Llega el final del verano. Algunos vuelven al trabajo, Haciendo Scroll vuelve a los tabs de Rockdelux y hasta las plataformas digitales entran en su propia vuelta al cole personal: la de encontrar La Siguiente Gran Tendencia. Con el sueño metaversiano desinflándose, están volviendo a intuir que su salvación puede ser el audio, centrado en la creación de contenido propio a través de los pódcasts y similares.
Después de que Facebook dejara de meter dinero en su programa de pódcasts el pasado mayo, Twitter ha empezado a hacer sus primeros pinitos en la materia remodelando sus “Spaces”.
Inspirados-en/copiados-de Clubhouse, los tuiteros podían meterse en estos círculos que aparecían en la parte de arriba de la pantalla para conversar con quien estuviese dentro del círculo. Sin embargo, la funcionalidad nunca llegó a arrancar como sus ingenieros habían previsto y su uso ha sido demasiado marginal –casa de cryptobros y fans de Mediaset– para que resultase rentable. Y a pesar de que Clubhouse también puede haberse convertido en las ruinas de lo que fue durante mes y medio en 2021, el audio vive. El pódcast ha resistido al fin de las cuarentenas que llevaron el formato al mainstream y Twitter ha hecho un rollout ligero a unos cuantos usuarios de su nuevo plan: poder grabar los espacios y dejarlos colgados para escucharlos más tarde, clasificados por categorías como Música o Ciencia. En la mente de los directivos de Twitter tiene que sonar espectacular: por un lado dan un uso al que ahora es un espacio muerto en la zona de arriba de la pantalla y por otro comprenden que la gente que escucha pódcasts y la que usa Twitter forman un diagrama de Venn bastante compacto.
Quién sabe, quizá no llegue a buen puerto. La naturaleza de las plataformas se abre camino de maneras inescrutables. Mientras Twitter, Facebook o Spotify intentan ser los vencedores haciéndose con el mejor talento exclusivo en los pódcasts y en el audio, el ganador silencioso de esta carrera es otro bastante inesperado: YouTube. El estudio “Podcast 360” de Luminate sacaba la conclusión que es en la plataforma de vídeo donde más se escuchan. Los creadores con más recursos –ergo, los más escuchados– suelen aprovechar el formato largo de la plataforma para subir la grabación en vídeo.
Sus creadores lo bautizaron FN Meka, pero es más conocido como AI Rapper: rapero en una nueva generación de artistas virtuales, con letras y música diseñada por inteligencia artificial. Desde su creación hace tres años, ha acumulado 10,3 millones de seguidores en TikTok, 221.000 seguidores en Instagram y, hasta hace unos días, un contrato con Capitol Records.
Cotejando los datos de otros artistas de éxito, uno pensaría que FN Meka estaría programado para mantenerse en el estrellato. Quizá su algoritmo perfecto iba por otro lado y es lo que lo ha llevado a cumplir el ciclo de vida natural de los artistas: FN ha sido cancelado. Mediante un post de Instagram, el grupo activista Industry Blackout se quejaba de la caricatura racial que el rapero AI supone, y le pedía a Capitol Records que eliminase su presencia en internet. Industry Blackout alega que FN, que fue diseñado usando miles de datos de otros raperos afroamericanos, no sufre las mismas dificultades que otros raperos racializados en la industria musical y que su representación de ciertos aspectos de la vida de estos artistas –como la violencia policial– resulta paródica y ofensiva. Capitol cortó lazos con él a los pocos días.
La muerte a mediados de agosto del tiktoker Carlos Sarriá –conocido entre la generación Z española como Charlie– dejaba tocada a la comunidad digital española. Charlie tenía 20 años y una cuenta en la que vloggeaba sobre su día a día como “un chaval normal, pero con cáncer” junto a su novia Nerea, también creadora de contenido en la misma plataforma.
En el lento ciclo de noticias de verano, los telediarios y periódicos generalistas hicieron suya la noticia, que en condiciones normales habría sido excluida a algunos nichos de internet. A medida que se hacían eco de ello, un público cada vez mayor llegaba al perfil de Charlie por primera vez. Muchos se quedaban. Cada uno vive las relaciones parasociales a su manera.
El drama se intensificó más tarde. Una decena de tiktokers pensaron que era correcto, o por lo menos seguro, discutir los números de una persona recién fallecida en el chat grupal de la agencia de influencers Nickname Agency. Mensajes que iban desde “Siendo objetivo, morirse no tiene ningún mérito. Ser la novia de alguien que ha fallecido, tampoco” hasta “Da las vibras de que aquí uno se come un rosco currando a diario, que para crecer hace falta ser noticia, básicamente” se filtraban al público mientras internet y los fans seguían de luto. En numerosos vídeos que han hecho para defenderse, los influencers argumentan que simplemente estaban discutiendo el funcionamiento del algoritmo que rige sus vidas profesionales, pero para cualquiera que lo vea desde una mínima distancia la conversación resulta insensible y fuera de lugar.
Dalas Review no necesita mucho para ser noticia y que el algoritmo juegue a su favor. Su capacidad para ser centro de polémica o el punchline del chiste –pero siempre trending topic– nos deja boquiabiertos. En los últimos años, tras completar el arco narrativo de los múltiples juicios contra su exnovia, ha virado su narrativa vital hacia hacerse inmortal. Y aunque los argumentos de sus detractores se centren en que esto solo es un paso más hacia poder estar más tiempo con chicas problemáticamente jóvenes, a Dalas parece darle igual.
Admitimos que el chico tiene un don para hacerse branding con gancho. Esta semana ha sacado un vídeo sobre su testamento y la guía de minutaje que incluye se ha hecho viral. La idea de Dalas pensando en criogenizarse es materia prima de meme. ∎