“Hola, estoy en el tren con mi hija Robin y con mi sobrina Serena. Estamos haciendo armonías muy hermosas que nos emociona muchísimo compartir. Ellas son ya la cuarta generación desde mi abuelo Woody. Para mí lo más bonito es escuchar la voz de mi madre multiplicada, y que cada una de nosotras aporte su esencia. Eso es lo más poderoso, lo más importante. Estamos viviendo momentos de profunda emoción y conexión, pero también hay instantes de alegría pura y dura, de diversión sencilla. Es muy auténtico y muy dulce poder compartir el escenario y presentar este trío al público de España”. Viajando de Roma a Madrid, Sarah Lee Guthrie resume por teléfono su nuevo empeño: la gira de Guthrie Family Singers junto a su hija y su sobrina. Una entusiasta y hogareña combinación de folk, country y góspel para expandir el legado familiar. Sarah Lee recuerda, entre risas –contagiosas, purísimas– la charla que tuvimos en Córdoba hace unos meses. Fue en Eureka EsTuDios junto al piano de Fernando Vacas, entre gatos juguetones y digestivos varios. La conversación continuó en El Último Tango, donde Juanjo Romero (1966-2025) hizo su última sesión de retratos profesionales. Este trabajo, como tantos otros, se perdió cuando Juanjo nos dejó el pasado mes de junio. Sirva esta entrevista también como recuerdo a este amigo y homenaje al gran fotógrafo y artista de Rute (Córdoba). Guthrie Family Singers actúan hoy en Madrid y durante estos primeros días de septiembre tocarán en Valencia (4), Balenyà (5), Granollers (6), Sant Feliu de Guíxols (6), Zaragoza (7), Santander (8) y A Coruña (9).
¿Qué te trae por Córdoba?
La última vez que vine fue el año pasado cuando hice un concierto en el Palacio de los Angulo. Un lugar hermoso en el que conocí a Fernando Vacas. Me dijo “tienes que volver para participar en un concierto por la paz”. Eso se suponía que iba a ser en otoño del 2024. Luego se retrasó y se fijó para marzo del 2025. Pero hasta hace tres semanas no había vuelto a saber nada de él. Nada. Pensé “¿entonces va a haber por fin concierto o no?”. Lo llamé y él me dijo “oh, lo siento, de momento no se va a hacer. Ven más adelante”. Yo ya había hecho un hueco en mi agenda, ¿sabes? Así que me molesté un poco. Pensé “bueno, este tipo está loco, tiene grandes ideas, pero no sabe lo que hace”. Le dije: “No es posible, lo siento, no voy a volver a cambiar mis fechas”.
Bueno, al final Fernando suele encontrar la manera de hacer posibles las cosas imposibles.
Eso es porque tú lo conoces mejor que yo. Yo no lo sabía. Solo soy una música viajera.
Cuando te vi en el escenario el otro día en el concierto por la paz, tuve la sensación de que entiendes este proyecto mejor que nadie. La forma en que hablas de él, las palabras que usas, la forma de leer ese manifiesto. Me gusta mucho tu forma de expresar esta idea, tus movimientos, tu cara, tus ojos. Hiciste que realmente me creyese lo que decías. Pensé “es verdad, esto es verdad”. Porque este concierto por la paz tiene todas las papeletas para parecer demagógico, oportunista, falso. Y no lo es.
Sí, es así, pero solo si lo piensas conceptualmente, si lo intentas experimentar solo en tu mente... en la mente siempre hay límites. Pero si lo piensas científicamente, donde la frecuencia, la nota, la vibración, la resonancia de la música existen, entonces tienes una posibilidad infinita porque no se detiene en la mente. No se detiene en un muro. No se detiene en una frontera. Está más allá de eso. De hecho, actúas así porque esa experiencia es perfecta. Es lo que conecta. Ese es todo el poder de la música: podemos decir “oh, nos reunimos por la paz”. Genial, en tu cerebro, conceptualmente, es una gran idea. Pero yo tengo experiencia y conocimiento para saber que no es solo eso. Es algo incluso más tangible, más real: la vibración en sí. Y eso pasa a través de nosotros, como humanos pero también como espíritu. Y cada uno de nosotros, individualmente, tiene mucho poder. Pero solemos olvidarlo y por eso decimos que no podemos. Todos pensamos así porque nos enseñaron que tenemos límites: “Soy solo una persona, no sé hacer eso”. Pero no es verdad, nacemos con el instinto de saber cómo.
Saber cómo darte fuerzas, encontrar razones para luchar por la paz...
Sí... bueno, yo tengo otra perspectiva sobre esto. Creo que luchar por la paz... es algo irónico, porque es lo contrario. Decir “quiero paz, así que voy a crear violencia para obtenerla”. Eso es contradictorio. Así que no creo en luchar por la paz. Quizá el hecho de que tenga una hija me hace no cometer ese error. Pero mucha gente lo comete, porque es humano. Creen que para hacer un cambio hay que pelear. Pero yo creo lo contrario.
Es un pensamiento interesante, pero no sé si puede ser peligroso... No sé cómo se puede interpretar en tu país... ¿Qué piensas del momento que está atravesando Estados Unidos, con Trump de nuevo en el poder?
Pienso que Trump es necesario.
¡No!
Sí.
¿Sí? ¡Qué shock!
Como país, nunca tuvimos la oportunidad de oponernos, y solo así puedes crecer, solo así puedes brillar... Trump nos da esa oportunidad de unirnos.
Paz y Trump juntos... es el oxímoron más grande del mundo.
Es difícil de entender. Claro, si todo está bien... es falso, es superficial. Y además, si todo está bien, nunca sientes tu propio poder, nunca sientes que eres necesario. No tienes la oportunidad de unirte, de sentir. Yo no tenía idea de que este tipo de personas vivían en mi país hasta que llegó Trump, y lo expuso. Expuso la verdad sobre... mi vecino, mi amigo... Piensan así.
Y eso da miedo porque es cierto.
Sí, da miedo. Para alguien de izquierdas es duro de aceptar. Porque quieres que todo sea pacífico siempre, que todo esté bien. Pero eso no es la vida. Eso no es equilibrio. Entonces no es real. Vives en una burbuja. Está bien, está todo bien, pero en realidad no lo está. Para ver de verdad el mundo tienes que ver quiénes son las personas, qué sienten, qué temen, en qué creen... ahora salió todo a la superficie. Ahora podemos verlo. Ahora lo sabemos. Y sin un Trump que lo expusiera, no lo habríamos sabido. Es casi como darnos un propósito, un sentido.
¿El bien contra el mal?
Sí, aunque odio hablar de bien contra mal porque ¿quiénes somos para juzgar? No lo sabemos realmente. Solo la mitad de la humanidad... Trump juzga, dice “yo soy el correcto”. Pero si no existe el mal, tampoco existe el bien.
O sea, que si no hay guerra, no hay paz.
Ahí está lo interesante, porque tenemos la oportunidad, como personas pacíficas, de tener un propósito en el mundo. Ese es el equilibrio. Y tal vez ahora sea intenso, muy intenso, pero no está fuera de equilibrio. Es el yin y el yang. Siempre existirá. Es la ley universal.
Hablemos de música. Leí algo que dijiste que me gustó mucho: “Desde que no gano dinero con la música, estoy mucho mejor con ella”. Algo así. ¿Es una liberación?
Es TAN liberador. Me llevó muchos años tomarme la música muy en serio: lo que tenía que hacer, lo que se supone que debía lograr. Al principio estaba motivada por tener “éxito”. Pero ¿qué es el éxito? Eso cambió para mí. En un momento, el éxito era la atención. Y sí, tuve algo de eso. Pero sé por qué se estancó, porque mucha gente con la que he trabajado solo quería atención, validación, dinero, fama. Todo era superficial, falso. Yo siempre quise sentir algo. Quería emoción. Pero cuando quitas el público, quitas el dinero, quitas esas cosas que alimentan solo tu ego, tu identidad, el “soy esto, soy aquello”... Que se joda todo eso. Ya solo quiero crear alegría.
¿Crear alegría?
Alegría, felicidad. En el momento. Porque eso es lo que se expande como las ondas en el agua. Tiras una piedra, cae una gota y se expande. Aunque sea algo pequeño, afecta.
¿Sientes eso en tus canciones?
Eso es lo que hago ahora. No me importa la atención, no me importa la fama, no quiero un contrato discográfico. Ni siquiera quiero una foto.
Bueno, lo de la foto es otra cosa, porque antes me dijiste que estabas preocupada por el aspecto de tu pelo para la sesión fotográfica…
(Risas). Bueno, es que... una fotografía es para siempre. Y también, la verdad, todavía tengo algo de ego (ríe). Mira, cuando me mudé a Austin, Texas, después del COVID, allí a la gente no le importaba si era una Guthrie, ni qué conciertos hice en el pasado, ni qué amigos famosos tengo. No importaba nada. Yo solía cobrar 30 o 40 dólares la entrada, ganaba un buen dinero, tenía una buena vida. Pero ahora ya no. Ahora soy pobre. Pero feliz. Eso es un lujo.
Te creo.
Yo leí algo en el Bhagavad-gita. Lo leí antes de mudarme a Austin, hace cinco años. Decía: “No tienes derecho al fruto de tu trabajo. Solo tienes derecho al trabajo mismo”. Y eso me enfadó mucho. Pensé “qué estúpido”. Estaba furiosa. Me llevó dos años comprenderlo. Porque al principio yo decía “claro que tengo derecho al dinero”. Pero luego entendí: cuando creas por la alegría de crear y no por la recompensa, eso se vuelve poderoso. Porque el trabajo hecho por recompensa es mediocre, limitado, no auténtico. La autenticidad surge cuando trabajas solo porque tienes la necesidad de vivir, de expresarte.
¿Qué música escuchas no como inspiración, sino lo que más disfrutas ahora?
Estoy escuchando mucho jazz. Ella Fitzgerald, Blossom Dearie, Louis Armstrong... Ahora estoy muy metida en el jazz. Nunca lo había explorado. Era demasiado complejo para mí, no lo entendía. Me parecía una sofisticación algo arrogante. Pero verlo en vivo lo cambió todo. Odié el jazz por mucho tiempo. Pensaba que todos los que lo entendían eran esnobs. Me di cuenta de que es quizá una de las mejores músicas. Lester Young, Billie Holiday, y luego Dizzy Gillespie y músicos como Lionel Hampton... Estoy tan, tan enamorada de Count Basie, de las melodías, los ritmos. Quizá sea porque finalmente llegué a un nivel donde lo entiendo. Antes era como un caos, pero ahora es como una droga. Cuanto más entiendo, más quiero saber. ∎