Andrés Calamaro tiene “un cohete en el pantalón”.
Andrés Calamaro tiene “un cohete en el pantalón”.

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La erección de Calamaro y el neopuritanismo

Calamaro se agarra “el cohete” en el vídeo para su colaboración con C. Tangana, “Hong Kong”, y la polémica ya está servida. La interpretación artística es cada vez más subjetiva: poco importa lo que quisiera decir el autor frente a lo que la sociedad interpreta a través de determinadas lecturas como la de género.

Una conversación de ascensor después de una fiesta, una habitación con luces rojas, una mesa de billar, alcohol, ceniceros llenos de colillas y chicas borrachas. La puesta en escena del vídeoclip de “Hong Kong”, el nuevo adelanto del disco de C. Tangana, nos remite al after en un hotel de un rockero trasnochado, un escenario manido que nos resulta familiar al haberlo visto con anterioridad en películas de Scorsese. Después del primer minuto se introduce el estribillo, que dice “tengo una flor en el culo y un camello en Hong Kong, tengo un cohete en el pantalón”, y podemos ver al cantante argentino haciendo el gesto de agarrarse el paquete. A los pocos minutos del release, la polémica estaba servida y las críticas en redes hacia el supuesto machismo de la letra y el videoclip no tardaron en llegar.

Una usuaria de Twitter expresaba así su rechazo a la canción: QUE PUTO ASCO CALAMARO, QUE ASCO TANGANA QUE ASCOOOOOOOO !!! ES QUE LOS CISHETEROS NI UN DÍA SIN MENCIONAR SU RABO QUE ASCOOOOO QUE HORROR DE CANCIÓN LA ODIO!” (sic). Una apreciación cuanto menos curiosa cuando se podría poner la mano en el fuego porque uno de los términos más frecuentes entre las traperas femeninas, también cisheteras, es “pussy”. El presentador y escritor Quique Peinado también se llevaba las manos a la cabeza: “Calamaro agarrándose la polla y diciendo ‘tengo un cohete en el pantalón’. Vale que nosotros creciéramos con referentes de señores que daban tirria, pero que en 2021 estemos así…”.

El neopuritanismo y la corrección política en lo sexual se reserva para hombres de avanzada edad como Andrés Calamaro, que ya es todo un pollavieja, un machirulo del rock que no tiene cabida en las formas de expresión artística tan modernas que la cultura ha alcanzado y al que no se le permiten estos gestos. A sus 59 años, poder tener una erección debería ser visto como una buena noticia, un síntoma de buena salud sexual, y está en su derecho a celebrarlo, de empoderarse si quisiera mediante el buen flujo sanguíneo en su aparato sexual, nos guste o no. Resulta extraño escandalizarse ante una letra tan inocente como antigua. El verso de la polémica es un guiño autorreferencial de Calamaro de la canción “Mil horas”, publicada en 1983 por su grupo Los Abuelos de la Nada, un clásico del rock argentino. Según declaró en una entrevista en el diario ‘Página 12’, “la canción hablaba sobre la drogadicción y el derramamiento de sangre en Argentina”, y el término “cohete” se refería a los porros. Pero independientemente de que en su origen la frase ni siquiera fuera una metáfora de una erección, ¿qué problema habría en que lo fuera? Para hablar de la única censura sobre una erección que se recuerde, habría que remontarse a 1971, cuando el franquismo censuró la portada de Andy Warhol para el álbum “Sticky Fingers” de los Rolling Stones. Una lata de conservas abierta que contenía unos dedos de mujer sirvió como alternativa, una imagen mucho menos grotesca para el régimen.

La portada censurada en España de Andy Warhol para el “Sticky Fingers” de los Rolling Stones en 1971.
La portada censurada en España de Andy Warhol para el “Sticky Fingers” de los Rolling Stones en 1971.

Revisionismo y fan service

La interpretación artística es cada vez más subjetiva: poco importa lo que quisiera decir el autor frente a lo que la sociedad interpreta a través de determinadas lecturas como la de género; y, si juntamos la frase con la pose de Calamaro agarrándose el paquete, no hay más que hablar. El mismo revisionismo que está censurando películas de Disney por racistas, descontextualizándolas históricamente, llega a los lugares más insospechados poniendo la lupa sobre las expresiones que representan, lo quieran o no, la cultura machista. Pero nada de esta polémica es casual y las pistas están en el propio video. Calamaro y C. Tangana son dos colegas que, en la fase de la borrachera de exaltación de la amistad, se abrazan, ríen y celebran su éxito. Como si fueran Bill Murray y Scarlett Johansson en un remake de “Lost In Traslation” grabado en la Castellana, le cantan al éxtasis de la fiesta, a lo romántico de los desamores de madrugada y a su posterior bajona. En un momento del videoclip, mientras la pareja de canallitas fuma y baila en la azotea del edificio, se escucha un fragmento de conversación en el que podemos oír a Calamaro decir “es mi letra más famosa (...) el cohete en el pantalón”, a lo que Tangana le contesta “me la has dado, es un regalo que me has hecho”. No se trata de un momento espontáneo ni de una licencia artística propia del videoclip, sino de un registro premeditado, un micro abierto sin despiste alguno para que quede constancia de que El Madrileño es consciente de lo que pretende provocar con la frase. No sería la primera vez que el artista va un paso por delante de las redes dejando material potencialmente polémico en sus vídeos o el contenido que sube a sus redes. La puesta en escena de “Los chikos de Madriz” comiendo palomitas de maíz (en referencia a Los Chikos del Maíz), aquella caída del videoclip de “Bien duro” o las fotos de promo de ese videoclip, que pronto se convirtieron en memes, en un ejercicio de lo que en el mundo del anime y el manga se denomina fan service: la inclusión de contenidos secundarios sin relevancia para la trama, pero que sirven de gancho para la creación de memes y polémicas.

Pero las reacciones se superan por momentos, llegando a tachar lo nuevo de Tangana de “violódromo”. No podía faltar una acusación en la línea de que todos los hombres son potenciales violadores y, si se agarran el paquete, probablemente lo sean. Pero ¿por qué la frase de Calamaro es la enésima expresión del heteropatriarcado mientras que Cardi B y Megan Thee Stallion cantando que “tienen el coño tan húmedo que vas a necesitar un cubo y una fregona” y “que pases por su coño tu nariz como si fuera una tarjeta de crédito” es empoderamiento?

Palomitas de maíz contra Los Chikos del Maíz.
Palomitas de maíz contra Los Chikos del Maíz.

Empoderamiento femenino: Las Vulpess, Madonna y Cardi B

“WAP” fue probablemente el himno de 2020 y demostró que no existen barreras que impidan la expresión relacionada con la libertad sexual y el placer de las mujeres de la forma más explícita posible –hace mucho que se superaron debates como el de si el twerking era feminista o no–, pero sigue sin haber un hueco para hablar de una simple erección, como si fuera el máximo exponente de lo grotesco y lo inadmisible.

Pero no podemos entrar a debatir sobre este doble rasero moral sin tener en cuenta previamente la historia de la mujer en el arte, que desde que logró imponerse ante la prohibición y el seudónimo ha estado constantemente expuesta ante la mirada condescendiente de la crítica masculina, que ha juzgado su talento tanto como ha concedido y aplaudido el atrevimiento y la experimentación como un eufemismo de la falta de talento de muchos artistas masculinos. Si en esa historia pensamos en concreto sobre la representación de la sexualidad, directamente no existía un lugar posible para que las artistas se expresaran. Cuando las Vulpess cantaron “Me gusta ser una zorra” en el programa musical “Caja de ritmos” de TVE en 1983 (el mismo año en el que Calamaro cantaba que “tenía un cohete en el pantalón”), el debate sobre la libertad de expresión y la sexualidad de la mujer en España saltó por los aires. La actuación terminó siendo objeto de un editorial a página completa del diario ‘ABC’, titulado “YA BASTA”, en mayúsculas, como quienes se indignan en Twitter. En él, se publicaba la letra de la canción y se acusaba a las artistas y al programa de haber “transgredido ampliamente los límites constitucionales”, de “transmitir un mensaje que degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable, quebranta la intimidad del hogar”.

Vulpess: “Me gusta ser una zorra” (conmoción en España en 1983).
Sin que esta polémica llegue a esos extremos, y siendo plenamente consciente del sentido del humor, el derecho a que no te guste una canción y a la burla que ejercen quienes la critican, el caso de Calamaro sirve para preguntarse si el puritanismo ha cambiado de bando y ya no son solo los conservadores cristianos del ‘ABC’ los que se indignan por las letras de contenido sexual, sino quienes ven en estos gestos una ofensa impropia de los códigos morales del siglo XXI. Hasta que las Vulpess cantaron contra el amor romántico a grito de “prefiero masturbarme, yo sola en mi cama, antes de acostarme con quien me hable del mañana”, veníamos de una tradición musical en la que figuras que sufrieron el maltrato como Marisol convivían frente a hombres de pelo en pecho como Manolo Escobar, que cantaban “no me gusta que a los toros te pongas la minifalda”, o El Payo Juan Manuel, que cantaba la cogí del cuello, la tiré al colchón, me lancé hacia ella, le di un palizón, letras que parecen sacadas de las declaraciones de un juicio por violencia machista. Pero después de haber superado el franquismo y su destape, de haber vivido el esperpento centralista y apolítico de la movida madrileña y de que las artistas femeninas tengan hoy en día un sitio (todavía en disputa, como ocurre con los carteles de muchos festivales) en la industria musical, de que cada uno pueda decir lo que quiera mientras no se caiga en delitos de odio o apología al terrorismo, ¿por qué hay quien se escandaliza al ver a Calamaro agarrarse el paquete? El gesto –para los críticos, puramente testosterónico, repulsivo, y si les apuras, violento– no parecía incomodar a nadie (ni entonces ni hoy en día) cuando Michael Jackson empezó a incorporarlo en sus coreografías con el álbum “Bad” (1987), convirtiéndolo en una firma propia a nivel del moonwalk: el crotch grab, o “agarre de paquete”. De hecho, no solo no se reprendía, sino que era uno de los momentos de sus directos que más se jaleaba por el morbo que generaba el artista tocándose. Madonna, inspirada por Jackson, copió el gesto en el vídeo de “Express Yourself” y la crítica la abucheó por su actitud “obscena y poco femenina”. Años más tarde, reivindicaría la libertad de las mujeres de poder hacer lo mismo que los hombres posando con el famoso gesto para la portada de la revista ‘Interview’, en un claro ejemplo de la hipocresía existente en la sociedad de la época, todavía anclada en roles muy estereotípicos de comportamiento.

El “crotch grab” de Jacko...
El “crotch grab” de Jacko...
 ... y el guiño referencial y liberador de Madonna.
... y el guiño referencial y liberador de Madonna.
Lejos queda esa crítica recatada que acusaba a las mujeres de ser poco femeninas, y cuando aparecen, y se detecta cierto tufo machista en la prensa musical (que, por supuesto, todavía lo hay), queda claro que el posicionamiento social es prácticamente unánime en la defensa de las libertades de las mujeres. Cuando se trata de artistas como Cardi B y Megan, o cualquier cantante, venga del pop o del trap, el sexo es un vehículo de empoderamiento, la hipersexualización en sus shows y videoclips son una demostración faraónica de que ellas son las que mandan, por fin deciden lo que quieren hacer y cómo hacerlo, sin estar bajo el yugo patriarcal que somete a la mujer a unos cánones opresivos, pero creando unos nuevos en los que es difícil triunfar sin enseñar cacho: una regla que en las altas esferas del pop solo parece haber roto Billie Eilish. Katy Perry disparando chorros de nata que salen de sus tetas no es obscena, las coreografías de Miley Cyrus o Lady Gaga ya no incomodan a nadie, y eso está bien. Karol G canta en “Bichota” “tú pa darme like en el Insta eres veloz, pero se rumorea por ahí que eres precoz” . No me quiero imaginar qué ocurriría si algún reguetonero hiciera una rima sobre el vaginismo, pero, aun así, está bien.

Katy Perry: chorros de nata desde sus pezones.
Katy Perry: chorros de nata desde sus pezones.

Bad Bunny vs Calamaro: aliados y “señoros”

Lo que no está bien es que en toda esta libertad sexual y expresiva, donde las críticas dirigidas a la vulgaridad o poca feminidad de las artistas están totalmente fuera de lugar, siga sin haber hueco para que los hombres hablen de su sexualidad desde el respeto. O al menos hombres mayores como Calamaro, “señoros” que representan la masculinidad tóxica que nada tienen que ver con Bad Bunny, al que le entusiasma hablar de sus relaciones sexuales, autor de algunas perlas que le buscaron intentos de cancelación como “ella es mi Lady Gaga yo su Bradley Cooper, ella se lo traga y me lo escupe” o “tás tan dura que hasta Ricky Martin quiere darte”, un “cumplido” homófobo que si lo dijera un albañil desde un andamio, ese arquetipo del machismo callejero, sería un cliché del machismo propio de una viñeta de Mortadelo y Filemón, pero que viniendo de Bad Bunny, contra todo pronóstico, logra mantenerle como un icono de la nueva masculinidad y cuenta con el beneplácito de la mayoría.

El problema con el caso de “Hong Kong” es puramente generacional, un choque cultural entre la era boomer de Calamaro y el público millennial y zeta de C. Tangana. Mediante la estrategia de mezclar la cultura popular y los artistas que han sonado toda la vida en los viajes en el coche de nuestros padres con una estética y un sonido contemporáneo, se crea una disonancia en la que cuesta encajar una canción de uno de los referentes de la vanguardia artística de nuestro país que mañana puede sonar en Los 40  y llenar las listas de Spotify, pero que genera polémica por el verso y el gesto machista de un señor que podría ser tu padre. 

Casi cuarenta años después, el himno de las Vulpess sigue vigente como símbolo del empoderamiento femenino, y la frase del cohete en el pantalón tiene un significado radicalmente diferente, que si no ha provocado que se cancele a Calamaro es porque ya lo está, por taurino, por machista y por casposo. El crítico musical Víctor Lenore contestaba a aquel tweet de Quique Peinado diciendo que “la izquierda debe hacer las paces con las erecciones”. Es difícil sostener hoy en día que las expresiones masculinas de libertad sexual son producto del machismo, pero que las femeninas lo son a su vez de la liberación sexual y empoderamiento. Décadas de contenido artístico que denigraba a la mujer tienen hoy su efecto secundario, haciendo que las alertas salten con la misma sensibilidad, o incluso mayor, que las de los puritanos que consideraban que las Vulpess atentaban contra la Constitución y traspasaban los límites de lo tolerable. ∎

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