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La Texana: post-punk acrisolado en la Baja California

Conversamos con el jovencísimo cantautor mexicano antes de la publicación de su primer largo, que saldrá el 25 de abril. Los avances del mismo que ya han visto la luz obligan a prestar atención al breve aunque estimulante reguero de canciones que ha ido dejándonos durante el último cuatrienio.

Josué Ramírez –el artista tras el apelativo La Texana– tenía solo 18 años cuando grabó “Siempre me cuesta regresar”. Era 2021, año en que iría publicando sus primeras canciones. Una guitarra y un laptop bastaron. Post-punk fibroso y letras confesionales cultivadas en un fermento estilístico que podría bordear la saturación. ¿Eco? Mucho para tan escueto recorrido: algunas de sus canciones cuentan ya millones de reproducciones en streaming y en YouTube. Además, ha compartido escenario con Depresión Sonora, Little Jesus, Omar Apollo o Las Ligas Menores, entre otros.

El 25 de abril se publicará “la casa que cae”, su primer álbum en el sello Sonido Muchacho tras la notable tarjeta de presentación que fue su primer EP, “Morro” (Autoeditado, 2023). ¿Su gran particularidad? Fundir los claroscuros del post-punk de nuevo cuño con los ecos del folclore de Tijuana, de donde procede. Algo que se advierte en canciones como “Terco”, avance publicado a principios de octubre pasado. Intercambiamos con él unas cuantas preguntas y respuestas a través del correo electrónico.

Josué Ramírez: Tijuana boy.
Josué Ramírez: Tijuana boy.

Su fichaje por la discográfica madrileña trae inevitablemente a la mente la sombra de Depresión Sonora, una de las influencias más palpables en su discurso. “Lucas Rossetto, mi mánager, tiene muy buena relación con Sonido Muchacho desde hace unos años; de ahí, cuando le hablaron de la idea de traer el sello a México a desarrollarlo, saltó mi proyecto en la conversación y lo hicimos”, comenta. Reconoce que la importancia de Marcos Crespo, uno de los músicos españoles más presentes en festivales internacionales ahora mismo, fue capital para la génesis de su proyecto: “Por él fue que quise intentar hacerme sonar a una banda entera desde mi laptop, y la idea es seguir sus consejos y experiencias en lo que pueda. Además es un buen amigo”, reconoce.

“Terco” –uno de los adelantos del álbum, junto a “El Sol”, “Marea”, “Dispara”, “Niños” y “¿Hoy a qué vamos a jugar?”– suena más luminosa, más pop y más atemporal que cualquiera de los cortes de su producción anterior. Al menos, a mí me lo parece. De hecho, tiene un algo que me recuerda a Golpes Bajos. Josúe no los conoce, pero asume que le “gusta pensar las canciones de una manera muy ‘catchy’”, y cree que “el rock en español ochentero tenía bastante de eso”. En realidad, da la sensación de que le gustaría ir alejándose del frío after-punk de corte exsoviético que ha orlado algunas de sus síntesis promocionales para transparentar con mayor claridad su origen tijuanense, acariciado por la calidez climática de la Baja California. Por eso cuando le menciono a Molchat Doma o a Motorama esgrime que “al principio sí me influenciaban, especialmente Motorama”, pero que “ahora mismo ya no los escucho mucho porque me interesan otras cosas”, al tiempo que esgrime que “Tijuana está muy presente en mi música desde mi manera de componer. El regional mexicano que identifica a mi ciudad considero que es el género sierreño, que tiene letras muy dramáticas sobre las emociones, todo muy desgarrador, y al mismo tiempo Tijuana está llena de luces en la noche, y pensar en este frenesí me recuerda mucho a mi proyecto”. Algo que enlaza con su pasión confesa por bandas como sus compatriotas Caifanes, pero también con algunas de las cimas del rock argentino de las últimas dos décadas. “Estoy escuchando ahora mucho rock argentino de los noventa y de los dos mil: estoy clavado con ‘Jessico’ de Babasónicos”, dice. Un álbum que fue punto de inflexión comercial para la banda liderada por Adrián Dárgelos, y que se publicó en 2001, antes de que él mismo naciera.

“Terco”, vídeo realizado por Arlscz & Zobraz.
Josué, quien no tiene más antecedentes musicales que un abuelo “que componía con la guitarra y cantaba”, advierte de que su debut en largo, que constará de diez canciones, tiene “muchísima más labor de producción, más guiños artísticos y más calidad en cuanto a sonido, con letras con las que puedo identificarme cada vez más y temas que no había tratado antes”. Llegamos con este punto a la cualidad más o menos confesional de sus textos, algo que en nuestro país apenas se discute porque hay toda una generación de músicos que ha modulado su desengaño ante las complicadas expectativas laborales y vitales en clave post-punk, pero que en su caso conlleva un recorrido gradual: “Al principio mis canciones sí hablaban de otros personajes o historias inventadas, pero ahora mismo hablan en un 99.5% de mí, de lo que pienso y lo que me va ocurriendo”, argumenta. “Igual yo también veo la vida gris a veces, por motivos más relacionados a las vulnerabilidades y las relaciones humanas”, explica. La Texana se presenta con un propósito claro: “Yo decido confiar en que este disco es algo que no podría hacer cualquiera, y que tengo una manera de componer que, personalmente, no sé si he visto en alguien más”. ∎

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