Pero es que entonces llegó el segundo twist argumental: como Barek señaló, nunca se anunció una orgía, sino un “taller de iniciación a primeros contactos con una orgía”… Y, de paso, ya que los medios estaban ahí, reveló la verdad detrás de este acto: denunciar la inseguridad sexual que se vive en ciertos festivales y señalar la necesidad de formar a los ciudadanos para que practiquen la responsabilidad sexual en este tipo de entornos. Por si esto fuera poco, aquí llega el twist final: Ana Rosa Quintana conectó con Barek en directo y la “entrevista” fue un desastre en el que el simpático punki acabó llamándola manipuladora antes de que ella cortara la conexión.
Mi momento favorito, por cierto, es cuando FachaRosa le dice a Barek que qué se piensa el piojoso este, que ha inventado él los festivales, con la de festivales a los que ha ido ella. Lo que nadie va a dudar porque ¿cómo pasar por alto aquella vez que Ana Rosa hizo pogo con todes nosotres en un Primavera en primera fila de su banda favorita Shellac? ¿O cómo pasar por alto aquella vez que, en una actuación de Arca en el Sónar en la que la tenía al lado, se giró y, con una sonrisa en los ojos, me susurró amablemente “necesitamos más artistas que cambien el mundo como ella”? Classical Ana Rosa.
Pero, oye, que aquí estamos por los memes… Y hubo memes. Algunos se rieron de la llegada masiva de ladillas al Viña Rock y otros del superávit de salchichas. Hay quien quiso llevar al extremo lo de la viña en esta orgía y quien se choteó de que, al final, muchos llegarían pensando en “Spring Breakers” pero acabaría en “La matanza de Texas”. Lo que está claro es que los machirulos vieron su estatus peligrar ante los punkis sexoactivistas, que los del Viña Rock perdieron la oportunidad de forrarse con esta camiseta y que, como siempre, la ViñaOrgía puede explicarse perfectamente tanto con “Aquí no hay quien viva” como con “Los Simpson”. ¿Conclusión? Como dice este tuit: “Ya no follamos ni aunque nos organicemos”. Algo con lo que no estoy de acuerdo, pero que me ha hecho reír. No he podido evitarlo. Hoy estoy facilón.
En este caso, la noticia es simple y sin twists: Spotify ha eliminado la posibilidad de visualizar y compartir las letras de canciones para sus 380 millones de usuarios gratuitos. Así. Chop. Chau. Hasta nunqui, un besi. Algo que, obviamente, ha hecho que los usuarios con premium se cachondeen de los usuarios gratuitos sin obviar lo que es más que evidente, tal y como se expresa aquí: “llevo rato pagando spotify premium pero la verdad es que spotify se ve bien hambriado limitando las letras de las canciones”.
Hago aquí un pequeño paréntesis lejos de los jajás para advertir que, en verdad, este asunto es bastante serio. Tal y como explican perfectamente los de ‘Hipersónica’ en esta newsletter, “licenciar letras también tiene un coste, por lo que ofrecer menos en el nivel gratuito es también un movimiento de ahorro”. Y más todavía: “Los compositores y editores de música han argumentado durante mucho tiempo que Spotify no los compensa de manera justa, y darles menos visibilidad precisamente a los compositores llega justo poco después de anunciar un nuevo esquema de royalties que pagará aún menos”.
Preocupante, ¿verdad? Totalmente. Aunque, para preocupante, la pataleta que se han pillado muchos usuarios de Twitter no por esta injusticia, sino porque piensan que esto de acceder a la música GRATIS es un derecho propio y que deberían tener barra libre de todo, canciones, discos, playlists, letras y viñaorgías, sin pagar ni un puto duro. Para muestra, un botón. Y otro. Y otro más. Más graciosos han sido los que se han dejado llevar por el drama del primer mundo de no poder compartir sus letras favoritas, como ocurre aquí y aquí. Aunque los mejores han sido los que no han tenido ningún problema en señalar el verdadero origen de todo: que son pobres. Pobres y con problemas de gestión de la ira.