Jane Weaver tiene 52 años. Es cantante, multinstrumentista, compositora, letrista, productora y, durante un tiempo, fue también responsable de un sello discográfico. Lleva casi toda la vida en la música, pero no ha llegado a obtener cierto reconocimiento hasta hace diez años. Su duodécimo álbum en solitario, “Love In Constant Spectacle” (Fire-Popstock!, 2024), mantiene esa inercia que comenzó en 2014 con “The Silver Globe”, también su primer trabajo con Fire. “Aquel fue una especie de éxito indie de nivel bajo en Reino Unido”, explica la artista desde su casa por videollamada. “No prensamos muchas copias, mandamos el álbum a varios amigos y una de ellas, que trabajaba en Piccadilly Records, nos dijo: ‘Oh, Dios, este disco es buenísimo, lo voy a poner en la lista de recomendados de nuestras tiendas’. Eso es realmente algo importante en Reino Unido todavía, la gente se fija en eso. Habíamos planeado ofrecer solo dos conciertos, uno en Mánchester y el otro quizá en Londres, pero de repente el disco explosionó, apareció gente ofreciéndome tocar en Glastonbury y cosas así, y yo no sabía qué hacer. Fue un momento realmente emocionante, hicimos sesiones para BBC Radio 6 Music, entrevistas para revistas… Todo fue puramente accidental, pero eso es lo que ha propiciado que pueda tener una carrera profesional”.
Y también que pueda emprender giras fuera de su país. Incluida España, que visitó por primera vez en 2015. De ahí recuerda su debut “en un festival en Barcelona en el centro de la ciudad”, refiriéndose al BAM. “También hemos tocado mucho en el norte de España, y ver el paisaje desde la furgoneta era algo realmente precioso. El año pasado hicimos un festival en Ourense, Ribeira Sacra, y nos encantó ¡Esas son las cosas que más nos gustan de viajar por Europa!”. Este septiembre vendrá a Málaga (26, Centro Cultural MVA), Puerto Real (27, Teatro Principal), Madrid (28, Clamores) y Castellón (30, Teatre del Raval). Y en octubre seguirá por San Sebastián 1, (Dabadaba), Barcelona (2, VOL) y Zaragoza (3, Centro Cívico Delicias). No solo es su gira más larga por la Península Ibérica, sino también la más extensa que va a ofrecer fuera de su país. Una excusa inmejorable para repasar toda su trayectoria en esta entrevista.
He leído que usaste el Google Translator para escribir algunas letras del nuevo álbum. ¿Qué te llevó a ello?
Había muchas cosas personales que estaban sucediendo en mi vida e intenté que las canciones no sonasen a mí, establecer cierta distancia, así que puse varias palabras a traducir a varios idiomas y luego las volvía a traducir al inglés. La idea se me ocurrió porque me gusta mucho ver películas extranjeras, yo entiendo un poco el francés y, al leer los subtítulos, me daba cuenta de que algunas palabras las traducían de un modo ligeramente diferente. Utilicé esa técnica a lo largo del disco pero en ciertos lugares, como algún estribillo que no me convencía del todo. No es que escribiera una canción y la pasase entera por Google Translate. Lo interesante al hacerlo así es que algunos significados o interpretaciones cambiaban de manera bastante dramática, y eso era lo que buscaba.
Hablando de cine francés, en la descripción en tu texto de promo de la canción “Family Of The Sun” sugieres la influencia de una película sin decir su título. Es “El rayo verde” de Erich Rohmer, de 1986, ¿no?
Sí, es una de mis películas favoritas. ¿La has visto? En todo el filme la protagonista es infeliz, es un personaje bastante repelente en realidad. Ella se está mirando constantemente a sí misma y a su entorno social en busca de respuestas y al final las encuentra en un fenómeno natural. Y creo que eso nos pasa a todos de alguna manera, nos obsesionamos con otras cosas en lugar de redescubrir lo más cercano y sencillo y apreciarlo. Así es como yo me siento, al menos.
En general, te inspiras mucho en el arte del siglo XX. La portada es un homenaje al filme de 1973 “Belladonna Of Sadness”, que dirigió Eiichi Yamamoto.
Sí, algunos de mis discos son conceptuales. “Modern Kosmology” (Fire, 2017) tenía mucho influjo del arte de vanguardia, sobre todo de Hilma af Klint, pero también del espiritualismo, la teosofía… Encontré todo un mundo que me ayudaba a escribir y a pensar. En otros trabajos ha sucedido con los cuentos infantiles alemanes, películas húngaras o un filme erótico de animación japonés como el que citas. También sucedía en “The Silver Globe” (Bird-Finders Keepers), que proviene de un filme de ciencia ficción que dirigió Andrej Zulawski (se refiere a “Sobre el globo de plata”, estrenado en 1988). Son cosas hermosas y muy inspiradoras y que no puedes volver a capturar porque ocurren solo una vez en un tiempo. Otra cosa que me gusta es que mucha gente nunca ha oído hablar de estas obras, y es bueno mostrarle tus influencias para atraer su atención.
¿Cuáles fueron las circunstancias personales que afectaron a “Love In Constant Spectacle”?
Mi padre estaba gravemente enfermo y todos sabíamos que iba a morir, así que sufrí ese duelo anticipado. No podías deshacerte de eso, era algo siempre presente y muy agobiante. Seguíamos haciendo nuestras cosas normales mientras algo terrible estaba ocurriendo al mismo tiempo. No quería hacer un disco en plan “¡oh, esta soy yo y estoy triste!”, pero es inevitable que tus emociones broten en lo que estás haciendo, aunque sea un disco de pop. No podía mentir sobre ello.
Esta es la primera vez que no autoproduces un álbum. El nuevo lo grabaste con John Parish. ¿Por qué ahora y por qué con él?
Esta vez quise grabar por primera vez fuera de Mánchester, así que pensé en ir a Bristol y hablé con él, porque tenemos cierta relación y he seguido todos sus trabajos. En principio le pregunté solamente por recomendaciones de buenos estudios, pero luego le dije “¿Tendría la oportunidad de trabajar contigo, John?”, y él me contestó: “De hecho tengo un hueco en estos meses, podemos quedar”. Así que fuimos a Rockfield, que es donde grabó Hawkwind, una de mis bandas favoritas, y donde nunca antes había estado. Fue interesante trabajar con un productor, que escuchara tus canciones con atención y se inmiscuyera en ellas. También tuvo mucho de grito de auxilio hacia John por la época difícil por la que estaba pasando. Esa conexión me permitió terminar el disco, porque si no quizá no lo habría conseguido.
En esta gira no tocas material anterior a “The Silver Globe”. ¿No te sientes orgullosa de tus discos anteriores?
Sí que lo estoy. No son técnicamente perfectos, iba al estudio cuando podía, pagaba las grabaciones con mi dinero, pero todo era natural. Siempre es un momento especial cuando publicas un disco, e hice muchos antes de “The Silver Globe”, cinco, de modo independiente.
En el segundo, “Seven Day Smile”, de 2006, aparecía una pegatina donde ponía que incluía colaboraciones de Doves y Andy Votel. Entiendo que lo considerabas necesario para darte a conocer.
Cuando hacía discos con otras personas que colaboraban conmigo siempre había algún tipo de compromiso en términos de mercado. Andy, que es mi marido, tuvo la idea de poner esa pegatina, pero yo no lo habría hecho necesariamente de esa manera. Creo que era una cosa que estaba muy de moda a nivel de marketing en aquella época, pero yo nunca me quejé de eso, solo quería que el disco saliera.
Antes de eso estuviste en Kill Laura, una banda indie que emergió en 1993 en plena expansión britpop. ¿Cómo recuerdas aquella época?
Fue también un momento muy excitante. Yo tenía 19 o 20 años y nos llegó un contrato discográfico de Polydor. Yo nunca jamás había tenido dinero en mi vida, empecé a comprar un montón de cosas, me fui de mi casa familiar y tuve una época bastante hedonista y salvaje. Éramos una banda que realmente trabajaba mucho, ensayábamos prácticamente cada día, éramos bastante disciplinados, pero nunca llegamos a despegar. Sonamos un poco en la radio, hicimos giras, pero no pasamos de ahí, y entonces la compañía nos despidió. Ahí es cuando empecé a entender cómo funciona la industria. Para una persona tan joven, experimentar ese tipo de rechazo es bastante brutal. Ahora, con 52 años, tengo muy asumido que el rechazo es parte de todo esto. A veces ganas, a veces pierdes, pero tienes que seguir adelante con tu música.
Tras dejar Polydor, grabasteis tres singles para Manchester Records, el sello de Rob Gretton, mánager de New Order. No suena a fracaso.
Éramos muy fans de New Order, de The Haçienda y de toda la industria artesanal de Mánchester. Y Rob era el hombre más encantador que puedas imaginar. Lo conocí desafortunadamente por poco tiempo, porque él murió en 1999. Qué puedo decir, él es todavía parte de la cultura mancuniana y me siento muy bien por haber formado parte de esa historia.
Después estuviste en Misty Dixon, un proyecto breve, supongo que debido a la trágica desaparición del batería Dave Tyack.
Dave era una parte integral del proceso creativo, era un batería muy musical y componía sus propias cosas con el nombre de Dakota Oak. Y también éramos muy amigos; él fue parte importante de Twisted Nerve Records –fundado por Andy Votel y Badly Drawn Boy– en el momento más excitante del sello. Cuando nuestro disco estaba recién grabado, Dave desapareció y no sabíamos si sacarlo o no porque no teníamos ni idea de dónde estaba él, si había querido quedarse en Córcega, que fue el último lugar donde lo vieron… Entonces dejamos el grupo un poco a la espera de si él quería volver con nosotros, por si había tenido una crisis. No sabíamos que había muerto, no lo supimos hasta dos años después, cuando encontraron su cadáver. Pero aquel álbum –“Iced To Mode”, que publicó Twisted Nerve en 2002– sigue siendo uno de mis favoritos de entre todo lo que he hecho, incluso a pesar de estar tan envuelto en tristeza.
También creaste el sello Bird Records, ¿sigues dirigiéndolo?
Ahora mismo no. Empezó en el año 2002 para sacar ediciones limitadas, de 300 a 500 copias, vinilos de siete pulgadas, y luego se convirtió en un logo para cualquier cosa que yo hiciera, pero en los últimos diez años se me hizo muy difícil. Llevar un sello, aunque me centre sobre todo en la parte de A&R, es una obligación con el artista implicado, lleva mucho tiempo y yo no se lo podía dedicar al completo.
Aquello coincidió con la explosión del nuevo folk y solo publicabas a artistas femeninas. Ahí hay un posicionamiento, ¿no?
Sí, sin duda. Todo nació de mi frustración en aquel momento. Yo no conseguía encontrar un contrato discográfico como cantautora, y mis amigas estaban sufriendo algo similar. Todo era porque la moda del momento eran las bandas masculinas de guitarras que hacían indie rock. A lo largo de los años he visto muchas mujeres que eran mucho más solventes que músicos masculinos, pero no tenían las mismas oportunidades. Así que al principio quise que el sello fuese profemenino para que su música pudiese ser escuchada. Era importante para mí hacer eso. ∎