“Se trata de mí” es la nueva mixtape de Albany, un recorrido emocional y purgante, cantado por su voz inocente, que rebosa verdades que duelen. Además, invita a C. Tangana y a Yung Beef a la misma fiesta.
Albany lleva años sangrando canciones, reconciliándonos a todos con el llanto y con el dolor y haciéndonos cómplices de sus vivencias y de sus traumas. Su voz cándida e ingenua contrasta con la purga anímica que desata en cada tema. Pero odia las etiquetas, me dice, y aunque se haya afianzado el título de “la reina del sad trap”, reivindica una línea emocional, pero no necesariamente depresiva. Mientras hablamos, sigo anclada a estos versos de “No estoy bien”, la pieza que abre “Se trata de mí” (Ladradora, 2021): “Pago por cosas que no entiendo / Lo único que sé hacer es perder el tiempo / Y luego lo lamento / Solo sé cantar la pena que llevo dentro”.
Acaba de llegar la primavera. ¿Cómo estás? ¿Más positiva que en 2020?
Estoy bien. Ahora mismo, en el estudio. En general, lo he llevado todo bastante bien. Me he tomado este tiempo raro como un período de curro. Hay cosas que me joden, sobre todo de cara a los conciertos, porque no existen. Estamos anulados y eso te impide crecer. Aun así, voy haciendo todo lo que está en mis manos.
Sientes cierta frustración de querer y no poder, entonces.
Estoy luchando. Hay días que no soy positiva, pero en general estoy animada. Esto no durará pa’ siempre. Ahora estoy produciendo más y eso la gente lo nota. Todo lo que comparto es mi trabajo y se percibe un crecimiento, pero creo que irme bien… Siempre me ha ido.
¿Qué es lo primero que harás cuando todo esto se acabe?
Pegarme una fiesta, no te voy a mentir. También dar un concierto y ver a todo el mundo…
Imagino que prescindir del contacto directo con la gente es complicado para cualquier artista. Hace unos días La Zowi actuó en Barcelona, en el festival Cara B Xtra, y fue insólito ver a la gente inmovilizada en una silla. ¿Cómo planteas un concierto de música urbana en medio de una pandemia, sin que la gente pueda saltar, bailar, gritar y tocarse? ¿Cómo regulas la emoción del público?
Se sufre. Lo bueno es que mis canciones no son tan discotequeras, así que puedo preparar un show para que la gente venga a verme cantar, simplemente. Aun así, me gustaría que pudieran ponerse de pie. En el último concierto que di, había personal de la sala impidiendo que la gente se levantara. No quiero verlos preocupados, pegados a una silla.
Este año, ¿has tenido miedo de que todo acabara?
He sentido miedo de que no volviera la normalidad, de quedarnos estancados.
A pesar de ello, me decías que has encontrado tiempo para avanzar con tus cosas. Acabas de pubicar tu nueva mixtape, “Se trata de mí”. Cada canción me ha llevado a una sensación distinta, ¿tú eres así?
Pues, en realidad, sí, aunque no fue intencionado, pero a la hora de darle un concepto, este viaje habló solo.
¿Cuánto tiempo has tardado en prepararla?
Poquito. Algunas letras ya las tenía, así que grabé el disco en dos semanas, a muerte. Cada canción tiene un tiempo distinto, hay algunas que las tengo desde hace tres años y otras que son más actuales, pero la grabación completa duró dos semanas.
¿Qué tiene de nuevo?
En cuanto a sonido, muchísimo. Tiene el mejor sonido que le he podido dar. Creo que es bastante pro.
En cuanto a las colaboraciones, ¿crees que a las mujeres se os presiona más para que cantéis juntas?
Quizá se nos exige un pelín más, o no estamos tan valoradas, al menos en España.
¿Te sientes cómoda en el panorama nacional o no te pones límites?
No me pongo límites. Disfruto mucho haciendo lo que hago y llegaré hasta donde tenga que llegar. Tampoco me pongo presiones extra o autoexigencias.
Supongo que hay una pregunta obligada. En “Se trata de mí” colaboras con Yung Beef y con C. Tangana. ¿Qué te condujo hacia cada uno de ellos?
Las dos colaboraciones han surgido de forma natural. Quedamos en el estudio, porque sí, y grabamos los temas. Luego lo encajé donde mejor me iba, pero no fueron planeados.
Si googleas “Albany” lo primero que sale es “reina del sad trap”. Pero, aparentemente, tus canciones ya no son tan melancólicas. ¿Qué te entristece ahora?
Sencillamente, no me gusta que se me dé a conocer así, pero son etiquetas que tampoco me molestan demasiado, porque me las ponen, no me las pongo yo. Te diría que mi música no tiene ninguna definición. Es música y ya.
En la música, ¿las etiquetas suman o encasillan?
Personalmente, no me gustan nada, de ningún tipo.
Atravesamos un momento de bajón colectivo que conlleva una gran exposición de nuestras emociones. ¿La música triste es un bálsamo o un bucle?
Creo que puede ser un bucle. No me gusta sacar música triste todo el rato, pero también es cierto que alivia y ayuda a la gente. Por ejemplo, cuando Rosalía hizo “Dolerme” tuvo mucho sentido, porque todo el mundo estaba encerrado y era una canción sentimental, para escuchar en casa. Hacer eso es acertado, pero sacar música de bajón continuamente puede ser malo. No me gusta seguir una línea depresiva siempre.
Te muestras muy tajante con todo lo referente a las drogas y la mala vida; ese imaginario que muchas veces rodea a la música urbana. ¿Faltan referentes sanos o es una cuestión de relatos personales y de experiencias propias?
Quizá sí, pero creo que cada cosa tiene su público. Si la gente quiere escuchar eso es por algo. A mí no me gusta quejarme, hablo de mis emociones y mis vivencias. Luego, como persona tengo ciertos valores, como el hecho de que no me gusten las drogas. Pero con la música es otra cosa. Puedo soltarte una frase porque me nace, o porque rima, pero mi intención no es decirte cómo has de vivir. No quiero influir en nada ni ser el ejemplo de nadie. Tampoco soy perfecta.
Primero fue el auge del trap, después los discursos constantes y generalizados sobre precariedad. ¿Ser pobre se ha convertido en una moda?
Habrá gente que lo viva como una moda, pero quizá se trata de una etapa vital. Por otro lado, puede que la gente con dinero se lo adueñe porque ser pijo, hoy en día, está supermal visto. A mí los pijos me dan absolutamente igual, lo que no quiero es que sean de VOX. Hay una diferencia bien grande.
¿Cómo es tu relación con el público? ¿Te abruma o estás cómoda ante mucha gente mirándote, pendiente de tí?
Tengo un vínculo muy fuerte con la gente que me apoya, sobre todo en los conciertos. También hay gente que me odia muchísimo, pero no les hago caso.
¿Sigues sintiendo esos nervios previos antes de salir al escenario?
Me dan nervios, pero cuando la gente empieza a cantar conmigo, se me pasa, se me quita todo. Son nervios positivos, creo que nunca se van.
¿Cómo te ves en el camino creativo, inestable, en el que siempre tienes que estar generando y produciendo?
Vivo para la música y me lo paso bien, así que no me asusta. Lo que me da más miedo del éxito es que un loco me secuestre o se obsesione conmigo. Me preocupa lo que no tengo en mi mano, lo que no puedo controlar, y más siendo mujer.
¿Has hecho planes de futuro?
Mi plan es trabajar un montón, lo máximo que pueda, y hacer dinero para poder invertirlo en más música. Que todo suene mejor e ir progresando. No me da miedo petarlo.
Hace un tiempo escribiste la canción de “Nadie” y se convirtió en la banda sonora de “La hija de un ladrón”, que en 2020 ganó el Goya a la mejor dirección novel, para Belén Funes. ¿Te gustó compartir tu canción en un filme?
Muchísimo. No te voy a decir el doble, pero casi. Me encanta el cine y ver que mi obra sirve para reflejar una realidad me llena más que nada. Pude darle voz a algo.
Para despedirnos, ¿qué es lo mejor que te llevas de esta etapa?
Ayudar a las personas. Mi música no gustaba a todo el mundo, generaba asco o tirria, y, sin embargo, ahora me dicen que les encanta, que son mis fans. Este tiempo de reclusión me ha permitido acompañar a más gente. ∎