Una imagen tomada en un espacio intermedio entre las nubes y la capa de gas que cubre nuestro cuerpo celeste, con sus colores tenues, cálidos a la vez que fríos, difuminados orgánicamente, y sus formas borrosas que revelan los restos lejanos de alguna ubicación de la topografía terrestre. No, no es la portada de un disco de ECM, sino una representación bastante precisa de lo que contiene el nuevo álbum del grupo angelino –que es, a su vez, una sublimación (con todos sus valles y cimas) de su sonido habitual–. Y es que Warpaint flotan en un punto inexacto entre la sensibilidad puramente terrenal y la grandeza estratosférica, como demuestran las diez pistas que aquí nos presentan.
No son triviales las observaciones sobre el diseño gráfico del álbum, porque si en algo destaca la banda es en su experta gestación de atmósferas y su dominio de la airosidad. Tras años de parón por razones personales varias y una pandemia de por medio, Warpaint prosiguen ensayando y perfeccionando el dream pop con retazos de experimentación, fantasmagorías, psicodelia ligera y onírica voz femenina que heredaron de maestros como His Name Is Alive u otros pesos pesados de la factoría 4AD. Y, como podría esperarse, el disco es también el escenario de una pugna. Una contienda entre la tendencia ambient, que nos invita a aproximarnos a los sonidos casi como una experiencia a degustar de fondo, y la tendencia pop, que sobresale insistentemente en forma de melodías indiscutibles, estructuras marcadas y ritmos percusivos, ya sean analógicos, folktrónicos o directamente electrónicos. Es una tensión a priori irresoluble que, si bien el grupo abraza y promueve dado el sentido que tiene en su imaginario sónico, descubre dos escuchas distintas del disco.
Consumir el álbum de forma pasiva consiste en salir de excursión por una naturaleza variopinta, asistiendo a un hilo siempre agradable, que dependiendo del estado anímico del oyente podría resultar monótono. Lo cual no significa que no haya variaciones cromáticas en el retablo: despuntan sombras (“Altar”, que arranca marcadamente austera, va sumando telarañas y capas pedaleadas y sintetizadas que convierten progresivamente la pieza en algo tétrico a la vez que sobrecogedor), claros (los paseos campestres de “Send Nudes” y “Stevie”, ambas de guitarra amable) o glaciares (“Melting” y sus voces espectrales; o el hipnótico punteo que abre y cierra “Proof”). Estas distintas sensaciones que van despertándose a lo largo de la escucha revelan, en una observación más detenida de las pistas, una gran atención por los arreglos; aunque también resulta patente que este detallismo es desigual. Algunas pistas (“Like Sweetness”, “Champion”) son perfectamente disfrutables, pero quizá se quedan estancadas, avanzando por pura inercia, en un único concepto no en exceso ingenioso.
Es posible que las mejores canciones del álbum sean dos de las que mejor combinan explosiones de creatividad compositiva y excelencia a los mandos de producción, aunque, evidentemente, su calidad no radica en el hecho de que presenten gran cantidad de ideas, sino en cómo las negocian y combinan. “Hips”, que aparentemente sería una de las pistas más bailables del disco, sorprende por su innegable imaginación: una severa, urgente e incluso taladrante melodía da paso a un tráfico de juguetonas armonías vocales y sonidos pintorescos, constituyendo un tema misterioso y magnético a la vez que refulgente. En “Trouble”, probablemente la pieza con el tono más urbano del repertorio, quizá por la inesperada presencia de piano y violín (elementos que a su vez la conectan lejanamente con la emoción conjurada en las partes más vaporosas y expansivas de “Stories From The City, Stories From The Sea” de PJ Harvey, o incluso con la vertiente más luminosa de Lisa Germano), es admirable cómo la complejidad lograda combinando las distintas texturas instrumentales con los flujos de voces entrecruzadas discurre con absoluta naturalidad sin socavar ni neutralizar en ningún momento el componente melódico.
A pesar de sus puntos más anodinos y una sensación generalizada de fatiga o falta de reinvención, “Radiate Like This” es un álbum notable, y algunos quizá incluso lo considerarán la quintaesencia del sonido Warpaint. Aquí mantienen viva esa llama del pop onírico radicado en las atmósferas prendida por sus predecesores, y aunque con este nuevo repertorio no fundirán el cerebro de ningún oyente, ya sea acérrimo o aleatorio, su atención por los detalles y pulcra elegancia en la producción demuestran que siguen siendo muy dignas portadoras de esa antorcha. ∎