Cuando llegaron los festivales, ya estaban las verbenas. El poder de convocatoria de la fórmula exitosa que reúne música, fiesta y baile al aire libre, vaya. Lo mejor de los salones y de los seráns –veladas de carácter folclórico e improvisado– aún es imbatible. Que a estas alturas del año una orquesta tenga cerradas más de 150 actuaciones para la temporada, sobre todo en Galicia, quiere decir que la recuperación del sector está en camino, porque la cifra representa alrededor del 90% de la alcanzada en 2019, el último parámetro del mundo conocido. Y en lo musical, en sus esporas llevan décadas viajando los estilos que apelan al cuerpo, al disfrute y a la diversión. La costumbre es heredada de los conjuntos que amenizaban las soirées hasta los años 70. Internet y ocio nocturno aparte, en el presente las orquestas han contribuido a popularizar el reguetón como antes –aunque a años luz en cuanto desenfreno– hicieron sus predecesores, vestidos de domingo, con el son, los boleros y la cumbia.
La música latinomericana ya entonces se adhería al contacto. Fluía por las ganas de vivir. Los trajes de gala, las voces melosas, los pasos de las parejas, las cadencias sensuales entre tanta naftalina. Una ventana abierta hacia otro verde y otro azul, otro sabor, otra temperatura, otra luz. Como caracterización sucinta, al menos en la escena gallega, podría valer describir tal enamoramiento como la expresión de la morriña de un pueblo emigrante por el lugar de acogida de los que se fueron y por la tierra prometida de los que se quedaron. Los añorados Marful, liderados por la poeta y compositora Ugia Pedreira, entendieron así el vínculo entre las dos orillas oceánicas y lo expandieron hacia el jazz y la música tradicional gallega en dos discos trascendentales: “Marful” (2006) y “Manual de seducción” (2010). No es obligatorio que la diáspora sea física para sentir esa posesión.
Creció con el grunge y disfrutó del jazz y del heavy, se formó en el Taller de Músics de Barcelona, Escola Estudio de Santiago de Compostela y la Escola de Artes e Oficios de Vigo, donde estudió zanfoña con Anxo Pintos. Ahora, el cantante y guitarrista Brais Sánchez (Noia, 1988) mezcla la nostalgia de ese tiempo no vivido con sus recuerdos familiares y habita una casa en un confín llamado Momboi. Como el sonido de sus admirados Calexico, amplifica el topónimo y el nudo que ata California y México: “Me hizo gracia galleguizar el nombre de uno de los últimos pueblos zamoranos antes de llegar a Galicia: de Mombuey surgió Momboi”. La coordenada geográfica concreta no es lo relevante aquí, lo que trasciende es la metáfora de la frontera.
Una conexión biográfica dirigió sus sentidos hacia tangos y chacareras y conectó con la vibración de bandas como el combo chileno de punk y ska La Floripondio y Chico Trujillo, un esqueje en el que florece la opulencia sonora panamericana. Y en paralelo a su trabajo con el músico compostelano Alfonso Espiño –docto en los estilos de los 60 y 70– y con Gancho Sanches, formación de corte pop-folk, el compositor halló en la veta americana una mina a cielo abierto cuando se decidió a ampliar el espectro. El EP “Ofrenda” (Autoeditado, 2019) anticipó las claves que en el presente son explícitas. De modo que la polisemia del cruce, como lugar de encuentro con la otredad y signo de quien tiene su otra mitad en ultramar, es el ropaje sonoro que arrulla la memoria de la infancia, el eje conceptual de “Vacacións en Ornanda” (Autoeditado, 2022), el primer disco de Momboi. En la playa de Ornanda, en Porto do Son, jugaba la niñez del vocalista. “Mi familia pasaba un mes allí, de vacaciones a ocho kilómetros de casa”, recuerda. La turistificación de la costa gallega vivió una época de esplendor desde los 70 a los 90 que consumó con mamotretos, en no pocos lugares, la depredación urbanística del litoral. Si en la memoria infantil perviven la efigie del desaparecido Hostal Azteca en el que se alojaban –regentado por un retornado de México– y el nombre de la discoteca que albergaba, Chilangos, la ironía adulta destila una canción de imaginario pulp fiction: “Hostal Azteca, portal de Belén”.