Escorpión para la historia.
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Deportes

Higuita: un rockero con guantes

René Higuita tuvo todo lo que se puede esperar de una estrella del rock. Éxito, fama, extravagancia, relación con la cocaína y el narcotráfico, un paso por la cárcel... y un momento mágico que lo hizo inmortal.

En 1995, un artista excéntrico y con bigote pasó a la historia en Wembley. Hablamos de un portero colombiano, al que apodaban “El Loco” porque le gustaba más jugar con los pies que con las manos. Estamos hablando de cuando la selección de Valderrama, Asprilla y compañía visitó Londres para disputar un amistoso contra Inglaterra. El elegido mejor portero sudamericano del siglo XX, René Higuita (Medellín, 1966), pasaba más tiempo fuera del área que bajo los palos. El joven Jamie Redknapp lo sabía y en una de esas probó sorprenderle con un tiro desde la distancia. Cualquier portero hubiera podido recular y blocar el balón sin dificultades.

En cambio, el “Loco” Higuita decidió arriesgar un gol en contra dando un salto hacia adelante, como quien se tira de cabeza a la piscina, dejando pasar el balón por encima de él hacia su portería. Y en el último instante, cuando la pelota ya casi rebasaba la línea, la despejó con sus talones dibujando un escorzo inverosímil y hermoso. Un artista deviene en genio cuando se sale del guion establecido, cuando deja boquiabierto al mundo con un momento excepcional. Después de aquello, se puso de pie al instante, con una sonrisa irreverente y alzando los brazos al cielo, como quien celebra haberse convertido en inmortal: había nacido “El Escorpión”.

Poca gente conoce el origen de aquella jugada. La primera vez ocurrió durante un entrenamiento, cuando un niño hizo una chilena y el cafetero, para devolverle la pirueta, improvisó en la portería con un proto-Escorpión. Luego seguiría intentándolo en muchos otros entrenos. “La gente cree que se la inventó ese día de Wembley, pero no, él lo entrenaba a diario, nos decía que lo iba a hacer en un partido, hasta que pudo. Lo hizo por su personalidad, porque es arriesgado. Esa jugada quedó inmortalizada por eso. No es que fuera algo normal, pero sabíamos que podría salirle fácil, en cualquier momento”, recordó en una entrevista el exdelantero de la selección colombiana Víctor Aristizábal. René repitió aquella jugada en muchos otros partidos y se volvió legendaria. En 2008 fue elegida la mejor de la historia del fútbol en una votación promovida en Inglaterra por ‘Footy-boots’ y, según este sitio, superó en espectacularidad a otras maniobras de Ronaldinho, Cristiano Ronaldo y Diego Armando Maradona, entre otros.

Wembley, 1995: lo nunca visto antes.

José René Higuita Zapata tenía estrella: desprendía aquel aire especial que solo tienen los rockeros. Su sonrisa, su cabellera rizada y desordenada y su vestimenta estrafalaria eran sellos inconfundibles. Nació en Medellín el 28 de agosto de 1966. Creció en un contexto de mucha pobreza y salió adelante gracias al esfuerzo de su madre, que era soltera. Ella murió joven, cuando él tenía solo 16 años, y pasó el resto de su infancia con su abuela. Una abuela que le decía que no podía jugar al fútbol porque lo que tenía que hacer era trabajar para ayudarla. Así, Higuita tuvo que ponerse a vender gorras, diarios o lo que fuera necesario. Pero el joven René siempre encontraba momentos para ensuciarse de barro en cualquier campito de vuelta a casa. Así empezó, en el equipo de su escuela, marcando goles. Y, fruto de la casualidad, terminaría por impedirlos cuando en alguna de aquellas pachangas nadie quería ponerse entre las dos latas oxidadas. Aun con los guantes puestos, el extravagante Higuita nunca perdió la vocación de delantero: no en vano, con 43 goles (36 de penalti, 6 de falta y 1 y de portería a portería) es el quinto portero más goleador de la historia, solo por detrás de Rogerio Ceni, José Luis Chilavert, Dimitar Ivankov y Jorge Campos.

Su carrera estuvo plagada de momentos emblemáticos y la comenzó de forma muy precoz. En 1981 ya fue parte de la selección cadete de Antioquia que saldría campeona de Colombia. Años después fue convocado por la selección nacional juvenil que participó en el campeonato sudamericano de Paraguay en 1985, la cual deslumbró por su fútbol espectáculo, marcando el comienzo de la nueva era del fútbol colombiano y con la que se clasificaría para el mundial juvenil en la Unión Soviética de ese mismo año. Sin embargo, en dicho torneo Higuita no pudo jugar puesto que tenía una lesión en la mano izquierda.

Aquel mismo año iniciaba su carrera deportiva en Millonarios. Ya entonces, ese estilo de juego abandonando la portería, conduciendo el balón y sorteando rivales le hizo inconfundible allá donde jugara. En 1986 volvió a su ciudad natal para jugar con Nacional, dirigido por Francisco Maturana y, bajo su batuta, lograría algunos de sus más importantes triunfos. En 1989 se coronó campeón de la Copa Libertadores de América, el primer triunfo en este torneo de un equipo colombiano. La final, jugada contra el Club Olimpia de Paraguay en Bogotá, se decidió en una tanda de penaltis en la que Higuita detuvo cuatro y marcó otro: genio y figura. En diciembre de ese año jugó la final de la Copa Intercontinental contra el Milan, aunque perdieron en la prórroga con una gran actuación suya. También ganó la Copa Interamericana de 1990.

En 1991, el Valladolid de los colombianos: Valderrama, Higuita y Leonel.
En 1991, el Valladolid de los colombianos: Valderrama, Higuita y Leonel.

En España recordamos sus títulos y sus hazañas, pero sobre todo tenemos grabada a fuego su efímera e improductiva etapa en La Liga. En 1991 fichó por el Real Valladolid, que también estaba dirigido por su gran valedor, Pacho Maturana. Ahí compartió vestuario con sus otros dos compatriotas, Leonel y el gran Valderrama. Aquel periplo fue un fracaso, no tuvo suerte y abandonó el equipo a mitad de temporada. Pero qué más da: nos dejó algunos de los recuerdos más barrocos de la historia del fútbol español. Nostalgia pura.

Después, regresó a Nacional, con el que se coronó campeón de Colombia en 1994. En 1995 alcanzó de nuevo la final de la Copa Libertadores de América, perdiendo ante Grêmio. De ese torneo se recuerdan especialmente las semifinales contra River Plate: en el partido de ida en Medellín, Higuita marcó de tiro libre dando ventaja al equipo colombiano y, en la vuelta, paró el penalti decisivo en la tanda de desempate. Como siempre, un verdadero genio. Su carrera se difuminaría tras pasar por el Club Tiburones Rojos de Veracruz de México y Junior en Colombia para terminar (por primera vez) en el Aucas de Ecuador, en 2004, tras haber dado positivo en un control de cocaína. En 2007 volvería a vestirse de corto para jugar en el Guaros FC de Venezuela. Tras un breve periplo por ese país, regresó a Colombia para jugar dos temporadas, dejando partidos memorables en el Deportivo Pereira, con 42 años. Una enfermedad, la toxoplasmosis, lo apartó definitivamente del césped y después de un año de inactividad tuvo que colgar los guantes.

Higuita luchando con Klinsmann en el Mundial de Italia ’90: 1-1 entre Colombia y Alemania. Foto: David Cannon / Allsport (Getty Images)
Higuita luchando con Klinsmann en el Mundial de Italia ’90: 1-1 entre Colombia y Alemania. Foto: David Cannon / Allsport (Getty Images)

Todo artista tiene su lado oscuro. René era capaz de las mayores genialidades, pero también de las mayores locuras. Su vocación de driblador, ese salir del área rumbo a ninguna parte, provocó muchos sustos, alguno de gran envergadura y de aciago recuerdo. El 23 de junio de 1990 fue uno de esos días negros para él y para el fútbol colombiano. La selección que dirigía (otra vez) Maturana había impresionado al mundo cuatro días atrás con el empate a uno ante Alemania en Milán; con una generación de futbolistas irrepetible, era el gran momento para hacer algo bonito en un mundial.

Pero aquella vez tocó conocer el lado más duro del deporte. En cuartos de final, Colombia se enfrentaba a Camerún en Nápoles y, ya en la prórroga, Roger Milla marcaría con 38 años el gol de un jugador más veterano en la historia de los mundiales: un golazo que batió a Higuita y abrió el marcador. Minutos más tarde, el meta colombiano recibió un pase atrás muy alejado de su portería, Milla saltó a presionarlo y el “Loco” quiso hacer honor a su nombre tratando de regatearlo con excesiva parsimonia. El camerunés lo recordaba en una entrevista: “El gol que más me gustó contra Higuita fue sin duda el segundo, ya que valía nuestro pase para los cuartos de final. No esperaba que él cometiera ese tipo de error. Yo veía sus partidos con Valderrama, cuando él estaba conmigo en el Montpellier, porque la televisión francesa los transmitía. Dos de mis entrenadores, Peter Schnittger y Claude Leroy, ambos dirigieron a Camerún en diferentes épocas, siempre me dijeron que tenía que estar muy cerca del portero. Traté de seguir sus instrucciones, y el éxito fue total en aquella ocasión”. El robo, el segundo de Milla y la cruel eliminación de Italia ’90 todavía no han podido borrarse de la memoria colectiva de los cafeteros, en una de las huellas más oscuras de la carrera de Higuita.

El camerunés Roger Milla, tras robarle la pelota a Higuita, camino de marcar a puerta vacía: el adiós de Colombia en Italia ’90. Foto: Allsport (Getty Images)
El camerunés Roger Milla, tras robarle la pelota a Higuita, camino de marcar a puerta vacía: el adiós de Colombia en Italia ’90. Foto: Allsport (Getty Images)
Pero el lado realmente oscuro de Higuita lo guardó para fuera de los terrenos de juego: la amistad con Pablo Escobar y su paso por la cárcel. En 1993 fue detenido acusado de intermediar para solucionar un secuestro y pasó nueve meses entre rejas. Si bien fue liberado a comienzos de 1994, aquella situación lo excluyó de la cita para el Mundial USA ’94: un palo casi tan duro como su paso por prisión. En una entrevista con ‘El Tiempo’ de Colombia, el guardameta rememoró todo aquel calvario. “Recuerdo que me dijeron ‘usted está por la Ley 40, la ley antisecuestro, entrégueme a Pablo Escobar y usted no tiene delito’. Eso fue en definitiva más o menos lo que sucedió. Yo dije ‘a mí júzguenme por la Ley 40, no me juzguen por sapo’. Dios mío. Se me vino el mundo encima. Me montaron en dos helicópteros. En uno iba esposado y en el otro me escoltaban. Me llevaron a la ciudad de Bogotá, que esto no se lo han hecho ni al peor narcotraficante. Al único que se lo hicieron fue a René Higuita”, relató. Reconoció que fue un momento duro de su vida y revivió: “Ni qué contarle lo que se vivió en la cárcel. Yo solo repetía que me dejaran hacer la parte que me correspondía, jugar al fútbol. Casi por obligación empecé a conocer un poco de política y cómo se manejaban muchas cosas con los grupos políticos”, explicaba. “A mí siempre me han tratado con ese cariño, con ese respeto, donde he estado. De pronto, las mismas autoridades sabían que yo era inocente”, concluía.

También habló sin tapujos de su relación con Pablo Escobar. El famoso narcotraficante había recibido la visita de Higuita cuando estaba prisionero en la cárcel de La Catedral, en 1991, en un suceso que generó bastante polémica en el país cafetero. Consultado por si volvería a hacerlo, René comentó que “hoy, mañana y siempre, y si me dan la autorización para ir a las cárceles, ojalá tuviera un carné y me mantendría allá visitándolos”. Sobre su relación con Escobar, Higuita detalló que “yo fui poco amigo de él, pero con ese ‘poco amigo’ todos quisieran tenerme a mí de amigo. De hecho, el que me quedó de amigo fue don Roberto Escobar, el hermano, pero precisamente como por ese agradecimiento”, recordaba. “En ese momento (1991) yo era como esa figura de Colombia. Entonces, yo me llené como de la parte más humana y pensé cómo la cárcel lo deja a uno solo”, añadía. Finalmente, Higuita recalcaba que “uno no puede cambiar los principios de amistad. Yo conocí muchos amigos y muchos han sido narcotraficantes y yo no puedo cambiar, mi corazón no cambia eso”, explicó en el citado medio. “Conocí a los paramilitares, conocí también la guerrilla, y de corazón, lo que ellos me contaron me da para respetarlos, así como ellos me respetan. Esa ha sido mi esencia, y le hablo de los grupos más representativos y delincuentes. Entonces, por eso vivo tranquilo, vivo en paz y soy el amigo de todos”, reflexionaba. “Para conclusión de este tema y esta persecución que vivió Pablo Escobar: yo no estuve exento de todo lo que pasaba en nuestro país. Entonces, ¿qué pasa? Se junta lo de la liberación de la niña y se junta que yo había ido a La Catedral. En un momento determinado, como yo, siendo un niño cuando Pablo Escobar iluminaba las canchas, ¿cómo no agradecer eso? Si no había. Y a la gente se le olvida que él también fue un congresista y estuvo en el congreso de la República”, subrayaba.

René Higuita, en los actos del The Best FIFA Football Awards, en 2018, en Londres. Foto: Michael Regan / FIFA (Getty Images)
René Higuita, en los actos del The Best FIFA Football Awards, en 2018, en Londres. Foto: Michael Regan / FIFA (Getty Images)
Y remataba con una reflexión de calado: “Nosotros los deportistas somos queridos por toda la gente y más en nuestro país. Acá hay guerrilla, narcotráfico y paramilitares. Estos grupos, todos nos querían. Es fácil que yo sea el amigo de todos. Cada uno de estos grupos, si salgo en una foto con Álvaro Uribe, me van a decir que soy político. Si salgo con la guerrilla, me van a decir que soy guerrillero. Si salgo con Pablo Escobar, me van a decir que yo soy narcotraficante. Pero pocas veces, como yo soy religioso, me dicen que soy el Papa o católico”, sentenciaba.

René Higuita vive hoy tranquilo en su Medellín natal, lejos del estruendo de décadas pasadas. A sus 55 años puede mirar atrás y recordar casi una vida entera de luces y de sombras que a veces aún resuenan con claridad, pero sin tantas estridencias. Muchas más luces que sombras, en realidad, que quedarán por siempre en la memoria de todos los que lo vieron lucir su feliz sonrisa por los terrenos de juego. Esa es la imagen que debe quedar para siempre. Como la de aquel Escorpión de Wembley, una jugada mágica que iluminó al mundo y que se consagró como la mejor de todos los tiempos. ∎

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