En la final de 2004, Angelos Charisteas se elevó por encima de todos los portugueses que le rodeaban para martillear el balón con la cabeza y obtener un pase a la inmortalidad para los 23 jugadores que lograron el mayor éxito en la historia del fútbol de Grecia. Mónaco y Oporto acababan de verse las caras en la final de la
Champions. El Valencia de Benítez le había birlado una Liga al Madrid de los “galácticos”. El Barça cerraba otra temporada en blanco: 1825 días seguidos sin oler títulos. Demasiadas señales como para no haber intuido que la Eurocopa de aquel año también iba a destrozar pronósticos. Y eso que al torneo de selecciones más importante de Europa llegaban equipos consolidados, empezando por la vigente subcampeona del mundo, Alemania, y terminando por la anfitriona, que sumaba un jovencísimo Cristiano Ronaldo a la vieja guardia formada por Carvalho, Figo o Deco. Solo un oráculo podría haber pronosticado lo que ocurrió después: el partido inaugural iba a enfrentar a los mismos equipos que el último. Con idéntico signo, además. Grecia se había impuesto 1-2 a los lusos en la fase de grupos e hizo lo mismo, pero por 0-1, en la gran final disputada en Lisboa. Un torneo capicúa que siempre será recordado por la inesperada gesta helena, equipo que fue de menos a más en el torneo, venciendo a todos sus rivales por la mínima: pasó sufriendo como segunda de su grupo; eliminó en cuartos a una de las candidatas, Francia, por 1-0; en semis, se deshizo por el mismo resultado de otra de las sorpresas, como era la recordada República Checa de los Poborsky, Smicer, Koller o Baros, y jugó esa final ya sin nada que perder. También fue un torneo que encumbró al propio Milan Baros, con solo dos tantos en toda la temporada con el Liverpool, como máximo goleador; y que confirmó al veterano griego Zagorakis como MVP absoluto. Pero por encima de todo, esta fue la Euro que ensalzó a Charisteas a la categoría de deidad griega, siendo el responsable de la tragedia lusa con el gol de la victoria. 2004 es definitivamente el refugio al que acudimos cuando necesitamos coger aire ante la previsibilidad futbolística de nuestros días.