Álbum

Xenia Rubinos

Una rosaAnti-Popstock!, 2021

Un lustro ha tardado Xenia Rubinos en retornar al ruedo tras su más que notable anterior LP, “Black Terry Cat” (2016). El resultado de tan prolongada espera no podría haber sido más satisfactorio. No en vano, estamos ante una Rubinos más plural e inquieta que nunca. En este nuevo trabajo emerge desdoblada en diferentes yoes, a través de los que esta artista norteamericana de orígenes cubanos y puertorriqueños se ha sumergido en las raíces del cancionero tradicional de su semilla geográfica, a la que rinde pleitesía y presenta desafío por medio de una desbordante ración electrónica de factura asilvestrada y libérrima en modo Arca; esta última, referente central en esta búsqueda obsesiva de los condicionantes ancestrales que inspiran su canto, aquí multiplicado a través de un uso brillante de la técnica Auto-Tune.

Tales resultados tienen su origen en un factor personal extremo que la llevó a recurrir a los servicios de un curandero, que le diagnosticó una pérdida de espíritu y que ella se ha obcecado en buscar y atrapar con la red de la inspiración y la investigación. Desde estos dos frentes de acción, bulle la sangre caliente de una anti-pop star con más moldes de estrella que la mayoría de las que conforman dicho carrusel mainstream.

A partir de las fuerzas surgidas de esta contradicción, late un alma poliédrica, gestada a golpe de extremos y contactos entre materias opuestas. De este magma inspirador brota la cura buscada en este rostro de mil rostros. Metamorfosis como cátedra, aquí expuesta por medio de un sonido digital que bebe del influyente pop total de Beyoncé o de la gramática tradicional del bolero cibernético ultraorgánico en “Ay hombre” y los ritmos latinos que emanan del mantra urdido en “Sacude”, donde se encuentra el eje argumental de este trabajo a través del hechizo emanado de ese “Sacude, sacude y Dios que me ayude”.

Estos son dos de los ejemplos más representativos de un fresco en perpetuo movimiento que invita a la escucha en replay. Lo mismo sucede con “Working All The Time”, donde la textura de los beats es sucia como en “Yeezus” (2013) de Kanye West, e incorpora dejes de producción grime en su composición.

Todo en “Una rosa” suena excitante y denso, aunque dentro de una apuesta que busca el meridiano con los modismos pop del siglo XXI. Los ingredientes de su cura incluyen formas de rumba cubana, el danzón y también la sombra de Héctor Lavoe, tal como sucede en los versos zurcidos en la reivindicativa “Who Shot Ya?”.

De La Lupe a Prokófiev, el imaginario con el que Rubinos ha tallado los relieves de “Una rosa” desprende la excitación constante inherente a toda raza musical no distinguible a las primeras de cambio. Una que, en esta ocasión, está marcada por los dos lados, rojo y azul, en los que ha dividido el alma de esta criatura, más festiva en su primera parte y amarga en la segunda.

La materia moldeada cobra forma a través de una narración que busca la continuidad, viñeta a viñeta, de un conjunto de canciones dotadas con el gen de la imprevisibilidad, plenas de ideas y soluciones imposibles. Criaturas compuestas por diferentes cabezas estilísticas, donde el pálpito latino siempre se encuentra en confrontación directa con el flujo anglosajón de su propia naturaleza. De esta bestia bicéfala surge esta flor extraña y llena de espinas. Ambrosía al cubo que rasga y cura, todo al mismo tiempo. ∎

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