras ciudades costeras con un alto porcentaje de población afroamericana. En muchas ocasiones son asuntos familiares que pasan de una generación a otra, ya que la labor de los “picoteros” se remonta a los años sesenta, teniendo que apechugar con la gloria de ser unos héroes populares y a la vez luchar contra la dura competencia y, lo que es peor, una discriminación por vincular el movimiento a la violencia urbana y el consumo de drogas.
La importancia de la música africana en los picós es comparable a la que tuvo el rhythm’n’blues y el soul en la cultura jamaicana de los sound system. Los ritmos africanos están en la base de la cumbia y la champeta. Así, no es extraño que rumba, soukous y highlife compartan espacio en las sesiones con soca, salsa, calipso, vallenato o ritmos cubanos. La explosión de los picós se vivió en los años setenta cuando se desató una gran fiebre por el crate digging, sobre todo de música africana. La competición para hacerse con los mejores discos era despiadada y el miedo a ser copiados llevaba a los pinchadiscos a rascar los créditos de los vinilos para que nadie pudiera saber quién sonaba. Eso hizo que canciones llegadas de Congo o Mozambique, cantadas en lingala y otras lenguas africanas, como “Igbala Oso” o “Isitha Somuntu”, pasaran a ser conocidas como “El guanaso” o “La muñe” al ser rebautizadas así por sus celosos divulgadores. Otro ejemplo célebre es la canción “Zangaléwá”, del grupo camerunés de makossa Golden Sounds, convertida en “El militar” y luego sampleada por Shakira en “Waka Waka”. Se trataba de tener la exclusiva para atraer al mayor número de público. Aunque lejos de ser estrictos con los estilos musicales, lo importante era el vibe. Por eso tampoco era extraño escuchar canciones arábigas o incluso rock.
A finales de los años ochenta los teclados Casio y las cajas de ritmo Yamaha hicieron que la esencia africana y latina se mezclara con la música de baile high-energy y el trance. La experimentación electrónica fue de la mano de champeta y guarapo. La cultura de los picós se convirtió en esencial para el barrio, enfrentada a políticos y autoridades. Y ahora, para documentar su esencia, llega esta suculentísima recopilación auspiciada por Edna Martínez, DJ, productora y curadora colombiana afincada en Berlín. Un verdadero trabajo de amor para glosar esta música de baile de ida y vuelta en un desprejuiciado cóctel e intercambio musical entre Colombia, el África occidental y central y el Caribe. Editado en formato de doble vinilo, CD y también disponible en streaming, aterriza además con los imprescindibles textos escritos por Edna.
La selección de 16 temas se abre con la africanidad coral y la lujuria percutiva de “Takoradi”, del grupo ghanés WULOMEI, fundado por un músico que había sido percusionista del legendario E.T. Mensah. Luego suena uno de los highlights, el imparable “Puxa Odette” del CONJUNTO ANA N’GOLA, grupo angoleño de semba, un tema coloquialmente conocido entre los picoteros como “El palenquero” y dominado por percusiones y una determinante guitarra eléctrica. Los discos africanos traídos por los marineros en los años setenta hicieron furor. Fue el caso de “Egbe Ne Lueli” del trompetista nigeriano ZEAL ONYIA, que mezcló highlife, afrobeat y swing jazzístico. Otro must de highlife africano es “Igbala Oso”, cortesía de los también nigerianos PEACOCKS INTERNATIONAL HIGHLIFE BAND, con unos riffs de guitarra para derretirse. Pero para muestra de la “authenticité” africana ninguna como la exuberante rumba “La tout neige” del colectivo congoleño ZAÏKO LANGA LANGA.
En el apartado autóctono brillan con frenético ritmo LOS CORRALEROS DE MAJAGUAL, leyenda tropical colombiana y grupo troncal de Discos Fuentes, cuyo “Remanga” es guasón en el apartado letra y un huracán de percusiones, metales y acordeón. Por su parte, la trovadora jíbara boricua Ernestina Reyes, conocida como LA CALANDRIA (1925-1994), lo borda en el son “Como duele una traición”, y el cantante CARLOS DÍAZ, nativo de Trinidad y después residente en Cuba, tumba con gran sabrosura al frente de su orquesta en el son montuno “Tres meses de vida”, originario de 1961. No menos inapelable resulta la rumba “Como sea”, un rare groove acreditado a CLAUDIO Y SU COMBO e incluido en un EP editado en 1960 por el sello francés Cubanacan.
Entre los sonidos sintéticos, destacar el cruce entre pop bubblegum y música disco de “I’m Tired Of Living In The Shack”, incluido en el álbum “Survival Of The Fittest” (1988) del grupo sudafricano ZAIRE, que por deformación de la letra es conocido entre los picoteros como “La pijama”. Y para dejar constancia de la variedad estilística de la cultura picó, Edna Martínez también propone un acercamiento a la cultura bereber-amazigh de la Cabilia argelina con el clásico “Anavdhou” del grupo AFOUS, entre la verbena magrebí y la música disco. En un sincretismo sin complejos aborda el “Ajaccio” de ERICK COSAQUE (1951-2020), una especie de griot de la Antillas francesas y maestro del estilo gwo ka de Guadalupe, basado en tremendos ritmos percutivos y voces de llamada y respuesta. Y para concluir su selección por todo lo alto se reserva el “Dada Asha” de la TABORA JAZZ BAND, un grupo tanzano que lideraba el guitarrista Shem Ibrahim Karenga y que en los años setenta hizo historia con esta canción compuesta en el estilo denominado “musiki wa dansi” (música de baile en swahili), un derivado de la rumba y el soukous congoleño. ∎