Estrella Morente e Israel Fernández: noche flamenca en el Fòrum. Foto: Óscar García
Estrella Morente e Israel Fernández: noche flamenca en el Fòrum. Foto: Óscar García

Concierto

Estrella Morente + Israel Fernández: unos tienen vaso y otros tienen sed

Tarde-noche flamenca en el ciclo Nits del Fòrum, en Barcelona, con Estrella Morente e Israel Fernández (acompañado de Diego del Morao). Una velada de qués y de cómos. De soltar el lastre pretérito y buscarse o de quedarse dentro del corsé “viejoven”.

Cuentan que dijo Enrique Morente que todos somos mendigos en este mundo, pero que el problema es que no nos damos cuenta de nuestra propia miseria. “Yo tenía un corazón, lo he buscao y no lo encuentro, y es que de tanto quererte se me ha ido consumiendo”, canta Israel Fernández por tangos en “Querencia”, uno de los once cantes de su laureado cuarto álbum, “Amor” (el 10º mejor disco nacional de 2020 en Rockdelux). Y así se pasó ayer el cantaor toledano una hora y cuarto, buscándose el corazón y, de paso, robándoselo a los asistentes –media entrada, es lo que hay– a su concierto en las Nits del Fòrum, ciclo musical que celebra este verano su segunda edición en el Parc del Fòrum. 

A Israel ya lo bañó el sol cuando salió al escenario, con esa imagen que gasta a lo pirata del Caribe que es la que hubiera querido para sí el bucanero de alma Willy DeVille de haberse dedicado al flamenco. Se acompañó al toque por el jerezano Diego del Morao –siempre pensando en ser sugerente con la sonanta, siempre sugiriendo sin imponer: qué bien se entienden estos dos; aunque entraron algo a fuego lento en la química mutua, a partir del tercer tema, un cante por Levante, prendió la llama– y por los también jerezanos Marcos Carpio y Ángel “El Pirulo” a las palmas.

Suele decirse que no es tanto el qué (se canta) sino el cómo (ídem). Pero con Israel hay que matizar que además del cómo canta, con esa voz en alza, que es caramelo fresco y rasca desde la lisura, sin aprecio de fingimiento, lo que canta también es oro. Porque esas letras que él escribe son el clavo donde su música cuelga la ropa. “Por tenerte al ‘lao’ mío, yo no sé lo que daría, lucharía contra el tiempo para parar nuestras vidas”, soltaba por tientos en “La amada”, la cuarta que cantó, y nos iba dejando con la vida parada, recreándonos en el babeo. Y eso que era solo la cuarta pieza. Cuando, unos temas más allá, cerró su pase por fandangos, con su intrigante humildad, cabíamos en la palma de su mano.

Israel Fernández con Diego del Morao. Foto: Óscar García
Israel Fernández con Diego del Morao. Foto: Óscar García

Tras el parón de rigor, llegó el momento de Estrella Morente, la cabeza del doble cartel. Y nada más lejos de mi intención que querer sonar ahora como Carlos Boyero en sus reseñas cinematográficas de ‘El País’, tan de polvo a medias, tan de pesadumbre crónica, pero la verdad es que, en general, la actuación de la granadina no me llegó. Y, sin embargo, sí me hizo pensar en varios momentos en la biografía “Aretha Franklin. Apología y martirologio de la reina del soul”, firmada por David Ritz, y en lo que ahí se describe: la irregularidad artística que atenazó y sesgó la carrera de la estadounidense, con aquel no saber cómo encauzar su enorme talento y aptitudes (musicales, no solo vocales), aquel querer cantarlo todo para mostrar(se) y demostrar(se) a los demás que ella era la gran diva, la reina indiscutible cuándo, cómo y dónde se lo propusiera, ya desde su precocidad y el paso de niña a mujer. En fin, el exceso. 

Se refirió Estrella a Israel, al principio y al final de la actuación de ella, con bonitas palabras, calificándolo como alguien de las nuevas generaciones. Pero él nació en 1989 y ella en 1980. Y ayer Estrella me pareció, por sus modos, por sus elecciones, por su tono, bastante más mayor que esos nueve años que lo separan de él. Me pareció, y no querría aquí ofender a nadie, “viejoven” y mayor de lo que parecía su añorado padre. Como si estuviera agarrada a una voluntad equivocada, por anacrónica, de querer conservar el pasado, con esa forma suya de encarar la copla sin quitarse el corsé, como si quisiera evitar que le llegase algo nuevo.

Estrella Morente con Montoyita. Foto: Óscar García
Estrella Morente con Montoyita. Foto: Óscar García
Estuvo acompañada por una señora banda –tres guitarras, tres palmeros, dos percusionistas, un teclista– y, en términos de oficio, en su actuación todo sonó fetén, sobre todo en unas sevillanas muy poderosas. Especial mención a los alicatados del teclista malagueño Tony Romero y a las cuerdas (siempre afinadas, como pudimos comprobar mientras las iba poniendo en su sitio, poquito a poco) del madrileño Pepe Montoyita. Con él a solas, se marcó Estrella lo mejor de su actuación al interpretar la taranta “Tú el barco y yo el navegante”: ahí sí que no hubo corsé y Pepe Marchena hubiera estado orgulloso de escucharla. Hablando de corsés quitados, cuando se suponía que se bajaba el telón, Estrella invitó a Israel y a Diego del Morao a un fin de fiesta espontáneo de unos diez minutos donde, por fin, entre fandangos, bulerías y baile, y más que en toda la noche, vimos a una artista suelta y brutal, aún joven, dejándose ir. No perdamos la esperanza. ∎

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